Enrique Colmena

Se ha publicado recientemente la lista de los diez mejores directores de cine (y de las diez mejores películas) que decenalmente realiza la revista “Sight & Sound”, tras encuestar a un elevado número de críticos. Como resulta que a mí, incomprensiblemente (ejem...), no me han preguntado, voy a echar mi cuarto a espadas sobre esos supuestos diez mejores cineastas de la Historia.
Veamos antes cuáles son, según los críticos encuestados por “Sight & Sound”, esos diez mejores; por riguroso orden de preferencia, están: Orson Welles, Alfred Hitchcock, Jean-Luc Godard, Jean Renoir, Stanley Kubrick, Akira Kurosawa, Federico Fellini, John Ford, Sergei M. Eisenstein, Francis Ford Coppola y Yasujiro Ozu, estos dos últimos “ex aequo”.
Nada que objetar por mi parte a los nombres de: Welles, el más grande y barroco creador que haya dado el cine, aunque habría que relegar a su sobreestimada “Ciudadano Kane” de ese puesto de privilegio (es considerada por los críticos de marras como la mejor película de la Historia, que ya es decir), y considerar otros filmes suyos también magníficos, incluso más: la bellísima historia de amor y muerte de “La dama de Shanghai”, la austeridad plena de creatividad de “Macbeth”, la villanía en estado puro de “Sed de mal”, la visión personalísima sobre Kafka de “El proceso”, entre otros filmes más irregulares pero que contienen purísimos destellos diamantinos; tampoco nada que decir sobre el gran Hitch, ese tópico “Mago del Suspense” que hoy día es ya reconocido como uno de los incontestables, autor de una filmografía que era algo más, mucho más que mera intriga: la rotunda historia de amor cuasi necrófilo de “Vértigo”, la creación de atmósfera de “Rebeca”, el desamparo de los inocentes en “Falso culpable”, “Yo confieso” y “Con la muerte en los talones”, la ambigüedad calculada de “Extraños en un tren”, el perfecto mecanismo de relojería de “El hombre que sabía demasiado”, el horror cotidiano de “Los pájaros”.
Ahora, por Jean-Luc Godard sí que no paso; he aquí una muestra del papanatismo que sigue aquejando a la clase crítica; pero hombre de Dios, ¿quién se acuerda a estas alturas de algún título de Godard? Salvo “Al final de la escapada”, su primer largo, que debe mucho de su consideración a la simpatía suscitada por la torpeza realizadora que demostrara el bueno de Jean-Luc, será difícil que los cinéfilos de hoy día sean capaces de citar algún título más. Y que conste que tiene algunos, como “Alphaville”, que merecen la pena por la extraña atmósfera que consigue. Pero, después de la década de los sesenta, Godard no ha vuelto a dar ni una vez en el clavo, primero enfangado en un cine supuestamente revolucionario que no llegaba ni a la puerta de la esquina y después perdida la mínima inspiración de su primera etapa.
Y si de Godard decimos esto, ¿qué decir de Jean Renoir? Otro caso de gazmoñería crítica. Para más inri, “La regla del juego” se incluye entre las diez mejores películas de la lista de “Sight & Sound”. Digámoslo ya: Renoir debe su prestigio más que nada a ser hijo del pintor Auguste Renoir y a ser miembro del influyente Partido Comunista Francés; pero, ¿quién ha visto hoy día “Boudu salvado de las aguas” o incluso la citada “La regla...”. Más conocida es “La gran ilusión”, pero tampoco alcanza esa categoría de obra maestra absoluta que muchos le otorgan por el sempiterno seguidismo de otras voces presuntamente más autorizadas; reconozco el mérito de algunos de sus filmes realizados bajo pabellón USA, como “Aguas pantanosas” o “Esta tierra es mía”, pero poco más. Desde luego, muy lejos de ser uno de los diez mejores directores de la Historia del Cine.
Reconozco y comparto la admiración hacia Stanley Kubrick, uno de los cineastas más versátiles jamás habidos: títulos como “Atraco perfecto”, “Lolita”, “Espartaco”, “Teléfono rojo” o “La naranja mecánica” ya le harían tener un lugar preferente entre los cineastas, pero es que obras maestras absolutas como “2001, una Odisea del Espacio” y “Barry Lyndon”, o la extrañísima y sugerente “Eyes wide shut”, le confieren sin duda un puesto de honor entre los diez primeros.
Lo mismo digo sobre Akira Kurosawa, el más occidental de los cineastas orientales, bravísimo cineasta con obras espléndidas como “Rashomon” o “Los siete samuráis”, en su primera etapa de madurez, y una segunda marcada por la melancolía y una inusitada capacidad de creación visual, con títulos tan hermosos como “Dersu Uzala”, “Kagemusha” o “Ran”.
Sobre Fellini tengo mis dudas sobre si merece un puesto de honor entre los diez primeros; desde luego no debe serlo por “Ocho y medio”, sobrevalorado filme más o menos autobiográfico, aunque sí lo podría ser por otros que gozan de menor prestigio pero mayor enjundia, como la sencilla y bellísima “La Strada” o la más compleja pero también vibrante “Amarcord”, o incluso las irregulares pero brillantísimas “El Casanova de Fellini”, “Roma” y “Ginger y Fred”. ¿Y qué decir, entonces, de John Ford? Lo cierto es que con este cineasta de origen irlandés pasa una cosa curiosa: detestado durante su etapa en activo por la “inteligentsia” gauchista, que lo tildaba desde fascista hasta machista y racista, ahora parece que esos mismos quieren lavar su mala conciencia colocándolo en el pedestal del más grande cineasta jamás habido. Y ciertamente hizo algunos westerns extraordinarios, como “La diligencia”, “Centauros del desierto” y “Dos cabalgan juntos”, e incluso otros filmes grandes fuera del género, como “Las uvas de la ira”, sobre la Depresión Americana, o la bucólica “Qué verde era mi valle”; pero, con todo, parece un bagaje insuficiente para estar entre los diez primeros.
¿Y qué decimos de Eisenstein? Me parece correcta su incluso en la lista, porque, además de la espléndida “El acorazado Potemkin”, cuya capacidad de fascinación se mantiene incólume a pesar de los casi ochenta años que tiene encima, tiene títulos de aquella primera etapa, como “La huelga” y, sobre todo, “Octubre”, plenos de pujanza y vigor; de su última etapa cabría destacar “Alexander Nevski”.
En cuanto al puesto “ex aequo” para Coppola y Ozu, estoy conforme con el primero: la trilogía de “El padrino” ya sería suficiente para ello, y no digamos si añadimos exquisitas aproximaciones al alma humana en filmes como “La conversación” y, sobre todo, “Apocalypse Now”. Pero no paso por Ozu; ¿quién, que no sea un ratón de filmoteca, ha visto algo de este cineasta japonés, al que Wenders idolatra por su cine tranquilo y con frecuencia bostezante? Ya está bien de papanatismos, por favor...
O sea, que de mi lista se caen: Godard, Renoir, Fellini, Ford y Ozu, y añado:
--Charles Chaplin. Por Dios, ¿cómo no está el más grande hacedor de cine entre los elegidos de la crítica? Desde la ternura sin límites de “El chico” hasta la sátira inmisericorde de “El gran dictador”, desde la fábula sobre la condición humana de “La quimera del oro” a bellísimas historias de amor como en “Luces de la ciudad” o dorados crepúsculos como “Candilejas”, casi todo el cine chapliniano es enorme.
--Ingmar Bergman: Otro apestado para la lista de los críticos, sin embargo es un extraordinario cineasta que ha sabido como nadie mezclar la grandeza del teatro con la magia del cine, y a partir de esa mixtura obtener genuinas obras maestras, con títulos como “Secretos de un matrimonio”, “Gritos y susurros” y “El séptimo sello”.
--Carl Theodor Dreyer: ¿Cómo se olvidan del más importante de los cineastas metafísicos? Su cine está plagado de piezas magistrales que se preguntan sobre el sentido del Hombre y de Dios, desde “La pasión de Juana de Arco” a obras insuperables como “Dies Irae”, “Ordet/ La palabra” o “Gertrud”.
--Howard Hawks: el más completo, a fuer de polifacético, de los grandes cineastas: hizo de todo en Hollywood, con obras maestras en todos los géneros: la comedia (“Bola de fuego”, “La fiera de mi niña”, “Luna nueva”), el western (con sus épicos “ríos”: “Río Rojo”, “Río de sangre”, “Río Bravo”...), el cine negro (“Tener y no tener”, “El sueño eterno”), la aventura (“Sólo los ángeles tienen alas”, “Hatari”)...
--Billy Wilder: el “dios” de Fernando Trueba debe tener un lugar entre los diez más grandes cineastas de la historia; no sólo por sus espléndidas comedias (“El apartamento”, “La tentación vive arriba”, “Con faldas y a lo loco”, “Primera plana”, entre otras muchas), sino porque supo cultivar con éxito otros géneros: el cine negro, en “Perdición” y “Testigo de cargo”, el drama, en “Días sin huella”; e incluso el cine bélico, en “Traidor en el infierno”.
Así que mi lista quedaría como sigue (sin orden de prelación): Welles, Hitchcock, Kubrick, Kurosawa, Coppola, Chaplin, Bergman, Dreyer, Hawks y Wilder. ¿A qué es mejor que la de los críticos publicada por “Sight & Sound”? Para que aprendan...