Aquellos días felices

El enorme éxito hace un par de años de Los chicos del coro parece haber puesto de moda en el cine francés el cine con grupos de niños, aunque no necesariamente conflictivos, como los del filme de Christophe Barratier, aunque, siendo tiernos infantes, conllevan necesariamente problemas de todo tipo. En este caso parece que estamos ante un filme en alguna medida autobiográfico de los directores, Toledano (de evidente origen español, si atendemos a su castellano apellido) y Nakache, que ya ensayaron este mismo tema en el cortometraje Ces jours heureux.

Se nos cuenta la historia de un joven director de campamento (aunque el actor que lo interpreta frisa ya los cuarenta “tacos”: no hay como ponerle una pelambrera díscola y una buena capa de Titanlux al madurito de turno para que aparente tener veintipocos años…), que tendrá que lidiar no sólo con varias decenas de niños y adolescentes, cada uno de su padre y de su madre (nunca mejor empleada la frase hecha…), sino también con un grupo de monitores de toda laya: la tímida hasta lo enfermizo, la supuesta sanitaria sin título que la respalde, el negro que le saca punta divertida a todo, el canadiense con halitosis, la sílfide tirando a pasota pero de la que se enamorará inevitablemente…

Con estos mimbres, Toledano y Nakache componen una película divertida sobre las relaciones que se establecen en los campamentos infantiles de verano, con algunas secuencias ciertamente muy divertidas (cfr. la visita al museo de la alpargata), aunque en otros casos se opte por los lugares comunes, y con frecuencia los personajes actúen más al dictado de lo que los guionistas quieren que hagan que conforme a una evolución natural y lógica.

Con todo, Aquellos días felices es una cinta entretenida, evidentemente intrascendente, que busca hacer pasar un rato agradable con las burradas de los niños, los amoríos de los pre-púberes, las inseguridades de los adolescentes, las ansiedades de los adultos, todavía tan próximos a esa edad indefinida, que alguna vez creímos duraría siempre, llamada infancia.