Enrique Colmena

Anda que la nueva dirección de la Academia de Cine de España, bajo la presidencia del productor, distribuidor y exhibidor Enrique González Macho, se está cubriendo de gloria: tras la nefasta decisión de hurtar la posibilidad de ser premiados a los actores menores de edad (ver nuestro artículo Académicos: dejad que los niños se alejen de mí), ahora vuelven a meter la patita con su última decisión, enviar como candidata a los Oscar a Pa negre.

Vayamos por partes, como decía Jack El Destripador: Pa negre es una buena película, y cuenta en su haber con virtudes tales como ser cine de postguerra sutilmente distinto, no como esas habituales adaptaciones novelísticas ambientadas en la negra etapa de la Guerra Civil Española o los años posteriores, que incluso han llegado a acuñar una denominación ciertamente despectiva: el cine de tazón, por el hecho de que en esas películas invariablemente aparecen esos cacharros para tomar leche, generalmente migada, que niños con ojos de cartilla de racionamiento engullían en películas mal (a posta) iluminadas y con vestuario en apariencia mísero pero con pinta de estar recién confeccionado. No, el filme de Agustí Villaronga es creíble, estimable, una visión particular de unos años atroces en un contexto local pero ciertamente reconocible y plausible. Otra de sus virtudes, y no la menor (aunque esto dicho desde Andalucía a lo mejor suena raro…), es el hecho de ser un filme hablado en catalán, con lo que por primera vez una película rodada en una de las lenguas vernáculas regionales españolas podría ser candidata al Oscar, posibilidad que no puede ser sino un motivo de satisfacción.

Pero ahí acaban, seguramente, las bondades de esta elección, y empiezan los desaciertos. Al Oscar no se envía, o no se debería enviar, una película que, con independencia de sus méritos artísticos (que en este caso concurren, como queda dicho), no tiene posibilidad alguna de “pillar cacho”, como dice la gente joven hodierna. Veamos: dentro de la Academia de Hollywood, formada mayormente por gente mayor (valga la anáfora), los que votan, en el caso del Oscar a la Mejor Película en Habla No Inglesa (vulgo Mejor Película Extranjera), son gente aún más mayor, aquellos académicos que ya no tienen actividad profesional, por razones de edad y achaques, y entretienen su tiempo y lo que les queda de vida en ver filmes foráneos que el resto de sus colegas, por razones de agenda, no pueden atender. Consecuentemente, el criterio mayoritario es el de esta capa de académicos de edad provecta y, por ello, generalmente muy conservadora. No parece que sea precisamente ese el mejor de los públicos para un filme que habla de represión dentro de un régimen dictatorial como fue del Franco, ni de humillaciones y vejaciones a gente ideológicamente de izquierdas.

Pero es que, además, los académicos españoles lo tenían fácil: descartada La voz dormida (la tercera pata de la terna que se consideró para nuestra candidata a los Oscar), por las mismas razones apuntadas para Pa negre, el filme que nítidamente podía tener posibilidades de conseguir algo era precisamente la tercera en discordia, La piel que habito, por razones tan obvias que parecen de cajón: cuenta con guion y dirección de Pedro Almodóvar, conocido y más que reconocido en la Academia de Hollywood, donde ha conseguido ya dos Oscar y es el cineasta español más prestigioso. Para más inri, protagoniza Antonio Banderas, nuestro actor más internacional y con una carrera en Hollywood que ya alcanza dos decenios, siendo tan “uno de los suyos” como “uno de los nuestros”. Es cierto que la historia es un punto lunática, quizá algo excesiva para las acartonadas mientes de los carcamales académicos (perdón por la redundancia…), pero también tiene un look de modernidad cuasi minimalista, con colores puros y una excepcional pulcritud formal, que son cualidades muy apreciadas por el Asilo de Hollywood; uy, perdón, por la Academia de Hollywood…

Porque a ver si nos enteramos: a los Oscar no vale enviar películas estupendas sin opción alguna de conseguir el premio; para ese viaje nos quedamos en casa; lo que hay que proponer son filmes que tengan posibilidades reales de traerse la estatuilla, con lo que ello supone de prestigio para una cinematografía que, como la española, tan necesitada está de impulsos comerciales. Porque esa es la clave: aquí estamos hablando de incentivos económicos vía la inmensa publicidad que supone el escaparate de los Oscar. Los criterios artísticos han de ser reservados para otros empeños, pero no para este.

Seguro que los académicos españoles no se enterarán, pero al menos no será porque no se lo hayamos dicho…