Empire

Tomo prestado el viejo eslogan del Banco Hispano Americano, primero engullido por el Banco Central y ambos después tragados por Banco Santander (todos bancos españoles, para los que nos visitan allende las fronteras de España). Y es que en Hollywood, en efecto, lo hispano marcha, aunque sea, como en este caso, ufanándose de ser la primera película de gánsteres chicanos. Puestos a ufanarse, ya podían hacer una película a la manera de Kubrick o, por lo menos, de Sydney Pollack...

Ironías malévolas aparte, este Empire poco aporta, aparte de que los protagonistas, los camellos, sus mujeres y sus familias, hablen en español, aunque más bien habría que decir "spanglish". También podría citarse como curioso el hecho de que se apunta a la moda de la película con sorpresa, con timo de por medio que no destriparemos; también es relevante ese sentimiento que seguramente anidará en muchos de los narcotraficantes USA, pero también del resto del mundo, de tener otra vida, más normal y razonable, sin temor a que en la calle te descerraje cuatro tiros el matón de turno.

Esa posibilidad de escape (doblemente frustrada por la estafa y por un final que recuerda, salvadas sean todas las distancias, al fiambre de Sunset Boulevard) se convierte en buena medida en el "leit motiv" de este filme impersonal, aunque Franc Reyes, su director y guionista, bien que se esfuerza en conferirle un estilo y una impronta de la que, lamentablemente, carece.

Bien John Leguizamo (también coproductor, lo que confirma su implicación en este empeño) como el camello que quiso ser respetable, tener hijos y vivir una vida plácida, en la que cuando se hable de nieve se piense sólo en una estación de esquí en la que pasar las vacaciones con la familia, nunca en el abyecto polvo blanco, responsable de la destrucción de tantas vidas y haciendas.