Pelicula:

Tiene dicho Nate Parker, protagonista, guionista, productor y director de este filme, que su título, idéntico al que rodara D.W. Griffith en la década de los años diez del siglo XX, es irónico. En efecto, El nacimiento de una nación (1915), de Griffith, aparte de una maravilla desde el punto de vista técnico, es una abominable historia sobre la supuesta supremacía de la raza blanca sobre la negra, así que tiene un sentido irónico el hecho de que el filme que comentamos, una reivindicación del antirracismo y una apelación a la igualdad de las razas, lleve su mismo título, un siglo y un año después de aquella pionera película que es modélica en lo técnico y execrable en lo temático.

Parker es un actor afroamericano que, ciertamente, hasta ahora había tenido una filmografía no especialmente distinguida. Es, sin duda, un hombre con ideas interesantes, y muchas de ellas las plasma en este su primer largometraje como director, tras un par de cortos en esa faceta. Tiene Parker buena mano para las elipsis: ese libro encajado en la mecedora, que veremos inmediatamente después balanceándose, ya sin el volumen, como signo de que el pequeño protagonista se lo ha llevado; ese predicador en medio del sermón que ensangrienta el pañuelo cuando tose, siendo el siguiente plano ya el del hombre amortajado en su cama. Detalles como esos confirman, en efecto, que el neófito director tiene creatividad visual, si bien es cierto que, con frecuencia, la dureza del tema hace que se dedique más a contarnos la terrible historia de su protagonista y su entorno que a deleitarnos con perlas cinematográficas.

Virginia, el profundo Sur de Estados Unidos, a principios de los años treinta del siglo XIX. En ese contexto, los negros son esclavos sin derecho alguno, al albur de lo que quieran sus amos blanquitos, o cualquier blanco, aunque no sea su amo. Nat Turner, un joven afroamericano, se convierte, de la mano de su dueño, en un predicador para otros esclavos, a instancias de los patronos de estos, que quieren así apaciguar las incipientes muestras de rebeldía de un colectivo que, en aquellas épocas, y bajo la férula de un trato impío, carecía de otra cosa que no fuera un miedo total y absoluto. Pero el joven predicador negro, mientras visita con su amo (que consigue con ello interesantes réditos pecuniarios) otras plantaciones para confortar a sus iguales, se va percatando de hasta qué punto el trato a sus hermanos negros es una aberración que choca frontalmente con el mensaje evangélico que él transmite.

El nacimiento de una nación (2016) es, a buen seguro, una película necesaria: nunca será suficiente el cine antirracista, el que clama por los derechos civiles y contra la sistemática preterición de unos individuos por el color de su piel. Otra cosa es que, cinematográficamente, la película de Parker resulte a ratos bastante obvia, quizá porque las incontables sevicias que se nos relatan las hemos visto ya muchas veces en cine y televisión. Porque sería conveniente que este tipo de cine tan necesario buscara también nuevas fórmulas creativas (las elipsis mencionadas eran un buen camino) para evitar la sensación de “dèja vu” que, con cierta frecuencia, asoma en este por lo demás muy noble filme, la historia (verdadera, aunque lógicamente adornada para que resulte más cinematográfica) de una especie de Espartaco negro, un hombre que se rebeló contra un sistema abyecto, en una aventura por la dignidad de su raza que pondría la simiente necesaria para que una nación, la afroamericana, tuviera carta de naturaleza siglos más tarde.

A Parker, como actor, se le ve entregado, como no puede ser menos en el que sin duda es, hasta ahora, el proyecto de su vida, en el que se ha involucrado totalmente. Entre los secundarios nos quedamos con Armie Hammer, recordable en J. Edgar (2011) y El Llanero Solitario (2013).


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120'

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El nacimiento de una nación (2016) - by , Feb 20, 2017
2 / 5 stars
Un Espartaco negro