Pelicula: El cine de timadores es de los más agradecidos. A poco que se monte una historia con cierto ingenio y algunos golpes de efecto, ese niño que llevamos dentro (aunque a veces cueste tanto trabajo encontrarlo...) suele reaccionar con entusiasmo. En los últimos años hay ya casi un pequeño subgénero, desde la casi prehistórica, y tan notable, Casa de juegos, de David Mamet, a la mucho más reciente, y tan agradable, Nueve reinas, de Fabián Bielinsky, pasando por otras historias similares aunque menos afortunadas, como El último golpe, del propio Mamet.

James Foley es un cineasta al que tenemos respeto: no es Orson Welles, pero generalmente sus empeños, por superficiales que sean, tienen cierta envergadura: ha hecho vehículos para estrellas (¿Quién es esa chica?, para Madonna) y thrillers de la variante "intruso asesino" (Pasión obsesiva, con Mark Wahlberg), incluso melodramas judiciales con más peligro que un tonto con un "kalashnikov" (Cámara sellada, donde estaba inconmensurable Gene Hackman), y de todos ha salido con bien. Cuando, además, ha contado con un buen texto, como en el caso de Glengarry Glen Ross, curiosamente con guión de David Mamet, el resultado ha sido espléndido.

Pero aquí Foley ha fallado lamentablemente. Es cierto que la mayor culpa está en el pésimo guión, donde las supuestamente ingeniosas estratagemas de los timadores se sustituye, como quien no quiere la cosa, por simples "untamientos" de los funcionarios de turno: policías, agentes del FBI, empleados de aduana, directivos bancarios... todos son objeto de sobornos, y ésa es la supuestamente prodigiosa forma en la que un grupito de estafadores profesionales se hace con el correspondiente botín multimillonario. Pero no convence nunca: ni el final, que se ve venir a la legua y que está copiado "ad pedem litterae" del principio, y que además hemos visto ya tantas veces, con el memo al que le dan el timo de la estampita, aunque más costeado y con bastante ketchup semejando sangre, ni la estructura del engaño, ininteligible a fuerza de hacerla críptica: como decía el clásico, ya que no somos profundos, al menos seamos oscuros...

Así las cosas, el escaso crédito del filme reside en los actores, y ahí naufraga, como es habitual, Edward Burns, tan interesante director de comedias románticas como penco actor; Dustin Hoffman es el único que da relieve a su papel, un inquietante "capo" con algunas escenas hipnóticas; Rachel Weisz pone su palmito y poco más, y Andy García luce un "look" zarrapastroso que no le hará ser, precisamente, el hombre mejor vestido del año...

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100'

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Confidence - by , Sep 23, 2003
1 / 5 stars
Corrupción en vez de ingenio