Pelicula:

CRITICALIA CLÁSICOS


(En el 105 aniversario del nacimiento del cineasta tarraconense Pedro Lazaga, recuperamos la crítica de una de sus más estimulantes películas).


Pedro Lazaga fue uno de los directores más prolíficos del cine español. Fallecido prematuramente a los 61 años, sin embargo dirigió a lo largo de 31 años de carrera un total de 93 largometrajes, la mayor parte de ellos comedietas de poca monta, en buena parte inscribibles en el fenómeno de la subcomedia española conocido históricamente como “landismo”, al servicio de la comicidad de corto recorrido que jugaba con el españolito cateto, inculto y reprimido, una especie de Carpanta sexual que hizo fortuna (y qué fortuna, en términos económicos) durante la última parte de los años sesenta y buena parte de los setenta.

Sin embargo, Lazaga fue, en sus comienzos como director, a finales de los años cuarenta y, sobre todo, en los cincuenta, un cineasta que intentó hacer un cine distinto al que en aquellos tiempos se estilaba. No tuvo demasiado éxito en su empeño, pero al menos consiguió algunos títulos relevantes que están en la Historia del Cine Español. Su mejor película es, sin duda, esta Cuerda de presos, vigoroso thriller de transporte de presidiario, ambientado a finales del siglo XIX, cuando en la provincia de León se arresta a Garayo, conocido como El Sacamantecas, un psycho-killer que violaba y mataba mujeres llevado por un demencial frenesí sexual. Una pareja de guardias civiles, uno más maduro, el otro más joven, habrán de llevar al preso desde León hasta Vitoria, donde será juzgado. Esa travesía por los campos de León y del País Vasco (entonces las Provincias Vascongadas, según la nomenclatura franquista de la época…) será un viaje iniciático tanto para los civiles como para el recluso, en las que este intentará huir o hacer de las suyas violentando mujeres, y aquellos habrán de impedirlo a toda costa.

Lazaga, buen conocedor del cine mundial y de las tendencias en boga en aquellos tiempos, jugó aquí a conciencia con recursos de puro cine que consiguen dar como resultado una película impecable, la lucha entre Bien y Mal que, finalmente, terminará incluso relativamente diluida, cuando vemos que el felón del Sacamantecas, en el fondo, no era sino un pobre diablo arrebatado por unas hormonas irrefrenables. El director maneja con gran tino elementos como el montaje sincopado, que utiliza con extraordinaria inteligencia en la escena en la que los tres itinerantes viajan en un coche de postas, con un crescendo de la tensión que termina siendo casi insoportable, y también juega con complejos picados y contrapicados para explicar la tormentosa mentalidad del recluso, o con la niebla que permitirá una de las escenas más percutantes del film, o con una estética que remite directamente al wéstern más clásico.

Cuerda de presos es, entonces, una modélica muestra de lo que podría haber sido el cine de Lazaga si hubiera podido continuar por esta senda. El mal recibimiento por parte del público (normal, si tenemos en cuenta que su temática y estética nada tenían que ver con los gustos del espectador de la época, alienado entre folcloradas, patriotadas y, si nos permiten el palabro, “toreradas”) no le permitió seguir por ahí y ello, más temprano que tarde, le abocó a vivir manufacturando rutinarias comedietas de baja estofa dentro del landismo o en su periferia.

Basada en la novela homónima de Tomás Salvador (también autor de la historia en la que se inspiró Los atracadores, otra gran película del cine español de la época), Cuerda de presos pasa por ser, con toda razón, uno de los mejores films de los años cincuenta en España, una película modélica en su estética y en su temática, un historia inteligentemente contada, servida por actores que no eran de relumbrón, como el siempre seguro Antonio Prieto (que alcanzaría sus años de gloria tiempo más tarde, en el espagueti-wéstern), o el entonces todavía jovencito Germán Cobos, aunque el que está espléndido es Fernando Sancho, en el complejo papel del asesino en serie que, sin embargo, se mostrará tan vulnerablemente humano al final del viaje.


Chapó para la espléndida música de Enrique Franco, que resulta ser un intérprete más del film y se funde con él para conseguir la atmósfera de desasosiego que recorre todo el metraje, y también para la excelente fotografía del maestro Manuel Berenguer, en un blanco y negro exquisito que retrata bellamente los austeros paisajes leoneses.



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87'

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Cuerda de presos - by , Nov 10, 2023
4 / 5 stars
Vigoroso, modélico, puro cine