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William Wyler fue uno de los grandes cineastas de Hollywood; sin embargo, no goza de la misma reputación de sus pares, John Ford o Howard Hawks, aunque su talento fue seguramente parejo. Comenzó a dirigir en los últimos años del cine mudo, si bien su madurez artística la alcanzó a partir de mediados de los años treinta, ya en la etapa sonora, con una serie de títulos difícilmente olvidables, especializándose en grandes melodramas que Wyler realzaba como nadie. Fue el tiempo de Esos tres (1936), sobre la obra teatral de Lillian Hellman, en la que (dada la mojigatería de la época, con la censura del Código Hays ya vigente) tuvo que disfrazar la relación lésbica de las protagonistas en un triángulo al uso, con varón incluido; fue uno de los directores que mejor entendió el singular arte de Bette Davis, para la que rodó varios melodramas espléndidos, como Jezabel (1938), La carta (1940) y La loba (1941); e incluso se atrevió con los dramas góticos británicos, como su notable versión del clásico de Emily Brontë Cumbres borrascosas (1939).

Pero Wyler se manejaba también con soltura en otros géneros, como el western, en el que hizo El forastero (1940) y Horizontes de grandeza (1958), o la dramedia, en la que brilló con La señora Miniver (1942). Pero al hacer la película que le daría más fama y Oscars, Ben-Hur (1959), ciertamente un icono de la cultura popular de todos los tiempos (a pesar de sus evidentes carencias, como un metraje kilométrico y una segunda parte bastante menos interesante que la primera), Wyler cayó en los años sesenta en un bache de descrédito entre la crítica especializada (en aquella época muy combativa; son los años de la Nouvelle Vague, de Cahiers du Cinema, etc.), abanderada de la exquisita izquierda divina, que motejó el film protagonizado por Charlton Heston como un panfleto indigerible: por supuesto, el tiempo pondría  las cosas en su lugar, confiriéndole al film el papel preeminente dentro de las preferencias del público medio del que hoy goza.

Wyler no volvería a ganar el favor de los intelectuales hasta esta El coleccionista, adaptación al cine de la novela homónima de John Fowles, un extraño film que juega con varios conceptos de evidente complejidad: demencia, posesión, amor, odio, pasión. En una época, los años sesenta, en la que el cine se aproximaba hacia los desquiciados psíquicos (Psicosis, El estrangulador de Boston), El coleccionista buscó, con resultados interesantes, aproximarse a la mente de uno de estos sociópatas, en alguna medida también un psicópata, para intentar entenderlo desde dentro de su lógica.

Un taciturno empleado, Freddie Clegg, coleccionista de mariposas, consigue un importante premio económico en la quiniela. Entonces “cazará” a su más codiciada presa, una joven, Miranda Grey, de la que está secretamente enamorado.

Magnífico dúo protagonista, Terence Stamp y Samantha Eggar, justísimamente premiados en el Festival de Cannes. Stamp descolló por primera vez con su papel en esta película, si bien su carrera posterior fue un tanto dispersa, lo que ciertamente se puede decir también de Eggar. La influencia del film, sobre todo estilísticamente, fue importante en el cine rodado con posterioridad, a veces incluso entrando en el terreno del homenaje o tributo, como en el caso de ¡Átame! (1990), de Pedro Almodóvar, que presentaba una situación sensiblemente parecida.


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119'

Año de producción

El coleccionista - by , Aug 14, 2019
3 / 5 stars
El cazador de mariposas