Enrique Colmena

Hace ahora algo más de cuatro años publicaba en CRITICALIA un artículo titulado “La Transición Española: tanto por contar”; venía a decir, me parece que no sin razón, que el período histórico conocido como tal no había tenido apenas reflejo en cine. Pasado este tiempo, habrá que decir que algo se ha arreglado, aunque aún quede mucho por hacer: en 2006 se estrenó "Salvador Puig Antich", sobre la lacerante historia del anarquista ajusticiado por el franquismo en 1974; ese mismo 2006 se hizo "GAL", aunque en este caso los hechos narrados ya entraban en la etapa de los gobiernos socialistas; planteaba la tortuosa historia de los crímenes de Estado perpetrados en la década de los ochenta, con patinazos tales como el secuestro de Segundo Marey, un pobre jubilado sin relación alguna con los etarras, confundido por los ineptos agentes secretos de pacotilla contratados “ad hoc”.
Pero ha tenido que ser la televisión la que tire del carro para, más recientemente, poner en pantalla hechos históricos ocurridos durante la Transición. Muy apropiadamente, la figura central está siendo la del Rey Juan Carlos, sin el que la historia de ese convulso período histórico no hubiera sido la misma (y desde luego no hubiera sido mejor, ni mucho menos...). El monarca ha aparecido hasta ahora, como figura central, en dos productos televisivos: en la tv-movie “20-N: Los últimos días de Franco”, dirigida por Roberto Bodegas, se puso en imágenes uno de esos momentos que marcó la historia de España del siglo XX: el mes y pico de agonía que precedió a la muerte del entonces Jefe del Estado, con las conspiraciones y movimientos que tanto los miembros más acérrimos del régimen como los hombres del entonces Príncipe de España tuvieron que realizar para intentar afianzar sus posiciones en aquel instante crucial. El papel del Príncipe fue encarnado por Fernando Cayo, un actor poco conocido, que aparecía en “El orfanato” en un papel secundario, pero cuyo parecido físico con el Borbón se sumó a una inteligente interpretación que no buscó tanto la imitación como la identificación con el futuro monarca.
El otro momento clave de la Transición ha sido también llevado a la pequeña pantalla en la miniserie de dos capítulos de la realizadora catalana Silvia Quer, “23-F: El día más difícil del Rey”, sobre el intento de golpe de Estado que el 23 de Febrero de 1981 llevó a cabo el teniente coronel Tejero, de la Guardia Civil, en connivencia con algunos militares de alta graduación, como el teniente general Milans del Bosch y el general Armada, este último preceptor del propio Rey y amigo íntimo, en una traición que recuerda, salvando las distancias que procedan, la de Bruto con respecto a Julio César. Aquí el monarca está interpretado por un actor almodovariano, Lluis Homar, que consigue un notable resultado, en una miniserie de modesto presupuesto pero que contó con una muy adecuada progresión del suspense en una historia que era realmente la Historia: en España todo se puso en juego aquel día, y hoy estamos aquí porque quien debió cumplir con su deber lo hizo.
Hay incluso una tercera miniserie en la que aparece el monarca, "Una bala para el rey", dirigida por Pablo Barrera, que ya no transcurre durante la Transición sino en 1995, cuando un comando etarra intentó acabar con la vida del soberano con un rifle de mira telescópica, si bien aquí la figura de Juan Carlos es prácticamente testimonial, centrándose toda la trama en la conspiración para matar al rey y el operativo montado por la Policía para evitarlo.
Cuando se escriben estas líneas se anuncia la grabación de una miniserie de televisión de dos capítulos sobre la vida y la obra política de Adolfo Suárez, quien fuera primer presidente de la democracia española y al que los habitantes de esta piel de toro nunca agradeceremos suficientemente la delicadísima labor de orfebrería que hizo para desmontar, desde dentro, el franquismo que estaba enquistado en todas las instituciones del Estado, y dar paso a un régimen parlamentario manifiestamente equiparable con cualesquiera otros del entorno español.
La miniserie recorrerá la juventud del político abulense, su entrada en el llamado Movimiento Nacional, partido único que Franco se inventó sobre las bases de grupos de origen fascista como Falange Española, su carrera dentro del franquismo a la sombra de su mentor Fernando Herrero Tejedor, su paso por Televisión Española como director general, y su posterior llegada a la Secretaría General del Movimiento, ya como ministro bajo la presidencia de Arias Navarro, cargo que le haría parecer, ciertamente, como el hombre menos apropiado para conducir la Transición, cuando el Rey, en junio de 1976, le encarga la tarea de formar gobierno y pilotar la llegada de la democracia.
Todos aquellos que se mofaron de él (el "repeinao", le decía Alfonso Guerra), con el tiempo, han reconocido la labor impagable de este modesto abogado de no muy vasta cultura pero sí dotado de un fínísimo sentido político, que le permitió llevar a cabo la complicadísima tarea de desmontar, desde dentro, un régimen anquilosado y resabiado, que no pudo digerir que fuera precisamente uno de los suyos quien le obligara a inmolarse en un público harakiri.
Como curiosidad, en esta miniserie aparecerá por primera vez en pantalla (si mi memoria y la IMDB no me fallan) el personaje de Felipe González, el que fuera presidente del gobierno entre 1982 y 1996, otro hombre clave en la Transicion Española y, por supuesto, en el desarrollo de la democracia, sin el que no se podría entender la historia de España de estos últimos treinta años.
Pero hay aún otros interesantes momentos históricos de la Transición Española sin llevar a la pantalla, ya sea grande o pequeña: la abortada Operación Galaxia, que no fue sino un bosquejo de lo que después sería el golpe del 23-F; los sucesos de Montejurra en 1976, con el inicuo complot del aún fuerte franquismo para acabar con la deriva izquierdista del Partido Carlista, con el trágico resultado de dos muertos y varios heridos; los fusilamientos en septiembre de 1975 de tres miembros del FRAP y dos de ETA, últimas condenas a muerte llevadas a cabo por un franquismo literalmente agonizante (Franco murió apenas dos meses después), ajusticiamientos que el mundo en bloque, con el Papa Pablo VI a la cabeza, intentó evitar.
Queda mucha tela que cortar, entonces, sobre esos casi siete años convulsos que dieron la vuelta a España como un calcetín, y que la Historia conoce como la Transición Democrática o Transición Española: ea, pues manos a la obra...