Rafael Utrera Macías

Que el título de una película comience con una referencia cronológica, generalmente un año, supone tanto la datación de un hecho histórico como las referencias a las connotaciones del mismo, cargadas, al tiempo, de supuestos valores simbólicos. Una justificación más elemental es aquella que, simplemente, permite distinguir dos films referidos a los mismos hechos cuando el segundo mantiene idénticos términos en su denominación. Tal es el caso de Los últimos de Filipinas (1945), de Antonio Román y 1898. Los últimos de Filipinas (2016), de Salvador Calvo. Uno y otro relatan semejantes asuntos y recrean sucesos ocurridos en ese histórico y paradigmático 1898.

En efecto, dicho año supone para España la pérdida definitiva del imperio, tras cuatrocientos años de colonización, con la cesión de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y la recepción de millonarias cantidades, en concepto de compensación, otorgadas por Estados Unidos. Este final del siglo XIX, como el principio del XX, se desarrolla en España bajo el gobierno de María Cristina, reina regente durante la minoría de edad del futuro Alfonso XIII. Un régimen constitucional basado en la alternancia de partidos conservadores y liberales, liderados por Cánovas y Sagasta, sienta las bases para la progresiva conquista de derechos sociales (desde el sufragio universal a la libertad religiosa o de prensa) que se irán haciendo efectivos con muy marcada lentitud cuando no convertidos en paradójica involución.

Los trágicos sucesos en el interior (entre otros, el asesinato de Cánovas) junto a las insurrecciones en las últimas posesiones coloniales citadas, marcaron la vida española de este fin de siglo. La Historia denomina a esta situación como “La crisis del 98” y la Literatura bautiza a un grupo de escritores como “La generación del 98”. El pesimismo de distintos sectores sociales acerca del porvenir de España no era óbice para que los espectáculos (de la zarzuela a los toros) se mantuvieran en auge. La aparición del cinematógrafo complementaría una diversión que pronto se haría popular.

Este 1898, jalón cronológico, tiene, entre los acontecimientos antes mencionados, uno de verdadero interés tanto histórico como humano acaecido en el poblado filipino de Baler, cuando los tagalos sometieron a intenso cerco, prolongado durante casi un año, a los soldados españoles atrincherados en aquel lugar; los hechos remiten a otros sucesos semejantes que la historia y la literatura tienen adecuadamente catalogados; tal sería el caso de Numancia donde la resistencia de sus nativos frente al ejército romano ha sido considerada como canon de conducta ante la terrible y prolongada adversidad. Sobre este asunto, Cervantes escribió “La destrucción de Numancia” y vio en la actitud de los numantinos un ejemplificador modo de patriotismo.


Isla filipina de Luzón. Poblado de Baler

Salvando las evidentes distancias históricas, en la isla filipina de Luzón, concretamente en el citado poblado de Baler, los españoles vivieron semejantes circunstancias recluidos en la iglesia del lugar. El hecho paradójico es que la guerra contra la insurrección filipina (motivada por querer conseguir su independencia) había terminado, puesto que el archipiélago ya había pasado a manos de Estados Unidos. Los soldados combatientes estuvieron sometidos a duras pruebas de resistencia física y moral por cuanto sus superiores, el capitán Enrique de Las Morenas (hasta su muerte) y el teniente Saturnino Martín Cerezo hicieron caso omiso a las diversas embajadas recibidas por creerlas falsas. Muertes por enfermedades diversas, deserciones y fusilamientos fueron mermando el número de soldados. Los resistentes, tras evidenciar, finalmente, la verdadera situación, alzaron la bandera blanca. Tagalos y españoles los despidieron y recibieron reconociéndolos como héroes de Baler.

En 1904, el teniente ya reconocido como héroe, Saturnino Martín Cerezo, publicó el libro autobiográfico “El sitio de Baler. Notas y recuerdos”. El autor, fallecido en diciembre de 1945, no pudo conocer el estreno de la primera película que se filmaba sobre su gesta, estrenada en los últimos días de este mismo año. Las sucesivas ediciones que se han hecho de su obra a lo largo del siglo XX demuestra el interés de la misma tanto desde puntos de vista históricos como humanos. El noventayochista Azorín prologó, en 1935, una de las ediciones; posteriormente, en 1946, reflexionando sobre los sucesos, escribía: “Transcurre ante nosotros la gesta heroica con todas sus incidencias; ha pasado el tiempo; se han dispersado los héroes; la iglesia defendida está solitaria. ¿No habrá ocurrido nada en ella desde entonces?”. Y más adelante, estrenado ya el primer film español dedicado a los hechos, el escritor se pregunta: “¿Cómo es esa película del sitio de Baler? No la he visto; temo que lo concreto empezca a lo imaginado; lo poético vale más que lo real (…) Contrastando con el esfuerzo y la constancia de los defensores de Baler, habrá asimismo, en un conjunto, flaquezas y abandonos, expresados con el color, con la forma, con gestos y con ademanes, que no podemos precisar”.

La película a la que se refiere el escritor es Los últimos de Filipinas, de Antonio Román, filmada en 1945, primera versión ofrecida por la cinematografía española. Por su parte, el cine filipino estrenó, en 2008, la producción Baler, dirigida por Mark Meily. Y en 2016, Televisión Española, en su serie “El ministerio del tiempo”, dedicó dos capítulos a tales sucesos, titulándolos Tiempo de valientes. Nuestra cinematografía, volviendo a los mismos hechos, ha estrenado en 2016 1898. Los últimos de Filipinas, firmada por Salvador Calvo. En sucesivos artículos haremos referencia a los aspectos más significativos de cada una de ellas.


Los últimos de Filipinas (1945), de Antonio Román

El punto de partida del cineasta Román para su futura película no estaba tanto en el libro autobiográfico de Saturnino Martín Cerezo como en el guion radiofónico del que era autor el escritor y diplomático Enrique Llovet. Para convertirlo en guion cinematográfico se reunieron el propio Llovet con Pedro de Juan y el futuro director de la película, al tiempo responsables de la productora “Alhambra Films”, propiedad de Román, que financiaría la película; sin embargo, serían los estudios “C.E.A.” (Compañía Española-Americana) quienes se convertirían no solo en productora mayoritaria sino en distribuidora del film a través de su bien organizada red de exhibición.

El interés por los sucesos del sitio de Baler había suscitado la atención de escritores tan conocidos en el mundo cinematográfico como José López Rubio y de otros como Enrique Alfonso Barcones y Rafael Sánchez Campoy; el primero declinó sus intereses en beneficio del proyecto de “Alhambra”, dada su amistad con Román, mientras que los segundos habían ganado el premio del Sindicato Nacional del Espectáculo con un guion de semejante tema titulado “El fuerte de Baler”. Este hecho dificultaba, entre otras cosas, la autorización del permiso de rodaje por lo que se llegó a una salomónica solución mediante la cual Barcones y Campoy figurarían en los créditos de la película como guionistas del texto ajeno, si bien éste incorporaría algunos detalles del guion premiado. Entre ellos, el personaje de la nativa, Tala, y, consecuentemente, la canción por ella interpretada, “Yo te diré…”.

Más allá de sugerencias sindicales y censoras, hubo que matizar ciertos detalles a instancias de familiares del capitán Las Morenas en su relación con el teniente Martín Cerezo, según el testimonio de éste en su libro, donde la bonhomía y estrategias del superior quedaban en entredicho. Tal como relatan los créditos, asesoraron a los responsables de la película militares de alta graduación y eclesiásticos cualificados además de actuar como asesor de cuestiones histórico-literarias el propio presidente de la productora “Alhambra”, Francisco Bonmatí de Codecido.


Actores consagrados y noveles

El rodaje de exteriores se hizo en Málaga y los interiores en los estudios “C.E.A.”. El elenco de actores estuvo compuesto por lo más granado de ese sector, combinando a experimentados profesionales, Armando Calvo, José Nieto, Guillermo Marín, con otros de incipiente carrera, Fernando Rey, Carlos Muñoz, en su primera intervención cinematográfica, caso de Tony Leblanc. La actriz que interpretó a Tala fue Nani Fernández, cuyas exóticas facciones daban bien para el papel de la nativa; para entonar la famosa canción fue doblada por María Teresa Valcárcel, quien interpreta la habanera “Yo te diré” compuesta por el pianista húngaro Jorge Halpern con letra del guionista Llovet. El trabajo de “segundo ayudante de dirección” fue encomendado a Antonio del Amo, amigo de Román, comunista en “libertad”, vigilado por la policía franquista. Y otros técnicos, con sobrada experiencia, se encargaron de la fotografía, Enrique Guerner; de los decorados, Sigfrido Burmann; del montaje, Bienvenida Sanz; de la música, Manuel Parada.

Metáfora del aislamiento

Cuando la película se rueda, los fascismos europeos habían perdido la guerra y Estados Unidos perpetuaba su liderazgo en el nuevo orden mundial; la situación histórica de España pasaba por un periodo de severa autarquía y su exclusión internacional se hacía evidente en la Organización de Naciones Unidas, cuyos componentes solicitaban la retirada de los embajadores en Madrid. El film de Román funcionaba como una metáfora de ese aislamiento y, al tiempo, como un símbolo de las virtudes de una “raza” cuyo patriotismo se mantenía incólume tras la “cruzada” llevada a cabo contra los enemigos de España. Declarada de “interés nacional”, recibió el sustancioso premio económico del Sindicato Nacional del Espectáculo que correspondía a películas con tal catalogación.


Estructuras

La estructura de la película se organiza en una narración de ámbitos diversos; de una parte, los espaciales, referidos a exteriores (los bosques, el poblado) e interiores (la iglesia, con sus distintos habitáculos, convertida en fortín); de otra, la población de los nativos tagalos enfrentados al destacamento de soldados españoles.

Al tiempo, en el contexto de la vida militar, con su obligada jerarquización, se inscribe la historia de amor entre Chamizo (Fernando Rey), el soldado español, y Tala (Nani Fernández), la bella nativa que suspira porque alguien, por amor, la lleve consigo a la lejana España; el joven soldado Santamaría (Carlos Muñoz) complementa la amorosa admiración por la mujer.

Los personajes principales representan a tres sectores distintos: en el gremio militar están el capitán Enrique de Las Morenas Fossi (José Nieto) y su sucesor en el mando, el teniente Saturnino Martín Cerezo (Armando Calvo); el médico Rogelio Vigil de Quiñones (Guillermo Marín) aparece como el científico humanista, apasionado de su profesión médica e investigador botánico, con evidentes ramalazos de racionalismo; el sacerdote Fray Cándido Gómez Carreño (Manuel Kayser), que atiende pulcramente las obligaciones de su ministerio y actúa con distanciamiento y pasividad en las acciones bélicas; su fe ejercerá notable influjo en la razón del médico para que éste acabe creyendo más en el cielo de Dios y menos en el de los astrónomos.

Román no se priva de usar la voz en off para subrayar la narración con informaciones que hacen referencia tanto a deberes y heroicidades como a la firma del tratado de París y, por tanto, a una situación histórica desconocida por los defensores de Baler. Al tiempo, música y cantos (bajo dirección del Maestro Parada) combinan canciones patrióticas con religiosas y, en determinados momentos, se echa mano del flamenco tanto para elevar la moral y el ánimo de los combatientes como para contestar, de semejante modo, al enemigo.


La canción “Yo te diré…”

El tratamiento de la canción “Yo te diré…” en el discurrir de los hechos supone una oportuna utilización de la misma. La primera vez que la oímos, Tala la interpreta en la taberna del destacamento español, sentada en el mostrador y rodeada de admiradores donde sólo el espeso humo de los fumadores impide verla en todo su esplendor. Allí se canta la habanera que la nativa, mostrada como una diosa, desgrana para aquellos hombres y que estos escuchan como un susurro:

“Yo te diré / por qué mi canción/ te llama sin cesar/ Me faltan tus risas, me faltan tus besos/ me falta tu despertar/.

Por el contrario, la segunda vez, retenida por los suyos y tratada como traidora, estos utilizan su cantar, desde la distancia, como un acicate para mermar la resistencia española; la voz de la nativa llega nítida, marcada por la nocturnidad del ambiente y recibida con tanta satisfacción como deseo:

“Cada vez que el viento pasa se lleva una flor/ pienso que nunca más volverás mi amor/ No me abandones nunca al anochecer/ que la luna sale tarde y me puedo perder”.

El impacto sobre los soldados se hace evidente de inmediato; para Chamizo y Santamaría, porque sigue viva; para los demás… Dos metafóricos planos le sirven al cineasta Román para rubricar tal cuestión; la culata de un fusil es acariciada, suave y despaciosamente, por la mano de un soldado; el rosario del religioso es tomado por éste como alivio de su humana flaqueza. Como respuesta, el teniente manda cantar flamenco a un soldado, por desgracia, blanco inmediato del disparo tagalo.

La incorporación del personaje de Tala al guion de esta primera versión supuso un acierto para el discurrir narrativo y una riqueza para la construcción de las diferentes situaciones dramáticas a las que nos hemos referido. Posteriormente, “Yo te diré” fue incluida por Basilio Martín Patino en su película Canciones para después de una guerra aunque, en este caso, en la voz de Rosa León. De otra parte, en la futura versión 1898. Los últimos de Filipinas, la nativa estará bien presente, aunque, como veremos, con honorabilidad y final bien distintos.

La presencia de los dirigentes tagalos, especialmente Luna Novicio, está mostrada de forma respetuosa; la maldad del rebelde, la perversidad del insurrecto, se concentra, básicamente, en el personaje del tabernero, más atento a sus funciones de espía que a las propias de su oficio.


Estreno

La película, estrenada el 28 de diciembre de 1945 en el madrileño cine Avenida, fue presentada, en sesión de gala, con retransmisión radiofónica incluida, por el director de la revista “Primer Plano”, el poeta Adriano del Valle, el cual, combinando su pasado poético ultraísta con su presente político falangista, precisaba el film de Román de este modo: “…el corazón de la Patria impresionó sus latidos, el pulso de su sangre, su pálpito, en un electrocardiograma de largo metraje”.

Bibliografía:

Coira, Pepe (1999), Antonio Román, director de cine. Xunta de Galicia. Edición en lengua gallega.

Internet:


Los últimos de Filipinas, de Antonio Román:
https://m.youtube.com/watch?v=4-fJoAbaPaw


Ilustración de esta página: Cartel de Los últimos de Filipinas, de Antonio Román

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