Enrique Colmena

Tomo prestado el título de la serie de biografías comparadas que el historiador griego Plutarco escribiera entre los siglos I y II de nuestra era, para hacer unas Vidas paralelas entre el cineasta norteamericano Lawrence Kasdan y el español Imanol Uribe, aprovechando que ambos han estrenado casi simultáneamente sus últimos filmes como directores, ¡Por fin solos! y Miel de naranjas, respectivamente.
A primera vista podría creerse que no hay parecidos entre estos dos cineastas, y sin embargo, hay más de los que pudiera suponerse.

Por ejemplo, aunque teóricamente, por sus nacionalidades, uno sería americano y otro europeo, sin embargo ambos nacieron en América, Kasdan en la capital de Florida, Miami, y Uribe en San Salvador, la capital de El Salvador. Ambos, además, nacieron con apenas un año de diferencia, Lawrence en 1949 e Imanol en 1950.

Las carreras cinematográficas se inician también casi al unísono: Kasdan firma su primer guión para el cine en 1980, nada menos que el de El imperio contraataca, el segmento V de la saga de Star Wars, y en 1981 hace lo propio con En busca del Arca perdida, de Steven Spielberg, primer capítulo de la (por ahora) Tetralogía de Indiana Jones. Por su parte, Uribe había empezado su carrera como director un año antes, en 1979, con El proceso de Burgos, un documental sobre el famoso juicio que el régimen franquista entabló contra militantes del independentismo vasco. En 1981, y todavía en clave vasquista, dirigiría La fuga de Segovia, en la que narraba la verídica evasión que varios presos etarras llevaron a cabo en los albores de la Transición desde la cárcel de la ciudad del acueducto.

Kasdan inició en ese mismo año de 1981 su carrera como director, que a partir de entonces tendría primacía sobre la de guionista; aunque todos sus filmes cuentan con libretos suyos, raras veces ya lo ha hecho para otros. Fuego en el cuerpo sería su primer filme como director, una estimulante incursión en el cine negro, con evidentes reminiscencias de grandes filmes como Perdición o El cartero siempre llama dos veces, pero ahora con una inusual franqueza sexual, imposible en los títulos clásicos citados.

Curiosamente, Uribe, en 1983, realiza otra película en la que el sexo es fundamental: en La muerte de Mikel el cineasta vasco pone en solfa los prejuicios sociales, pero también políticos (incluso entre los supuestamente progresistas sectores abertzales), ante un hombre, un militante de la izquierda nacionalista, que revela públicamente su condición homosexual.

Kasdan hará durante esa década varios títulos esenciales en su filmografía: Reencuentro , en el 82, plantea la difícil reunión de antiguos compañeros, en una película que tuvo buena acogida; tres años después hace su aportación al western (postwestern, habrá que decir) con Silverado , estilosa visión sobre un género ya entonces difunto, con notable elenco y la aparición por primera vez en un personaje estelar de Kevin Costner. En 1988 dirigirá El turista accidental , que empieza a denotar la tentación por el surrealismo de Kasdan, y que fue acogida con frialdad, como su siguiente empeño, Te amaré hasta que te mate, en clave de comedia negra absurda, que tampoco funcionó.

Curiosamente, algo parecido ocurrirá con el cine de Uribe durante ese período: en 1986 hace Adiós, pequeña , un intento fallido de cine negro a la vasca, con una Ana Belén en uno de sus personajes menos creíbles; peor le fue con su posterior empeño, La luna negra, que buscaba infructuosamente hacer cine de terror celtibérico, con escasísima repercusión artística y comercial.
De nuevo los paralelismos, incluso cronológicos: los comienzos de los años noventa serán buenos para ambos. Kasdan, en 1991, consigue la que se reputa como su mejor película, Grand Canyon , un hermoso drama sobre la amistad y las relaciones humanas; Uribe, ese mismo año, consigue también su obra más reputada y aplaudida, El rey pasmado , entonada adaptación de la novela homónima de Gonzalo Torrente Ballester, una visión entre ácida y cómica sobre la España de los Austrias del siglo XVII, en pleno Siglo de Oro, con una bellísima fotografía que remitía a la pintura de Velázquez. Posteriormente ambos coincidirán de nuevo al afrontar sus probablemente mayores empeños en el mismo año, 1994. Kasdan hace Wyatt Earp , larguísima y costosísima biografía del celebérrimo sheriff y el famoso duelo en el O.K. Corral, y Uribe se enfrenta al lacerante tema del terrorismo etarra, viéndolo desde dentro, en Días contados . Sin embargo, aquí sí habrá una diferencia fundamental, pues mientras el filme de Lawrence es rechazado mayoritariamente por su morosidad y falta de ritmo narrativo, el de Imanol es aplaudido y conseguirá varios Goyas (los Oscar españoles) y el consenso general sobre su calidad.

El fracaso del postwestern de Kasdan (una fuerte inversión que se saldó con un formidable fiasco comercial) le hace volver al cine de presupuestos manejables en la comedia French Kiss , donde Meg Ryan y Kevin Kline consiguen un apreciable éxito. Sin embargo, para Uribe comienza entonces su declive: en 1995 hace Bwana , confusa historia sobre los inmigrantes subsaharianos (vulgo negros) que llegan desde África a las costas andaluzas, que se resuelve sin pena ni gloria. Kasdan, a partir de entonces, también entra en el marasmo. En 1999 hace la ambiciosa Mumford , que tenía cierto interés pero resulta un fracaso en taquilla, y en el siglo XXI (hasta la fecha de escribir estas líneas) sólo ha hecho dos filmes, la mediocre El cazador de sueños , donde se limitaba a poner su oficio al servicio de la adaptación al cine de la novela homónima de Stephen King, y ahora ¡Por fin solos!, olvidable dramedia sin mayor interés.

Paralelamente, la carrera de Uribe no ha vuelto a levantar cabeza. En 1999, a punto de volver el recodo del nuevo milenio, hace Extraños , sobre la que todavía se hacen cábalas sobre qué quería decir, si es que quería decir algo. En 2000 hace Plenilunio , adaptación de la notable novela de Antonio Muñoz Molina, muy inferior a su original literario. En 2002 juega la carta del cine poético en El viaje de Carol , pero tampoco le sale la jugada. Vuelve en 2007 a la adaptación de un éxito novelístico con La carta esférica, según el texto original de Arturo Pérez-Reverte, pero de nuevo estamos ante una versión pulcra pero sin alma de un material sensiblemente superior al fílmico. Para rematar esta etapa de mediocridad, la reciente Miel de naranjas parece confirmar que el talento de Uribe (que lo tuvo, como evidencian títulos como La muerte de Mikel , El rey pasmado y Días contados) se esfumó como el humo.

Tal como el de Kasdan: si exceptuamos Fuego en el cuerpo, Silverado y Grand Canyon, el resto de su cine es olvidable.

Así que, ¿son o no son vidas paralelas, profesionalmente hablando, las de estos dos cineastas teóricamente tan dispares?



Pie de foto: Un jovencísimo Kevin Costner en Silverado, uno de los éxitos de Lawrence Kasdan.