Pelicula:

En 1985, cuando Miguel Boyer abandona el ministerio de Hacienda del gobierno de España, coincidiendo con la aparición de rumores y cotilleos sobre su vida privada (por aquel entonces se encontraba en los inicios de su relación sentimental con Isabel Preysler), hizo fortuna una frase que el entonces ya ex ministro pronunció: “España es un país de porteras”.

Parece como si Gerardo Herrero, al hacer en 1994 su segundo largometraje como director, Desvío al paraíso, hubiera querido afirmar que no sólo en España se estila esa forma de ver la vida que es escudriñando hasta la saciedad (y hasta la suciedad...) la de los demás. La historia de su segundo filme como realizador va en esa línea, con un hombre de oscuro pasado, Quinn, del que casi nada sabemos salvo que, al parecer, ha matado al nuevo conserje de una urbanización para hacerse pasar por él. En su nuevo trabajo Quinn se manifiesta pronto como un hombre muy eficiente, pero también como alguien que tiene demasiada tendencia a meterse en la vida de las personas que le pagan. Especialmente interesado en una joven madre y su hija, que viven en la urbanización (llamada “El paraíso”, de ahí el título del filme), la historia desemboca en un violento thriller con el enfrentamiento final, totalmente desigual, entre la aguda inteligencia y la potencia muscular del delincuente y la mera fuerza que da el deseo de sobrevivir y de salvar a su hija de la mujer.

Desvío al paraíso es una loable incursión en un subgénero que se puso de moda en los años noventa, el que podríamos denominar “de intrusos”, en los que, invariablemente, alguien entraba en la plácida vida de una persona más o menos desprevenida, aunque generalmente era una pareja, y la destrozaba sistemáticamente; por supuesto, al final el intruso pagaba con su vida las muchas putaditas hechas a nuestros protagonistas. Títulos como Mujer blanca soltera busca..., De repente un extraño o La mano que mece la cuna son una buena muestra de este subgénero que años después languideció. Pero en 1994, cuando se hace Desvío..., estaba en plena pujanza, y lo cierto es que la aportación de Gerardo con esta película al bestiario de los intrusos es interesante: hasta ese momento habíamos tenido de todo, desde niñeras hasta vecinos, desde inquilinos a compañeros de piso, pero no se había tocado aún la figura del portero o conserje, que con tanta frecuencia concita el recelo de los vecinos de un inmueble: él o ella están siempre ahí, viéndonos al entrar y al salir, sabiendo qué visitas tenemos, escuchando con frecuencia nuestras conversaciones, a poco que las paredes sean delgadas (y son siempre delgadas...), conociendo quién nos escribe, tabulando toda nuestra vida cotidiana... Así que el hecho de que un conserje sea el “intruso”, el villano de la película, contaba de antemano con el beneplácito de mucha gente.

Claro que este conserje no es un pacífico portero normal, como todos conocemos, sino un delincuente que ha decidido desaparecer durante un tiempo en un trabajo honorable, pero sin olvidar su raza de maleante. Quinn es un personaje prototípico: como carne de presidio que es, su aparición en el microcosmos pacífico y confiado de una urbanización en Puerto Rico le confiere una extraordinaria ventaja, máxime con las facultades de que están investidos los porteros: hurgará en la basura buscando (y encontrando) asuntos íntimos de los vecinos, acosará a quienes no le gustan, ya sea de forma sibilina o por las claras, y finalmente irá a por la mujer que desea, por las buenas o, francamente, por las malas.

Con la impecable producción habitual en la productora Tornasol, Desvío al paraíso es un atractivo y percutante “thriller”, bien contado, que crea una atmósfera progresivamente opresiva, conforme el falso conserje va tomando los resortes del poder y va precipitando los acontecimientos, hasta desembocar en la lucha final, que sabemos como terminará, aunque nos da igual; en las películas de “intrusos”, éstos al final han de ser alevosamente “eliminados”, para producir la correspondiente descarga de la adrenalina que hasta ese momento se ha provocado que corra por las venas del espectador.

Mención especial para el trabajo de Charles Dance como el malévolo Quinn, en uno de los villanos más interesantes de la década, un malo consciente de su maldad y plenamente convencido de sus razones, que no son otras que aprovecharse de los demás e imponer su santa voluntad; Dance, con una mirada que taladra, confiere un poder cuasi hipnótico a este pérfido y falso portero que reúne en una sola persona todas las desconfianzas que tradicionalmente hemos mantenido sobre sus colegas (los de verdad, se entiende), y su duelo final con Assumpta Serna hará saltar chispas de tensión.


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97'

Año de producción

Desvío al paraíso - by , Feb 22, 2015
3 / 5 stars
No sólo España es un país de porteras