Enrique Colmena

Termina el año 2014, y con él llega, como es tan habitual, el momento de hacer balance de lo que ha dado de sí; en nuestro caso, lógicamente, hablaremos de cine, que es lo que mayormente toca en esta página.


Cine español con (aparente) acento vasco y (patente) andaluz

Se ha dicho, con cifras, que éste ha sido el mejor año del cine español desde que hay datos. Y es cierto, aunque también que casi la mitad de la recaudación la ha conseguido un único filme, Ocho apellidos vascos, uno de esos fenómenos sociológicos que muy de tarde en tarde se dan, cuando una película, por una serie de azares o por una alineación cósmica (que todo puede ser…) se convierte en un “must”, algo que todo el mundo debe ver.

La película de Emilio Martínez-Lázaro no es, ciertamente, una obra maestra, pero sí cuenta con desparpajo y gracia una historia de confrontación (en clave de humor) entre dos culturas, la vasca y la andaluza, obviamente llevada al tópico y a la exageración: por eso es una parodia. Su cifra de recaudación, que ha superado los sesenta millones de euros, ha roto todos los records previos del cine español, y ha conseguido que el año para nuestro cine sea, en cuanto a cifras, ciertamente extraordinario. Lo malo es que, sin esta película, la cuota de mercado del cine español sería la habitual, en torno al 12%, que no es como para tirar cohetes…

La segunda película de mayor recaudación de las del cine español en este 2014, en torno a quince millones de euros, ha sido El niño, la esperada nueva obra del ex crítico Daniel Monzón, tras el éxito comercial y artístico de Celda 211; para mí no ha sido una gran obra, pero sí es verdad que tiene los elementos adecuados para funcionar bien en taquilla; es cine comercial bien hecho, y se agradece. El tercer puesto en el ranking comercial del cine español de 2014 le corresponde a Torrente 5. Operación Eurovegas, la nueva entrega de la franquicia más guarrindonga de nuestro cine, de la mano de su autor absoluto, Santiago Segura, con una cifra en torno a los 10 millones de euros, bastante inferior a lo que habitualmente recaudaba esta serie, por lo que con un poco de suerte igual nos libramos de ella…

A partir de aquí las cifras no son muy seguras, pues nuestro ínclito Ministerio de Cultura trabaja como en la época de los Picapiedra, y los últimos estrenos con producción o coproducción española, como Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo, o Exodus: Dioses y Reyes, (sí, es también española, en coproducción con USA y Reino Unido) aparecen aún en la página de la institución ministerial con cifras evidentemente muy inferiores a las que realmente llevan recaudadas.

Sí es más o menos fiable la cifra de ingresos de La isla mínima, la muy notable película de Alberto Rodríguez, que ha superado de largo los seis millones de euros de recaudación. Para mi gusto es una de las mejores películas españolas del año atendiendo a criterios artísticos, un thriller angustioso en un paisaje de extraordinarias posibilidades cinematográficas, que es raro que hasta ahora no se hubiera utilizado en cine.

Fuera de los puestos de cabecera en el ranking de recaudación, pero con bastante más interés que el 90% de la producción española del año, estuvo Magical girl, la revelación de Carlos Vermut (que tiene apellido de bebida kitsch, pero también talento de clásico), merecidísima Concha de Oro en San Sebastián, un filme desasosegante con algunas de las mejores escenas que se han rodado en el cine hispano en los últimos años.

Pero, a partir de ahí, lo cierto es que se abre un páramo. En 2014, si hay que creer lo que dice la página del Ministerio de Cultura (aunque tiene una credibilidad bastante endeble, como bien sabe el cinéfilo), se habrían producido en España un total de 196 largometrajes, pero lo cierto es que gran parte de ellos ni siquiera se han distribuido comercialmente, siendo muchos de ellos productos sin relevancia industrial ni, lo que me temo es mucho peor, tampoco artística.

Así las cosas, bueno será no echar las campanas al vuelo con el cine español. Siempre nos alegraremos de que vayan las cosas bien comercialmente, pero no es bueno creerse que los espejismos son reales. El año próximo no habrá otro Ocho apellidos vascos. Me atrevo ya a pronosticar que la segunda parte del filme, a rodar en primavera con un equipo similar, no se acercará, ni de lejos, al éxito de la primera. Ah, y ojalá me equivoque…

Lo que sí parece curioso es destacar que, de las películas más taquilleras del cine español del año, dos tienen coproducción andaluza y están plenamente ambientadas en Andalucía (El niño y La isla mínima) y la tercera (Ocho apellidos vascos), que debió tenerla, presenta un evidente tema andaluz (además de vasco, claro). Pero es que además ha habido otras producciones andaluzas que, si bien no han tenido repercusión en taquilla, si que han aportado buen cine y de muy diversa temática: hablamos de The extraordinary tale, de José F. Ortuño y Laura Alvea, 321 días en Michigan, de Enrique García, y Thomas vive, de Antonio Cuadri. Así que el buen momento de las producciones andaluzas o las temáticas de Andalucía sigue en alza: qué bueno…


Cine europeo: En la variedad está el gusto

El cine europeo es el que nos ha dado mayores alegrías este año. Hemos podido ver un buen ramillete de películas de interés, de toda laya, de variopintas nacionalidades, temáticas y estéticas. Desde las frías tierras escandinavas nos llegó, por ejemplo, el díptico de Nymphomaniac (Volumen 1 y Volumen 2), de Lars von Trier, una curiosa indagación sobre el deseo femenino, aunque resultó ser bastante más casto de lo que se vendió. También escandinava es Alguien a quien amar, que actualiza y refresca el tema del padre con hijo (más o menos) sobrevenido al que habrá de aprender a querer.

De Centroeuropa nos llegó una pujante muestra del cine rumano, Madre e hijo, de Calin Peter Netzer, donde de nuevo esta cinematografía confirma su excelente momento. Otro cine centroeuropeo, el polaco, interesó con Ida, de Pawel Pawlikowski, que además triunfó en los Premios Europa (los Oscars europeos);

De Francia pudimos ver varios filmes interesantes, desde La vida de Adèle, de fuerte voltaje erótico, hasta la moderadamente satírica Crónicas diplomáticas o la desarmante, a fuer de extraña, El secuestro de Michel Houellebecq, pasando por el drama entre romántico y crípticamente nihilista de Joven y bonita, del siempre interesante François Ozon; también es francesa, aunque con temática foránea, El hijo del otro, que jugaba con el (improbable, que no imposible) intercambio involuntario de bebés entre una familia judía y otra palestina. De nacionalidad también gala, pero con parte de sus intérpretes iraníes y (lo que es más importante) su director también persa, es El pasado, notabilísimo drama de Asghar Farhadi, el autor de las magníficas A propósito de Elly y Nader y Simin, una separación.

Del Reino Unido nos llegaron varias propuestas de interés, como Jimmy’s Hall, la nueva aportación al cine comprometido de Ken Loach, ahora en tierras irlandesas y con historia de época, y Amanece en Edimburgo, de un actor, Dexter Fletcher, que se revela como un estimulante cineasta con este su segundo largo como director. También es inglesa, además de otras nacionalidades, El hombre más buscado, notable thriller de espionaje con un gran Philip Seymour Hoffman en uno de sus últimos papeles antes de morir. Y muy británica es Philomena, de Stephen Frears, que recupera el pulso con este drama sobre la aberrante (y lo que es peor, verídica) historia de las monjas que, allá por los cincuenta, actuaron arbitraria, crudelísimamente con las madres solteras de la época. Y en coproducción austro-germano-luxemburguesa nos llegó Amour fou, una (otra) rareza de la cineasta Jessica Hausner, una mirada esquinada a la literatura y el cine románticos.


Cine independiente USA: la pujanza de los indies

El cine independiente norteamericano sigue siendo un notable venero de buenas ideas y de interesantes películas; los presupuestos modestos permiten exploraciones e indagaciones que el cine comercial, con sus grandes costos, normalmente no pueden consentir. Hemos tenido de todo. Nebraska, por ejemplo, fue una muy atractiva historia sobre la América profunda y el amor paterno-filial, con un viejo Bruce Dern para comérselo y un Alexander Payne muy entonado como director. Excelente está también Tom Hardy como el cuasi autista protagonista de la sórdida La entrega, un thriller moderno con resabios clásicos, la historia de un perdedor que, a lo mejor, esta vez no pierde.

El cine indie no está reñido con las historias de ciencia ficción, como demuestra Snowpiercer, del coreano (trabajando en este caso para los USA) Bong Joon-ho, notable ejercicio de estilo sobre un mundo apocalíptico encerrado en el estrecho espacio de dos raíles de tren. Oscarizada, y con tanta razón, lo fue Dallas Buyers Club, con un magnífico Matthew McConaughey. Experimento curioso y peculiar es Boyhood, o como Richard Linklater rodó durante doce años (unos pocos días cada año, no todo el año…) a una familia ficticia, viendo como crecían ante nuestros ojos. Eso sí, no comparto el papanatismo de cierta crítica que ha creído que enteramente era El séptimo sello

De corte independiente y presupuesto modesto (pero no por ello menos interesantes) fueron Coherence, de James Ward Byrkit, una curiosísima experimentación sobre los infinitos universos paralelos, y Blue ruin, de Jeremy Saulnier, una variante muy especial sobre el thriller de venganza.


Cuando hasta el cine industrial yanqui es buen cine

Pues sí, aunque probablemente suene raro, lo cierto es que el cine industrial USA, los grandes blockbusters, hace tiempo que nos dejan todos los años un puñado de títulos que trascienden el mero interés taquillero para aportar cosas, algunas muy interesantes, desde el punto de vista del arte o del intelecto. Ya hasta el cine de superhéroes (en la mejor estela de El Caballero Oscuro y Watchmen) se permite historias tan atractivas y cinematográficamente bien resueltas como Capitán América: el soldado de invierno, de los hermanos Anthony y Joe Russo, nuevos en esta plaza pero apuntando, y de qué forma, buenas maneras. Christopher Nolan nos ha vuelto a sorprender este año con su nueva aportación, siempre tan original, tan brillante: Interstellar quizá no alcance la altura de anteriores cimas de su cine, pero sin duda es una muy interesante aportación al cine de ciencia ficción.

En el apartado bíblico, aunque Exodus: Dioses y Reyes no ha estado al nivel del mejor Ridley Scott, otro proyecto basado en el Antiguo Testamento, Noé, de Darren Aronofsky, sí que ha tenido atractivo. Por supuesto, en el ámbito de la fantasía el rey ha sido El hobbit: La batalla de los Cinco Ejércitos, la potente tercera parte de la (segunda) saga tolkieniana que lleva a la pantalla Peter Jackson. Por cierto, ¿lo próximo del neozelandés que será, una adaptación de El Silmarilion, también de Tolkien? Estaría bien…

Producto industrial pero también con interés es El amanecer del planeta de los simios, del siempre apreciable Matt Reeves, que juega con agudeza con el enfrentamiento entre monos y humanos. Tampoco es manca Perdida, la última película de David Fincher, a vueltas con falsos culpables y falsos inocentes, un thriller percutante y muy bien llevado. Terminaremos el repaso del cine industrial con Jersey Boys, el Clint Eastwood del año: alguien dijo que incluso un Eastwood menor (como es el caso) es siempre mucho mejor que cualquier filme medio americano; y no se equivocaba.


Otros cines, otras ausencias

Lamentablemente, las políticas de distribución en España, como en casi todo el mundo occidental, hace que se vea cine de Estados Unidos, en primer lugar, después del país aborigen (España, en este caso), y después del continente de pertenencia del país local (Europa). Aparte de ello, es notoria la falta de películas de otras procedencias. De Hispanoamérica, por ejemplo, apenas se ha visto nada; de Argentina, que suele aportar siempre varias muestras interesantes, este año apenas se ha visto un par de títulos de interés, Relatos salvajes y, en menor medida, Betibú. Qué decir entonces de otros continentes: ver cine africano o asiático (salvo las excepciones de rigor, algunas muestras de cine chino, japonés o iraní) en España es prácticamente imposible. Incluso el muy comercial cine australiano está desaparecido en combate desde hace años, salvo alguna muestra que este 2014, además, no hemos tenido.

Pie de foto: Los actores principales de Ocho apellidos vascos y su director, en un posado de boda.