Enrique Colmena

Perdón, pero no he podido resistirme a un trabalenguas como el que pone en bandeja el nombre del protagonista absoluto de la Trilogía del Señor de los Anillos, el ya no tan pequeño Elijah Wood, aunque para la ocasión los chicos de los efectos especiales lo hayan reducido a la mitad, más o menos, de su tamaño real actual, como si fuera una versión mediana (qué propio, dado el sinónimo de "hobbit") del personaje central de "El increíble hombre menguante".
Pues este Elijah Wood de nombre de pila con resonancias protestantes, como de pastor anabaptista, evangelista o cuáquero, que hay que pronunciar, si se quiere quedar bien y no como un zopenco sin don de lenguas, como "Ylaiya" (si no, parece que está uno pidiendo que escoja algo, "Elija, por favor, lo que quiera..."), es un actor joven en edad pero que lleva la pila de años haciendo cine. Y es que "Ylaiya" comenzó en esto del Séptimo Arte a la muy temprana edad de ocho añitos. Antes de eso ya había hecho una buena tanda de anuncios para televisión; entonces mayormente sus méritos no eran otros que los del niño bonito, uno de esos críos de los que los padres dicen que están para comérselos, y que luego, ya de mayores, se preguntan por qué no se los comieron... En serio, el pequeño Elijah era una monada que, lógicamente, empezó por el palmito más que por otra cosa.
No obstante, los despiertos cazatalentos no tardaron en darse cuenta de que aquel niño de increíbles ojos azules no sólo servía para hacer babear a las mamás y abuelas espectadoras, ante lo tierno del chaval, sino que además tenía un genuino talento para la interpretación.
Así es como se inicia en el cine a partir de 1989, con pequeños papeles en títulos como "Regreso al futuro II", de Robert Zemeckis, o "Avalon", de Barry Levinson, donde interpreta al propio director del filme (lógicamente cuando era un renacuajo, no ya de viejo pellejo...), en esa película de carácter autobiográfico. No sería hasta 1992, a la edad de once años, que conseguiría su primer papel protagonista en "La fuerza de la ilusión", uno de los trabajos más endebles de Richard Donner, donde lo mejor era claramente el pequeño Elijah. Ese mismo año da la réplica, en un papel secundario, nada menos que a Mel Gibson, en esa especie de versión libérrima de "El retrato de Dorian Gray" que es "Eternamente joven", de Steve Miner.
Su fama seguía creciendo; así, en 1993, ya con la pubertad a la vuelta de la esquina, hace uno de esos papeles típicos de los preadolescentes yanquis, una nueva versión del clásico de Mark Twain "Las aventuras de Huckleberry Finn". En ese camino hacia la popularidad tuvo que competir con muy serios rivales, al menos sobre el papel. En "El buen hijo", por ejemplo, cuando tenía doce años, se las vio nada menos que con un Macaulay Culkin en pleno apogeo de su fama y, también hay que decirlo, de su endiosamiento; claro que las comparaciones, que siempre son odiosas, confirmaron en este caso la extraordinaria capacidad interpretativa del pequeño Wood, y las nulas dotes para otra cosa que no fuera poner el mismo careto de siempre del entonces pequeño Culkin (que está, por cierto, más perdido que el barco del arroz, como decimos en mi tierra).
Posteriores empeños estuvieron casi siempre por debajo de sus capacidades; así, "Un muchacho llamado Norte" (ver crítica en CRITICALIA) era la surrealista historia de un chico que pretendía divorciarse de sus padres, y "Flipper" una versión costeada y en pantalla grande del clásico televisivo sobre el delfín y su amigo infantil. Pero también pudo dar la talla en filmes de mayor enjundia e interés, como en "The war", de Jon Avnet, con Kevin Costner, o en "La tormenta de hielo", el filme del taiwanés Ang Lee ambientado en los Estados Unidos de los años setenta. Probó también, ya de adolescente, el cine de catástrofes, con "Depp impact", en la que Mimi Leder ponía al mundo en la fatídica trayectoria de un meteorito, y también el cine de terror para púberes en "The faculty", del hispano Robert Rodríguez. Algunos trabajos posteriores sin relevancia parecieron oscurecer su estrella.
Entretanto, pasando el tiempo, y cuando Elijah/"Ylaiya" frisaba la mayoría de edad, se habló de él como el posible Obi Wan Kenobi joven del Episodio I de "La Guerra de las Galaxias", la denominada "La aventura fantasma", aunque finalmente George Lucas se decantó por un Ewan McGregor que no ha hecho sino despotricar desde entonces de su papel y de la serie. Afortunadamente para Elijah, el joven pero ya consagrado actor fue el elegido para el elegíaco (en el sentido de persona llena de tristeza y pesar, en este caso por el peso del Anillo del que es Portador) papel de Frodo Bolsón, el legendario mediano al que el Hado hará enfrentarse al Señor Oscuro, Sauron, según la homérica Trilogía imaginada por John Ronald Ruelen Tolkien.
Es cierto que el personaje de Frodo, que tiene su miga, difícilmente podía permitir el lucimiento de un actor de sus aptitudes, pues es un papel que, aun siendo centro y eje de toda la trama tolkieniana, está muy condicionado y diluido en el tremendo fragor de personajes, hazañas épicas e historias líricas que componen el denso entramado tejido por su autor literario. Pero, aun así, está claro que Elijah Wood se ha convertido ya en el permanente rostro del personaje del amo de Bolsón Cerrado, el frágil pero a la vez ignotamente fuerte Frodo, y que en sucesivos empeños, ya conocido "urbi et orbi", puede dar mucho más de sí de lo que hasta ahora la mayoría de sus películas le han permitido mostrar.