Exils

No se puede decir que esta película (que consiguió el Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes de 2004, y que más tarde inauguraría el flamante Sevilla Festival de Cine) no esté en el mundo de hoy: su tema es nada menos que el desarraigo de los inmigrantes, concretamente de una pareja mixta franco-argelina que decide volver a sus orígenes en el Argel de sus ancestros, a través de un viaje iniciático que les llevará a recorrer media España, con paradas en Sevilla y El Ejido, donde conocerán otro éxodo en sentido inverso, el de los magrebíes que buscan también su Eldorado, en este caso en la opulenta Europa que les muestra la televisión.

A Tony Gatlif, el director, le conocíamos, precisamente por el festival de cine sevillano de principios de la década de los ochenta, por una espantosa película, Corre, gitano, y es evidente que ha mejorado bastante: no es que tenga mucha capacidad para narrar historias, porque no hay una progresión dramática digna de ese nombre, pero sí es cierto que tiene intuición para contar cosas con imágenes impactantes: quedan en la retina ese Muelle de la Sal erizado de litronas, un paisaje dantesco pero inesperadamente poético después de la botellona, o las casi oníricas imágenes del desierto, y sobre todo el plano secuencia-final, diez minutos de hipnótica fiesta argelina, una potentísima catarsis de baile epiléptico que conducirá a los protagonistas al reencuentro con sus raíces y con ellos mismos.

Tiene el film de Gatlif más interés por los submundos que muestra (el clan nómada gitano; la comunidad inmigrante magrebí que recoge fruta en El Ejido mientras sueña con París; el pueblo llano argelino, telurismo en estado puro) que por la historia que cuenta, finalmente más bien ramplona y superficial. Claro que ante el panorama de un cine mundial que cada vez más se limita a ilustrar pulcramente mediocres guiones, que alguien haga algo valioso con la mera fuerza de las imágenes, ya es una rara ave que no se debe desdeñar.

(21-06-2005)