Enrique Colmena

El cine de producción española continúa con su habitual divorcio de su propio público, en una actitud suicida que dice bien poco de sus fautores, empeñados en hacerse el harakiri (sepukku, parece que habría que decir con más propiedad) un año sí y el otro también. Huérfano este 2008 de los hombres/Midas de nuestro cine, Amenábar, Almodóvar y Santiago Segura, el cine hispano ha capeado malamente el temporal: al habitual despiste de productores y, sobre todo, directores, sobre el cine que realmente quiere ver el publico español, se ha sumado la crisis galopante que amenaza con llevarnos a una nueva Edad de Piedra.
Menos mal que, a falta de los hombres/milagro del cine español, ha acudido a la salvación de nuestros descerebrados cómicos, directores y guionistas el cine extranjero: las películas más taquilleras han sido, invariablemente, en coproducción con otros países, y en bastantes casos con porcentajes mínimos de participación para España en esas coproducciones. El filme español más taquillero del año ha sido “Los crímenes de Oxford”, del muy celtibérico Álex de la Iglesia, que ha recaudado 8,2 millones de euros, pero fue rodado en Inglaterra, con actores mayoritariamente anglosajones y temática de aquellos pagos. Le sigue “Vicky Cristina Barcelona”, de Woody Allen, con 7,2 millones de euros de recaudación, cuya producción española se limita al 50%, y cuya relación con nuestro país no pasa de la estampita turística y poco más. El tercer puesto del podio es para “Che, el argentino”, de Steven Soderbergh, con 6,7 millones de recaudación, donde la participación española en el presupuesto se reduce a un 25%, y cuya relación con España es anecdótica. El cuarto lugar es para “Astérix en los Juegos Olímpicos”, con una recaudación de casi 6 millones de euros y una participación española del 10%; sobre su relación con España mejor no hablar...
Si estos son los títulos de mayor relevancia, al menos comercial, en el cine español, parece claro que los extranjeros, esta vez, nos han salvado el pellejo. El año que viene tocan los Almodóvar y Amenábar correspondientes, “Los abrazos rotos” y “Ágora”, respectivamente, y algo se podrá salvar los muebles. Pero no se puede seguir así, con una clase artística disociada del público al que supuestamente se dirigen sus trabajos. Sobran bohemios, mamarrachos y menospreciadores de la clase media que les da sustento y financiación, y falta gente con auténtico talento que tenga ganas de expresarlo sin necesidad de grandes recursos económicos, sabiendo conectar con los espectadores, y saliendo de esa torre de marfil donde, como en el camarote de los Marx, hay ya todo un regimiento de comicastros y supuestos eruditos a la violeta…