Rafael Utrera Macías

Los sucesos de Baler y los acontecimientos referidos a la pérdida de Filipinas contienen los suficientes asuntos históricos y humanos para interesar a escritores y cineastas del pasado y del presente. El estreno, en diciembre de 2016, de 1898. Los últimos de Filipinas, de Salvador Calvo, permite rememorar intenciones, en unos casos, y evidencias, en otros.

Así, el mismo guion de Llovet al que anteriormente hemos aludido, interesó, en 1960, al realizador Ignacio F. Iquino y, años más tarde, tanto al actor y productor Sancho Gracia (padre del actor Rodolfo Sancho) como al director José Luis Garci (éste con guion de Juan Manuel de Prada); todos se quedaron en proyecto. En el ámbito literario, Manuel Leguineche publicó, en 1998, su novela “Yo te diré: La verdadera historia de los últimos de Filipinas”, y, ya en 2014, el citado escritor y guionista de Prada, ha dado a la luz una voluminosa narración titulada “Morir bajo tu cielo”.

A su vez, la investigación histórica ofrece recientes títulos como el libro “Los últimos de Filipinas. Mito y realidad del sitio de Baler”, de Miguel Ángel López de la Asunción y Miguel Leiva (al tiempo, asesores históricos en la película de Salvador Calvo), donde han precisado de forma rigurosa la nómina personal de cada uno de los soldados, muertos o vivos, atrincherados en la iglesia de Baler. En fin, que el libro fundacional de Martín Cerezo y las crónicas redactadas por Fray Gómez Carreño han sido los cimientos de un inmaterial edificio donde se han combinado precisos factores históricos con imaginados sucesos legendarios.


1898. Los últimos de Filipinas (2016), de Salvador Calvo

Producción

El productor principal es Enrique Cerezo. Su larga trayectoria en el cine español viene avalada por títulos dirigidos por José Luis Garci (You´re The One, Tiovivo C. 1950) Vicente Aranda (Juana la loca), Álex de la Iglesia (Mi gran noche, Las Brujas de Zugarramurdi), Emilio Martínez Lázaro (Las 13 rosas), José Antonio Quirós (Pídele cuentas al rey), junto a otro tipo de películas como los documentales de Diego Galán (Con la pata quebrada) o el último cortometraje de Luis García Berlanga (El sueño de la maestra). Dispone de los derechos sobre la mayor parte de la filmografía del cine español, comprados a sus primitivos propietarios, desde Chamartín o Cifesa a Masó y Querejeta, así como de compañías extranjeras, caso de RKO, donde Ciudadano Kane no es la única “joya”. La “Historia de nuestro cine”, el programa que Televisión Española está emitiendo actualmente, acumula un bloque de casi seiscientos títulos cuyos derechos pertenecen al presidente de Egeda, es decir, a Cerezo.

1898. Los últimos de Filipinas ha tenido un presupuesto de producción que sobrepasa los seis millones de euros. Más allá de las ayudas oficiales, está coproducida o participada por otras entidades y empresas audiovisuales, ya sea Televisión Española, Tele Madrid o la emisora “13 TV”, propiedad de la Conferencia Episcopal Española, a las que se supone conocedoras del guion además de estar de acuerdo con el tratamiento del tema y la conformación de los personajes, ya sean militares o eclesiásticos.

La distribución del film se ha hecho por medio de la firma internacional Sony Pictures Spain, y el número de copias para su exhibición en salas se ha elevado a 327. Como se ve, el productor Cerezo ha mimado su película, un producto sobre el que tiene humanos intereses y personales afectos; siguiendo su costumbre, su intervención en la producción fue mínima, aunque solicitó a sus máximos responsables la presencia en el film de la canción “Yo te diré”.


Guionista

El guionista es el cubano Alejandro Hernández. Es autor de un guion titulado, precisamente, “1898”, aunque, en este caso, referido a su país natal y a su guerra por la independencia, que nunca llegó a filmarse. En el cine español ha guionizado, entre otros títulos, Todas las mujeres, de Mariano Barroso, por el que recibió el Goya al mejor guion adaptado, y Caníbal, de Manuel Martín Cuenca, donde Hernández también fue coproductor.

El encargo de escribir 1898. Los últimos de Filipinas le viene por el productor Pedro Costa (quien le facilitó el texto radiofónico de Llovet) cuando el proyecto estaba no sólo en ciernes sino concebido como serie televisiva compuesta de dos capítulos. Sobre ello trabajaron el productor Cerezo y Televisión Española, quienes habían encargado el guion a los hermanos Javier y Pablo Olivares (los inmediatos creadores de la serie “El Ministerio del Tiempo”; alguna información complementaria indica que en este guion también participó el novelista Arturo Pérez Reverte). Lo cierto es que la hipotética serie quedó diseñada para ser exclusivamente largometraje. Y a partir de aquí, Alejandro Hernández entró en el proyecto; construyó un guion propio, en el que depositó ciertas experiencias aprendidas como soldado en Angola; éste será convertido en película por Salvador Calvo y un equipo de acreditados profesionales entre los que sobresalen el compositor Roque Baños, el director de fotografía Álex Catalán, el director artístico y de producción Carlos Bodelón, y la diseñadora de vestuario Paola Torres.


Director

Aunque la película está siendo considerada como “ópera prima” y a Calvo como director novel, puesto que es su primer “largometraje cinematográfico”, la experiencia acumulada durante años en los rodajes de televisión le convierten en un curtido profesional de los medios audiovisuales. De Policías a Motivos personales, de Niños robados a Lo que escondían sus ojos conforman un currículum televisivo que se adorna con el telefilm Masala, interpretado por Belén López y José Coronado, para “Tele5”, sobre conflictividad en las aulas y profesoras que dan su vida por mejorar educación y docencia.



Una historia novelada

En 1898. Los últimos de Filipinas se conjugan los factores “históricos” con los “novelescos” tanto en cuestiones temáticas como en representación de personajes. En efecto, a la hazaña llevada a cabo y vivida por los soldados españoles en el sitio de Baler a lo largo de un año, con sus enemigos, nativos de una parte y enfermedades de otra, se añaden circunstancias imaginadas que contribuyen a la construcción de un guion donde la verosimilitud no tiene por qué coincidir con la crónica.

En tal sentido, el conjunto de personajes queda dividido entre “históricos” e “inventados”; al primer grupo pertenecerían el capitán Enrique de las Morenas (Eduard Fernández), el teniente Saturnino Martín Cerezo (Luis Tosar), el médico Rogelio Vigil de Quiñones (Carlos Hipólito), Fray Carmelo (Karra Elejalde), junto a los soldados José (Ricardo Gómez), Juan (Patrick Criado), Carvajal (Miguel Herrán), entre otros; el segundo, estaría integrado, básicamente, por el sargento Jimeno (Javier Gutiérrez) y el soldado Carlos (Álvaro Cervantes).


Carlos, el dibujante. Jimeno, el sargento. Carmelo, el fraile

La voz en off con la que se inicia la narración es precisamente la evocación que hace este Carlos, soldado extremeño nacido en Fuenlabrada de los Montes, de los terribles sucesos vividos en los largos meses de reclusión durante 1898 y 1899. Como testigo de los mismos, sufrirá, en sus carnes y en su espíritu, los desastres de la guerra; sus magníficos dibujos, ejecutados con mano diestra, quedarán huérfanos porque, manco de la misma, habrá comprobado que, como desde el principio le advirtió el sargento, “la guerra envicia” para matar. Es éste militar, Jimeno, el personaje más alejado del supuesto “honor guerrero”; muy al contrario, su comportamiento, a la defensiva, de una parte, y a la ofensiva, de otra, le sitúa en el límite de las exaltaciones antipatrióticas a las que, probablemente, su herida de la cabeza ha contribuido algo más que de forma simbólica. Y como a Carlos, nada humano le será ajeno, la amistad con Carmelo, el fraile, le aportará apertura de miras hacia cuestiones que, su corta experiencia vital, no le ha permitido aprender; no será la más beneficiosa, precisamente, el consumo de opio al que el cura le acostumbra no tanto como vicio sino como alivio del dolor físico y, sobre todo, moral.


Personajes militares

Los personajes militares están precisados con arreglo a sus rangos pero sobre todo a sus respectivas personalidades. El capitán de las Morenas se alinea, según sus propias palabras, con “los que quieren volver a casa” antes que “conseguir medallas”; el perrito que le acompaña (aquel perrito de Celso en la película Baler) connota a su propietario con un punto de debilidad y con profunda añoranza familiar, lo que no impedirá cumplir sus deberes militares y, víctima de enfermedad, morir en la batalla de la vida.

Por su parte, Martín Cerezo es presentado como hombre de fuerte personalidad para quien las leyes militares son inexorables y, consecuentemente, nada existe fuera de ellas; la mejor manera de llevarlas a cabo es aplicándolas al desertor y la duda sobre documentos y personas siempre tendrá un artículo del código en el que apoyarse.

El teniente médico Rogelio Vigil de Quiñones dispone del don de la templanza para solventar situaciones irracionales y, como seguidor de Hipócrates, defiende el poder curativo de la naturaleza, en su caso, esas frutas o legumbres, imposibles de obtener desde el interior de la iglesia, pero remedio eficaz contra el beri-beri, la enfermedad compañera de los suyos.


La canción “Yo te diré”

El personaje femenino “equivalente” a la nativa Tala en la película de Román está aquí interpretado por Alexandra Masangkay en el papel de Teresa. Es conocida del sargento Jimeno, quien desde el primer momento la etiqueta como mujer pública y de poco fiar. Sólo canta por dinero y, en función de la cantidad recibida, despacha tres palabras o susurra la mitad de media estrofa. Ella será quien cante “Yo te diré”: los soldados oyen “Me falta tu risa/ me faltan tus besos/ me falta tu despertar”.

Además, frente a la iglesia, los nativos montan una “performance” de hombres y mujeres en la que Teresa canta “Mi sangre latiendo/ mi vida pidiendo/ que tú no te alejes más”, lo que saca de quicio sexual a la soldadesca española. En la primera versión de Los últimos de Filipinas, el soldado “cantaor” de flamenco desafiaba al enemigo en respuesta a la susurrada canción y recibía un mortal balazo del tagalo; aquí y ahora, Martín Cerezo, no está dispuesto a soportar los envites sonoros del enemigo, de modo que, fusil en mano, no duda en disparar sobre Teresa y así apagar su voz y su vida para siempre.


Recepción de la película

Por más que las redes sociales no dejen títere con cabeza ante cualquier evento de singular importancia o de incuestionable necedad, ante 1898. Los últimos de Filipinas se han posicionado, con más ataques que defensas, acerca de contenidos y personajes del film. Así, basándose en los conceptos de “patriota” y “patriotismo”, se ha defendido la película de Román frente a la de Calvo, naturalmente pasando por alto el análisis de los contextos socio-políticos en que ambas se producen y se ven.

Y, en estrecha relación con ello, algunos artículos de periódicos se han preguntado, no precisamente con retórica interrogación ni contenida rabia, qué hace el canal televisivo de la Conferencia Episcopal Española (“13 TV”) patrocinando una película como ésta donde, al margen de su marcado tono antibelicista, no se priva de escenas lascivas, mantiene la dubitación y sentencia groseramente el carácter del cielo católico; por si fuera poco, presenta al fraile, ya sea éste Juan Bautista López Guillén o Félix Minaya Rojo, como habitual consumidor de opio, quien, además, instruye a su feligrés dibujante sobre el consumo del mismo.

Volviendo a cuestiones estrictamente cinematográficas, la película se ha presentado a los “Premios Goya” de 2017 (para trabajos estrenados el año anterior) avalado por dieciocho candidaturas, posteriormente convertidas en nueve nominaciones, que correspondieron a mejor “Director novel” (Salvador Calvo), “Actor revelación” (Ricardo Gómez), “Dirección de producción” (Carlos Bernases), “Director de fotografía” (Álex Catalán), “Dirección artística” (Carlos Bodelón), “Maquillaje y peluquería” (Milu Cabrer, Alicia López, Pedro Rodríguez), “Sonido” (Esquide, Ferro, Poulpiquet), “Efectos especiales” (Pau Costa, Carlos Lozano) y “Diseño de vestuario” (Paola Torres).

Sólo esta última se llevó el tan deseado Goya.