El portero

Con una larga e irregular filmografía a sus espaldas, el director y escritor Gonzalo Suárez ha preferido esta vez tomar un relato ajeno como base de su película, eligiendo una historia sencilla y costumbrista de Manuel Hidalgo, que contrasta con el riesgo y la pedantería que marcaron sus dos trabajos anteriores, El detective y la muerte y Mi nombre es sombra.

Ahora nos situamos en la postguerra española para conocer la historia de este antiguo ídolo del balompié, famoso portero del Real Madrid que, en su decadencia, se gana la vida por esos pueblos de Dios apostando con la gente a pararles penalties. Añadamos la pincelada política con la presencia de los maquis enfrentados a la Guardia Civil y ya tendremos el entramado de este El portero.

Narrada sin estridencias, olvidando esta vez Gonzalo Suárez sus ínfulas vanguardistas, la cinta vale esencialmente por la tipología de sus personajes: el cura pragmático, la chica madre soltera, los diversos guardias civiles, el médico liberal y borrachín, la caliente mujer del comandante… pero quizás se queda todo a un nivel demasiado asequible, como si los autores no quisieran arriesgarse a cargar las tintas en ningún sentido, como si se conformaran con una narración lineal y sin sobresaltos.

Pero en el fútbol, como en todo, no vale sólo con parar penalties: para ganar hay que marcar goles.