Se esperaba con expectación el nuevo filme de Alejandro González Iñárritu, tras su divorcio artístico de Guillermo Arriaga, el guionista que le “cocinó” las tres películas que le llevaron al éxito y el prestigio. Porque lo cierto es que tanto su iniciática Amores perros como la muy potente, ya plenamente norteamericana, 21 gramos, como la algo menos interesante pero también estimulante Babel, tenían un sello y una impronta que creíamos de Iñárritu, pero que, al desaparecer Arriaga de las tareas de guión (perdón, guion, como exigen que se escriba ahora los señores académicos de la Lengua Española: habrán dicho como el chiste de la pareja de viejecitos: María, ¿jodemos un poco?, sí, contesta la abuela, pues vístete que vamos a pedir el saldo al banco, le dice el viejo…), habrá que atribuir al libretista y no al director. Y es que aquí Iñárritu confirma su buena capacidad para crear imágenes, pero también su incapacidad para montar un guion como Dios manda, ayudado para la ocasión por un publicista y un autor novel: la verdad es que cambiar a un monstruo de los guiones, que le había conferido carta de naturaleza a su cine, por un pelanas de los spots y un primo (en sentido literal: Nicolás Giacobone es primo del director) con ínfulas de escritor, no podía terminar bien.147'