Rafael Utrera Macías

La directora Blanca Torres estudió Filología Hispánica en la Universidad de Zaragoza, donde tuvo como profesor al catedrático de Historia del Cine Agustín Sánchez Vidal, reconocido especialista en Buñuel, cuyos brillantes estudios, “Luis Buñuel, obra cinematográfica” o “El Mundo de Buñuel”, se unen a los publicados sobre Segundo de Chomón, Florián Rey y José Luis Borau. Nada de ello debió ser ajeno a los intereses de la alumna; su posterior dedicación profesional a la cinematografía, su especialización en el documental, han dado como resultado Análisis de sangre azul, una idea “que tenía Blanca desde hace años”, en palabras del codirector Gabriel Velázquez.

En este “documental”, no pasan desapercibidas determinadas cuestiones y situaciones que permiten relacionarlo con Las Hurdes. Tierra sin pan, el “documental” de Buñuel sobre la deprimida comarca extremeña. Aquel “ensayo cinematográfico de geografía humana” se refleja, delicadamente, en este “estudio antropológico y etnográfico”. Los lugares respectivos, Las Hurdes (Cáceres. Extremadura) como los Valles de Tena y Chislau (Huesca. Aragón), tan apartados, donde las enfermedades se ceban sobre sus primitivos habitantes, tienen tanto de atávica miseria como de potencial mítico; Buñuel, en su “documental”, acaso se fijó en la primera cuestión mostrando una colección de imágenes intencionadamente subrayadas en su significación y contexto por la voz en off; Torres y Velázquez, posiblemente, eligieron los aspectos míticos, escribiendo una ficción donde un desmemoriado inglés fecunda, por prescripción facultativa, satisfactoria y saludablemente, a las nativas del lugar, tal como vemos en la filmación y describe, con detalle, en los rótulos que la acompañan.

El año 1933

Los directores de Análisis de sangre azul hacen que ese ficticio personaje, el psiquiatra Pedro Martínez, filme su “película médica” en el nada inocente año de 1933, cuando la República comprobaba la derechización de la sociedad con la creación de partidos políticos como la “Ceda” (Confederación española de derechas autónomas) o “Falange Española”. La fecha referida a enero, podría pasar desapercibida al curioso espectador, pero no así las de abril y mayo, dado que coinciden con las relativas a la filmación del documental de Buñuel cuyo rodaje comenzó el 23 de abril y terminó el 22 de mayo; el día señalado por Martínez, 24 de mayo de 1933, es, precisamente, cuando el equipo del cineasta, compuesto por Eli Lotar (operador), Pierre Unik (ayudante), Rafael Sánchez Ventura (profesor de arte) y Ramón Acín (productor), regresa a Madrid con el material filmado.

Estos callados y secretos homenajes al paisano de Calanda, muestran otros múltiples detalles a lo largo de la película del doctor Martínez; la tantas veces mencionada “mirada de entomólogo” y la afición por los insectos, tan presentes en Las Hurdes, tienen su correspondencia en las diversas investigaciones del psiquiatra oscense en este mismo campo científico; tanto en el documental de Buñuel como en el de Torres y Velázquez, las explicaciones iconográficas y verbales (o escritas) sobre el paludismo distinguen muy bien entre el peligroso mosquito “Anopheles” y el inofensivo “Culex”. A los planos de sapos y culebras, además de otras especies diversas, en el buñueliano documental, se nos ofrece en este que ahora comentamos un largo repertorio de artrópodos terrestres, abejas y escarabajos, saltamontes y escorpiones, que convierten la secuencia en páginas filmadas de historia natural.

Del mismo modo, en uno y otro documental, las referencias a la primavera se hacen evidentes, aunque, las circunstancias climatológicas y sus efectos sean muy diferentes; si en la región de Las Hurdes es época muy dura para sus habitantes porque el hambre les obliga a comer cerezas inmaduras que les producen disentería, en la película del psiquiatra es beneficiosa para la salud mental ya que la locura se apacigua al contemplar el jardín del sanatorio.

Imágenes pictóricas, imágenes cinematográficas

La mostración de enfermos, vestidos o desnudos, con sus distintas tipologías físicas y psíquicas devienen en láminas fotográficas tal como reprodujo la bibliografía médica de aquellos años treinta; al presentar las imágenes de enanos y cretinos, la voz en off de Francisco Rabal en Las Hurdes. Tierra sin pan explica que “el realismo de un Zurbarán o un de un Ribera se queda muy corto ante una realidad como ésta”; al presentar en Análisis de sangre azul la distinta tipología de enfermos, quedamos asombrados de la inversa relación existente entre aspecto o desarrollo personal y su edad, bien precisada en un caso por Buñuel, “32 años” (anónimo), y, en otro, por Torres / Velázquez, “22 años” (Serena Latre), “30 años” (Ana Bescos). Acaso, ahora, sea la pintura del sevillano Diego Velázquez la que lleva a la semejanza si recordamos a sus enanos, locos y bufones, sea Juan Calabazas o Maribárbola. O en el caso del aragonés Francisco de Goya, sus “pinturas negras” remiten a la pura deformidad en “Los viejos comiendo” o en “El aquelarre”, donde impera la presencia fantasmagórica del macho cabrío.

Esos machos cabríos tan presentes en la película de Buñuel donde el director acertó con su disparo para que la cabra montesa se despeñara monte abajo y quedara para manjar de los hurdanos; por el contrario, en el documental de las tierras aragonesas, los bucardos del Monte Jacalito, próximos a extinguirse, acaso incorporen, según el doctor, en modo de fábula, a “el inglés”, desaparecido entre la espesura del bosque de Lenza.

Un “sin fin” valdelomariano

También, en modo de fábula, este “falso documental”, tan verdadero por otra parte, renombra el Valle de Chistau como Valle de Valdelomar (en los rótulos, el doctor unas veces lo grafía “Valldelomar” y otras “Valdellomar”), posiblemente un homenaje al cineasta granadino José Val del Omar, autor del “Tríptico elemental de España” (Agua-espejo granadino, Fuego en Castilla y De barro/A carinho galaico) por más que, en este caso, el recuerdo pudiera venir por los muchos documentales que el cineasta o cinemista filmó con y para las Misiones Pedagógicas (pueden verse en Criticalia los artículos de 23 de mayo de 2014, titulado Las misiones pedagógicas de Val del Omar (I), y 1 de junio de 2014, con el título José Val del Omar: “Tríptico elemental de España” (II). Además, Val del Omar finalizaba sus trabajos con el término “sin fin”, entendiendo que las películas, como la poesía, nunca están acabadas; el doctor Martínez no pone la palabra “fin” a las suyas, sino que cada título finaliza con la cola en blanco, sólo moteada por los desperfectos del celuloide o las partículas de polvo que se han adherido al mismo, de tal manera que, este fragmento, parece un film abstracto, semejante al de Javier Aguirre Múltiples. Número indeterminado.

Dedicatoria

El doctor Martínez acaba su película dedicándosela a su maestro Gregorio Marañón y al anatomista Juan de Dios Escolar, “cuyas ideas inspiraron esta película y la recuperación genética del valle…”. El nombre del ilustre doctor está ligado a Las Hurdes y a la película de Buñuel por diversos motivos: en 1922 formó parte de la comisión que, tras visitar la región, elaboraría un informe para el Ministerio sobre la situación social de la región; tras la recepción del mismo, el rey Alfonso XIII visitó la zona y, posteriormente, en 1930 volvió a hacerlo; sin embargo, con el advenimiento de la República, la entidad denominada Real Patronato, modificó su nombre al convertirse en Patronato Nacional y nombrar como presidente al Doctor Marañón. Cuando, en 1933, la película era exhibida, el conservador gobierno republicano la prohibió. Buñuel la proyectó para Don Gregorio a fin de que intercediera en su beneficio; la respuesta del presidente no pudo ser más airada, reprochándole al cineasta haber filmado lo peor; el aragonés tampoco se quedó callado.

Del pasado volvemos al presente: la otra persona mencionada en la dedicatoria, es el doctor Juan de Dios Escolar, un reconocido especialista en anatomía, médico, investigador y profesor de la Facultad de Medicina de Zaragoza; sus avales científicos a la película han debido ir mucho más allá de su presencia, física e intelectual, en la argumentación, rodaje y desarrollo de la misma. Queda así hermanado por el psiquiatra de la ficción a su ilustre antecesor, el autor de “Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla” o “La medicina y los médicos”.

Final

Esos créditos finales de la película del doctor Martínez, aún ofrecen dos detalles curiosos respecto a la relación de Las Hurdes. Tierra sin pan con Análisis de sangre azul. El laboratorio donde esta película ha sido revelada es el francés “Eclair”, la misma marca de una de las cámaras de manivela utilizadas por Eli Lotar en la película de Buñuel. En ella, Ramón Acín, artista y pedagogo, fue el productor ejecutivo, manejando aquellas veinte mil pesetas, parte del premio de la lotería navideña, que había prometido al director calandés si la fortuna le sonreía. En los créditos de la película recién estrenada tampoco falta el apellido Acín, aunque precedido, ahora, por el nombre de Raúl.

Pie de foto: Imagen de Análisis de sangre azul.