Rafael Utrera Macías

Fernando Guillén (1932-2013), actor de teatro, cine y televisión, desarrolló una prolífica carrera que convirtió el arte de la interpretación en magisterio ejemplar.

De la infinidad de papeles desarrollados en cada uno de los medios mencionados, seleccionamos, en su recuerdo y memoria, al personaje de Don Juan, que Guillén interpretó de dos formas diferentes: en el film de Gonzalo Suárez Don Juan  en los Infiernos (1991) y, anteriormente, en la película de Pedro Almodóvar Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988). Al margen de sus aparentes divergencias ambas obras tienen un fondo común que las asemeja en algún punto temático y en cierta condición de personajes.

En Don Juan  en los Infiernos, el actor, que obtuvo un Goya por este papel, interpreta al personaje en las fronteras de la vejez, en tipo bien distinto al tradicional héroe de Zorrilla; es ahora un hombre en quien la sensualidad/sexualidad ha sido sustituida por la racionalidad y, en consecuencia, la espada ligera y la trivial aventura de otro tiempo dan paso a una mayor reflexión sobre el  sentido de la vida y la proximidad de la muerte. No en balde, los textos sobre los que se sustenta esta interpretación (más allá, naturalmente, del guión de Suárez) son los del drama de Moliére y el poema de Baudelaire.

En ambos, es ese espíritu analítico el que subraya la vertiente materialista de un personaje para quien la única evidencia es la exactitud de la matemática; su escepticismo ante el más allá le supone la ausencia del arrepentimiento y su inexcusable condena ante la contestación, afectiva y respetuosa, de Sganarelle (Mario Pardo), su criado.

Este Don Juan/ Fernando Guillén se presenta ante el espectador maduro y cansado, y, al tiempo, casado y separado. La réplica femenina la da Doña Elvira (Charo López) quien se mantiene distanciada del varón por cuanto es dama lúcida, juiciosa y reflexiva, capaz de  afrontar con tanta dignidad como grandeza sus contradictorios sentimientos.  Esta  mujer lejos de intentar salvar el alma de su esposo da preferencia a quedarse ante todo con su vida.

La mermada actividad amorosa de Don Juan, causada por esa incipiente vejez, conlleva aprovechar el tiempo disponible, sacar fuerza amorosa a la flaqueza vital e intentar ganarle la partida a la vida. Acaso sea demasiado tarde. Sin embargo, tras entregar el óbolo a Caronte para que éste le pase en su barca la laguna Estigia, en el último momento, todavía abriga la esperanza de que la muerte sea mujer.  

A este Don Juan clásico, los escritores del siglo XX, desde Azorín a Molina Foix, desde Madariaga a Torrente Ballester, han apostado por oponer un nuevo tipo, bien distinto al tradicional, en estrecha relación con el hombre contemporáneo, de manera que el personaje mujeriego y burlador tiene otras múltiples formas de manifestarse en la literatura y en el cine sin que el nombre y la figura de Don Juan, de Tenorio, se hagan evidentes.

Ahora será un hombre cualquiera, un ser anónimo que pasa por la calle, acaso un vecino a quien no conocemos suficientemente o, tal vez, ese profesional del doblaje cinematográfico que Almodóvar sitúa en Mujeres al borde de un ataque de nervios. Fernando Guillén es ahora Iván, que separado de su mujer (Julieta Serrano), abandona a Pepa (Carmen Maura), su penúltima aventura, y se dispone a viajar con una abogada feminista (Kiti Manver)…

En lugar de describir las distintas itinerancias de este moderno y metaforizado Don Juan, preferimos señalar una secuencia/prólogo que no sólo sintetiza el sentido de la película sino que ejemplifica, en temática y asunto, en elaborada síntesis de puesta en escena, en acierto de guión y dirección, la narración que se nos cuenta. A ello no es nada ajena la sutil capacidad interpretativa de Fernando Guillén.

Un galán, maduro, atractivo, recorre una calle por donde se cruza con mujeres de muy diversa tipología social y sexual, expresiva y comunicativa. Con respuestas más gestuales que verbales por parte de ellas, el nuevo donjuan/Guillén, micrófono en mano, saluda a ésta y a aquélla, piropea a una y a otra y les va diciendo:



Mi vida sin ti no tiene sentido

                                                       ¿Quieres casarte conmigo?

Mil y una noches no serían suficientes

                                                       No puedo vivir sin ti

Te quiero, te deseo, te necesito

                                                       Aquella noche en la selva fue maravillosa

Eres la geisha de mi vida. Sayonara

                                                      ¿Por qué no nos casamos por segunda vez?

Estoy dispuesto a aceptarte como eres

                                                      No me importa el éxito si tú estás a mi lado

Mi vida: hay cosas inequívocamente americanas

                                                      Estoy a tu disposición

Te acepto como eres, cariño

 

Fernando Guillén o la metáfora del seductor que persuade con la voz y cautiva con la mirada.



Pie de foto: Fernando Guillén en una imagen de Don Juan en los infiernos, de Gonzalo Suárez.