Enrique Colmena

Podría haber sido apropiado que este a modo de necrológica, esquela u obituario sobre Antonio Tabucchi se hubiera escrito antes de su muerte, acaecida el pasado 25 de este mes de marzo de 2012, y este texto se hubiera mantenido en el congelador hasta que el escritor italiano entregara la cuchara, como coloquialmente decimos en mi tierra. Y lo hubiera sido porque, como es sabido, una de las características más peculiares del personaje central de su novela más famosa, el periodista de Sostiene Pereira, era su dedicación, casi empecinamiento, por escribir necrológicas para los famosos que, por mor de sus edades o achaques, estaban ya con un pie en el otro barrio.

Pero no, la escribimos ya con el novelista de cuerpo presente, y hablamos de él en esta página sobre todo por la adaptación que de su famoso libro hizo Roberto Faenza en 1995, la historia de un maduro gacetillero en el Portugal salazarista, un hombre que habrá de sacar fuerzas de flaqueza en su pusilanimidad para afrontar la represión del régimen del dictador luso, en un personaje que el gran Marcello Mastroianni, a las puertas de la muerte, hizo inolvidable.

Tabucchi fue un hombre cuya vida artística pivotó sobre una premisa curiosa: siendo italiano de nacimiento y de convicción, sin embargo su obra, pero también su vida, se focalizó hacia personajes, localizaciones, historias y ambientes portugueses, en un puñado de novelas y algunas obras de teatro que, sin embargo, fueron elaboradas en su lengua materna, la italiana.

Se cuenta, seguramente en una de esas ficciones que por hermosas merecerían la pena ser verdad, que se enamoró de Portugal leyendo en una estación de ferrocarril, el célebre poema Tabacaria, de Álvaro de Campos, uno de los heterónimos de Fernando de Pessoa, y que desde entonces su vida cambió radicalmente, entregándose por entero a la causa del portugués y de la cultura lusa.

Pero la obra de Tabucchi llevada al cine no se limita a Sostiene Pereira, aunque es cierto que fue el filme que más relevancia y prestigio le confirió. Ya en la década de los ochenta, concretamente en 1989, su novela Nocturno hindú fue adaptada por el cine francés con Alain Corneau en la dirección y Jean-Hughes Anglade al frente del reparto.

En 1993 será el cine luso, con Fernando Lopes en la dirección, el que llevará a la pantalla La línea del horizonte, sobre una de esas historias extrañas que de vez en cuando paría el escritor, con un patólogo que recibe, para practicar su autopsia, el cuerpo de un joven sospechosamente parecido a él mismo veinte años atrás… Aunque lusa de producción, la cabecera de reparto está encabezada por los muy franchutes Claude Brasseur y Andréa Ferreol, y hasta hubo hueco para nuestro Antonio Valero.

Tras Sostiene Pereira en 1995, aún hubo otros dos títulos tabucchianos llevados al cine. En 1998 es el suizo Alain Tanner el que rueda Réquiem, con la que el cineasta helvético engarzará con dos anteriores filmes suyos, Jonás, que cumplirá los veinticinco en el año 2000 y A años luz.  Finalmente, será la cinematografía española la que rodará en 2001 Dama de Porto Pim, sobre el relato homónimo del novelista italiano.

Escribo novelista italiano y se me hace raro: para un hombre que casó con fémina portuguesa, sus hijos son lusos, tenía casa en Lisboa, dirigió durante varios años el Istituto Italiano de la capital lisboeta y vivió muchos años en la dulce tierra de Camoens, ¿no cabría decir, al menos, que fue un novelista italo-luso?

Su obra es una declaración de amor a Portugal, pero también es una peculiar mirada sobre el mundo de los siglos XX y XXI, sobre todo en la tierra lusitana, pero también en otras latitudes. El cine podría hacer posiblemente grandes cosas con algunos de sus títulos aún vírgenes en la pantalla: La cabeza perdida de Damasceno Monteiro y Tristano muere, entre otros, podrían dar mucho juego en cine, siempre y cuando se olviden esos grandes pecados del cine europeo, el acartonamiento y la qualité, bolas de naftalina que terminan apestando al más vigoroso de los escritores; recuérdenlo, ya pasó con Saramago: qué horror aquella La balsa de piedra



Pie de foto: Marcello Mastroianni, inolvidable en Sostiene Pereira