Rafael Utrera Macías

El Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla viene desarrollando, desde hace ya varias décadas, una intensa labor editorial que se bifurca en series especializadas y divulgativas; todo ello bajo rigurosas ediciones tanto por las materias tratadas como por la presentación de sus correspondientes formatos. Una de sus líneas de edición se conforma bajo el genérico “Ciencias de la Comunicación”; en ella aparecen temáticas referidas a prensa, radio y televisión; obviamente, el cinematógrafo tiene cumplida función en títulos como “El espejo deformado: versiones, secuelas y adaptaciones en Hollywood” (Concepción Cascajosa), “Inicios del cine en Sevilla (1896-1906): de la presentación en la ciudad a las exhibiciones continuadas” (Mónica Barrientos), “Carmen Global. El mito en las artes y los medios audiovisuales” (Virginia Guarinos y otros).

El último volumen publicado en la mencionada serie aparece con el título “Consolidación industrial del cine andaluz”. Su autor, actual profesor de la Universidad de Granada, es Francisco Javier Gómez Pérez quien defendió su Tesis Doctoral sobre semejante temática y consiguió con ella el premio (compartido) de la Radiotelevisión de Andalucía (RTVA) a la mejor investigación sobre el funcionamiento del audiovisual en esta comunidad autónoma. Ahora, seleccionados los materiales más idóneos de la misma, los ofrece en esta novedosa publicación a lo largo de 355 páginas.

Titular el volumen “Consolidación industrial del cine andaluz” supone dotarlo de connotaciones afirmativas, lejos ya de las dubitaciones existentes en torno al significado y la extensión de cada uno de los términos. El autor, por tanto, historia un proceso en desarrollo que llega a su culminación y, sin desdeñar fenómenos artísticos o estéticos, pone el dardo en los aspectos industriales de un cine, durante mucho tiempo etiquetado “de Andalucía”, al que, ya bajo ninguna duda, se le califica de “andaluz”, adjetivo que marca tanto cualificación como territorio.

Previamente a los correspondientes apartados que la edición ofrece, un prólogo del profesor Pérez Rufi nos pone en antecedentes acerca de la temática del volumen y de los posicionamientos seguidos, desde la transición a la actualidad, en torno al estudio de los cinemas surgidos en la etapa democrática. Y. seguidamente, es el propio autor quien responde con una “introducción” a la pregunta “¿Cine andaluz o cine hecho en Andalucía?”; en tal sentido, la existencia de productores autóctonos capaces de formar industria frente a elementos foráneos, quienes tomaban Andalucía como lugar de rodaje o como paraje adecuado a la temática de su película, es un rasgo básico para establecer los parámetros esenciales que caractericen y definan ese llamado “cine andaluz”.

A partir de aquí comienza el corpus esencial del trabajo, si bien distinguiremos entre partes de mera información al lector, collage de lo dicho por otros investigadores, de la valiosa aportación que en diferentes capítulos el volumen ofrece. En efecto, el bloque denominado “Producción andaluza: desde el sonoro al final del régimen franquista” es un balance de esos “brotes verdes” con los que determinados particulares o específicas productoras, generalmente de ámbito familiar, intentaron, en la mayor parte de los casos recurriendo al folklore, hacer un “cine andaluz”. La división por décadas no es más que un procedimiento arbitrario donde predomina lo cronológico frente a lo temático y estético. Ello hace que valores tan pertinentes como el cine de Juanita Reina y el de José Val del Omar aparezcan en un mismo espacio cuando su valoración merecería hacerse desde postulados estéticos bien distintos.

Esta síntesis, elaborada en base a lo que precedentes investigadores publicaron, tiene una específica y perceptible diferencia: los historiadores que vivieron los hechos narrados y fueron en tantos casos testigos de los mismos no dejan de hacerlo bajo, lo que podríamos llamar, una “mirada sentimental”; por el contrario, el autor del volumen comentado lo hace bajo  una “mirada distanciada”. Esta es la diferencia de aplicar un foco más cercano o más lejano al objeto de estudio; dos  generaciones, cada una desde su particular experiencia, enjuicia los resultados de un ejercicio cinematográfico desarrollado en un determinado contexto industrial, social, político y económico.

El auge del cine autonómico permite narrar los avatares de las principales productoras nacidas en Andalucía y vinculadas a su industria audiovisual desde la década de los noventa del siglo XX; entre otras, Maestranza Films, Juan Lebrón, La Zanfoña. Desde aquí y desde ahora, se establece una filmografía que, encajada en tales límites cronológicos, arranca en 1990 con Contra el viento (F. Periñán) y acaba en 1999 con Nadie conoce a nadie (M. Gil).

En medio, producciones y coproducciones que, lejos de su adscripción a un específico género, han sido hitos fundamentales en el “cine andaluz” y llamativos títulos dentro de la producción nacional o, incluso, de la internacional. Ahí están para demostrarlo Sevillanas y Flamenco (C. Saura), Yerma (P. Távora) y Solas (B. Zambrano). Y ello, sin olvidarse de otros títulos que, por diversos motivos, han tenido un cierto reconocimiento bien por sus valores temáticos, por sus cualidades técnicas, por sus adscripciones a un género: El factor Pilgrim (Amodeo/Rodríguez), Belmonte (J.S. Bollaín), Limpieza en seco (A. Fontaine), o la ya citada Nadie conoce a nadie.

Del mismo modo, un segundo bloque cronológico es el resultado de inventariar el conjunto de largometrajes filmados entre el año 2000 y 2010. Es decir, un arco temporal que empieza con Fugitivas (M. Hermoso) y podría acabar (por puras necesidades pedagógicas puesto que “la producción continúa”) con Flamenco, flamenco (C. Saura). Este apartado acoge un total de 42 títulos censados por orden cronológico. Esta o aquella producción andaluza es filmada por directores, nativos o foráneos, llamados Víctor Barrera, Chus Gutiérrez, Alberto Rodríguez, Antonio Gonzalo, Antonio Cuadri, José Luis García Sánchez, Benito Zambrano, Carlos Saura, Lola Guerrero, Santiago Amodeo, Álvaro Begines, Antonio Banderas, Antonio Hens, Paco Cabezas, Jesús Ponce, Chiqui Carabante, Pedro Témbury, César Martínez Herrada, Pedro Témboury  y  Ana Rosa de Diego, entre otros.

¿Cómo organiza el autor los comentarios de cada uno de los títulos?  No tiene un orden prefijado ni establece una estructura fija; una introducción contextualizadora, una focalización sobre aspectos concretos de la ficha técnica o artística, una señalización que va directamente a exponer el tema de la película, una descripción relativa al género para encuadrar (o “desencuadrar”) en él al film, etc., son motivos para centrarse en el mismo y abordar así el planteamiento adecuado. Obviamente, al tratarse de certificar los aspectos industriales, la elección del título y su catalogación no está regida por categorías artísticas o estéticas, aunque, naturalmente, estas no se desprecien en la formulación de su crónica particular.

Haciendo selectivo el listado de títulos, podremos encontrar comentarios a Amar y morir en Sevilla, Cuando todo esté en ordenUna pasión singularPolígono Sur (El arte de las tres mil), Carlos contra el mundo, El traje, Astronautas, Eres mi héroe, María QueridaHabana Blues, 15 días contigo, 7 vírgenes¿Por qué se frotan las patitas?, El camino de los ingleses, El corazón de la tierra, Retorno a Hansala y un largo etcétera que ya encuadra el autor en bloque genérico donde se reúnen producciones hace poco estrenadas o aún por estrenar.

Al igual que, dos décadas antes, la colección “El ojo andaluz”, editada por Productora Andaluza de  Programas, publicó “El cortometraje andaluz en la democracia”, ahora, un total de 54  películas quedan etiquetadas y estudiadas, según denominación de origen, como “cine andaluz”. Es, sin lugar a dudas, la parte más valiosa del volumen y se constituye en el “primer diccionario” publicado sobre filmografía de largometrajes del cine de esta nacionalidad.