Pelicula:

Las ominosas (cuál no lo es) guerras de los Balcanes siguen constituyendo un venero incesante en el cine de las antiguas repúblicas yugoslavas. En Bajo el sol tendremos tres historias en las que los problemas étnicos que derivaron en aquellas conflagraciones bélicas, al morir Tito (cuyo régimen de hierro era el endeble mortero que mantenía unidas a comunidades muy diversas), serán determinantes en las relaciones amorosas de tres parejas.

Es curioso porque pareciera haber un aliento como a cine italiano en estos tres relatos, e incluso se podría hablar de ciertos tributos u homenajes a tres muy distintos maestros itálicos. De esta forma, en el primer segmento el director bebería en las fuentes del Rossellini de Roma cittá aperta (1945), con su cine desgarrado y desgarrador, con su tragedia estúpidamente sobrevenida; en el segundo el cineasta de referencia sería un De Sica, un drama cuasi existencial con final tal vez feliz; y en el tercero la figura a homenajear sería Antonioni, con su incomunicación e incluso su forma de contar historias, con planos fijos en los que los personajes entran, salen, actúan.

La primera historia, titulada Jelena e Ivan, está datada en 1991. Los vientos de guerra surcan la entonces todavía Yugoslavia, en este caso entre Serbia y Croacia. En ese contexto, un chico croata, trompetista en la banda local, está ennoviado con una muchacha serbia; ambos planean huir juntos a Zagreb, pero no corren buenos tiempos para los romances interétnicos. Es quizá el segmento más endeble, una historia un tanto elemental que juega la baza del tremendismo, aunque hay que reconocer, por supuesto, que ocurrieron en aquel ignominioso conflicto bélico hechos tan execrables, o más, como el que cierra el relato.

La segunda historia lleva por título Natasa y Ante, y está ambientada en 2001. Las guerras balcánicas ya han terminado hace algunos años, y los estados resultantes se aplican a reconstruir sus maltrechas economías e infraestructuras. En ese contexto, una madre y su hija, ambas serbias, que han perdido a su marido y hermano, respectivamente, en la reciente guerra, vuelven a su hogar devastado para reconstruirlo e intentar empezar de nuevo; el carpintero que les hace las reformas, croata, constituirá un problema en la relación de las mujeres: mientras la madre obvia que es de la misma nacionalidad que los que mataron a sus familiares, la hija se siente escindida entre el rencor hacia él, aunque no fuera culpable de nada, y un creciente deseo sexual. Esta es, seguramente, la mejor de las tres historias, muy bien matizadas las distintas posiciones de los tres protagonistas, tres seres zarandeados por el destino, tres personas cuyas vidas han sido destrozadas por la guerra y que deberán aprender a convivir a pesar de los resentimientos étnicos que el conflicto bélico ha sembrado en sus almas. La resolución, abierta y en algún modo no del todo negativa, parece querer apostar por una solución favorable en los desencuentros entre los balcánicos.

El tercer segmento es Marija y Luka, y se ambienta casi en nuestros días, en 2011: la guerra ya es un ominoso recuerdo, sobre todo para las nuevas generaciones, pero no así los resquemores entre comunidades. Un joven croata vuelve, contra su voluntad, a su pueblo, desde la ciudad, donde cursa estudios universitarios; visita con reticencia a sus padres; intuimos que en el pasado ambos le compelieron a hacer algo contra su voluntad: el joven fue enviado a la ciudad para evitar su enlace con una chica serbia… Interesante historia, nos habla de que la estela de la guerra es muy, muy alargada, y que aunque los cañones hayan dejado de sonar durante una generación, los hijos de los que lucharon en la batalla siguen enemistados, aunque tal vez no para siempre. El último plano, bellísimo y esperanzador, de alguna forma fordiano, vale por toda la película.

Buen trabajo en el guion y la dirección del croata Dalibor Matanic, con el tono realista que es consustancial al cine balcánico (menos Kusturica, se entiende, que va por libre); es un cineasta que cuenta ya con una carrera apreciable, en títulos y calidad, y resulta estimulante su capacidad para contar historias matizadas, sutiles, donde nada es blanco o negro, donde los sentimientos están a flor de piel, donde casi todo está impregnado de ese conflicto bélico que tiñó de sangre y de resentimiento a los pueblos eslavos que, hasta ese momento, habían convivido, se habían mezclado, habían sido uno y muchos a la vez.

Curiosamente, Matanic opta por hacer que los protagonistas de sus tres historias sea la misma pareja de intérpretes, el croata Goran Markovic y la serbia Tihana Lazovic, lo que en principio despista algo, pero que pronto se revela como un interesante recurso: de esta forma es una única pareja interpretando varias situaciones, varias historias distintas, pero a la postre unidas por el mismo problema, la rivalidad enconada entre dos comunidades enfrentadas en una guerra abyecta (perdón por el pleonasmo…). También como curiosidad, un perro, el mismo perro, quizá un mixto lobo, aparece en las tres historias, un personaje mudo, un nexo de unión entre estas tres dolorosas muestras de cómo el ser humano se esfuerza denodadamente en lesionar a su prójimo, y qué difícil es después restañar esas heridas.

El filme fue justamente galardonado en varios festivales, entre ellos en la prestigiosa sección Un certain regard de Cannes, donde consiguió el Premio del Jurado.


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123'

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Bajo el sol - by , May 15, 2017
3 / 5 stars
Las heridas de la guerra