Gloria (1999)

Ve uno esta película y se pregunta qué becario de la Universidad de Nueva York la habrá perpetrado; porque, desde luego, seguro que no ha sido Sidney Lumet, su teórico realizador. No es posible que el director de Doce hombres sin piedad, Serpico o El príncipe de la ciudad sea el mismo que ha mancillado el recuerdo de John Cassavetes, autor de la anterior (e infinitamente superior) versión de esta Gloria.

Porque lo extraño no es que la realización sea no sólo plana o sin personalidad, lo cual sería disculpable (aunque no en un cineasta como Lumet), sino que, además, es una realización pésima, mal planificada y peor resuelta. Y encima los retoques que han dado a la historia sobre su original no han sido precisamente brillantes: aquí la Gloria del título resulta ser la chica del jefecillo de los gánsters, que ha pasado tres años en la trena por su hombre. Al salir su novio le sale rana y la chica pone pies en polvorosa con el niño de la trama original y con un diskette: ya se sabe que ahora todo tiene que ser "tecnología punta"... Un disparate tras otro se ensartan en un guión lleno de cabos sueltos, sobreentendidos que sólo entiende el que los escribió, diálogos para besugos y lugares comunes como para empapelar la Capilla Sixtina de arriba abajo.

Sharon Stone está demostrando que tiene un ojo clínico para escoger sus papeles que ríase usted de Patrick Swayze, campeón mundial hasta ahora en la especialidad de elegir papeles equivocados; aquí se nota el esfuerzo por intentar estar a la altura de su predecesora en el papel, la gran Gena Rowlands, pero la pobre bastante hace con no caerse desde lo alto de los zapatos de enorme tacón con que la han calzado. Pero, hombre de Dios, si hasta el niño es más feo que Picio y tiene menos "ángel" que Lucifer...