Pelicula:

Parece que la carrera del mexicano Alfonso Cuarón (felizmente instalado en el cine norteamericano, aunque afortunadamente no absorbido por sus productos de mero consumo) está ligada, de una forma u otra, al universo infantil o juvenil, ya sea en bellísimos cuentos iniciáticos (La princesita), vigorosas leyendas contemporáneas (Harry Potter y el prisionero de Azkaban), actualizadas versiones de Dickens (Grandes esperanzas), o comedias sobre la primigenia búsqueda del sexo, quizá del amor (Y tu mamá también). En Hijos de los hombres de nuevo son los niños los roles determinantes; para ser más exactos, lo determinante es precisamente la ausencia de niños.


Ambientada en un Londres postapocalíptico situado en 2027, se nos presenta un mundo tenebroso en el que la sociedad, tal y como hoy la concebimos, ha quedado limitada, y tan desdibujada, a la capital inglesa, en un planeta Tierra donde hace dieciocho años que no nace un bebé, por un raro, insoluble problema de esterilidad generalizada de las mujeres. Así las cosas, un descreído cuarentón, dimitido de todo por la muerte de su único hijo, se verá compelido a proteger a la única esperanza de la Humanidad, una joven en avanzado estado de gestación.


Cuarón ya nos había demostrado que era un cineasta con grandes cualidades: creativo, buen narrador, creíble; con Hijos de los hombres consigue su mejor film, una obra madura, con mucha acción, como parece imposible imaginar hoy una película que busque no quedarse en el gueto de la infraindustria, sin que ello suponga que ésta ocupe el eje de la historia. Los duros combates bélicos que se suceden, en un paisaje devastado (por cierto, combates de una fisicidad tremenda, que recuerdan por su verosimilitud los impresionantes de Salvar al soldado Ryan), no son sino el contrapunto de la historia de una nueva esperanza, la de salvar a la joven madre y su bebé, la posibilidad, quizá no tan remota, de que el ser humano pueda volver a empezar, en una redención que parece (ahora, no ya en el 2027) tan difícil…


Por cierto, no he leído en ningún lado la evidente lectura en clave cristiana de Hijos de los hombres; veamos: el mundo espera la llegada de un niño que cambie el destino de la raza humana, abocada por la infertilidad a su extinción; la madre, preguntada por quien es el padre, dice que es “virgen”, aunque después dice que es broma; esa madre pertenece a una raza perseguida, como lo era la judía en la época en la que nació Jesús de Nazaret; para terminar con los paralelismos, un padre putativo protegerá a la madre y al bebé en su viaje para librarlo del Herodes de turno, para la ocasión el jefe de los rebeldes, en este caso no para matar al niño sino para utilizarlo en favor de su causa. El hecho de que el bebé sea mujer y no varón, como en el caso de Jesús, puede interpretarse como una actualización: ya sabemos que, según dicen, el futuro es mujer…


Obra madura y competente, habla de muchas cosas: de la necesidad de implicarse en lo que se cree justo, por muy descreído que se sea; del amparo a todo trance de la infancia, reducto salvífico de nuestro tiempo; del carácter dictatorial de todo poder político cuando se resquebrajan las siempre endebles bases de la democracia.


Vigorosa y bella en la desoladora suciedad de su escenografía apocalíptica, Hijos de los hombres nos regala algunas secuencias imborrables: la emboscada a los fugitivos, plena de tensión; la primera aparición del vientre grávido, cargada de sorpresa y esperanza; y, sobre todas, la hermosísima escena del descenso de la reciente familia que componen el padre putativo (soberbio Clive Owen), la madre (la casi desconocida Claire-Hope Ashitey) y el bebé, por las escaleras de un edificio asolado en el que se libra un combate a muerte entre insurrectos y soldados: todos, oído el llanto, cesan en su actividad: las mujerucas atribuladas se recomponen para arrullar el llanto de la niña; los rebeldes dejan de disparar al paso del trío, suspendidos ante el milagro del tanto tiempo inaudito sonido; los propios soldados, cargados de adrenalina y pólvora, contendrán el aliento ante el paso de lo imposible: es, otra vez, Moisés abriendo las aguas del Mar Rojo, ahora con el poder del llanto del bebé en lugar de la omnipotente vara entregada por Yahvé; de este modo, todos los combatientes se plegarán, despejando la salida para que la nueva esperanza pueda salir del infierno del edificio, evidente trasunto de la propia Humanidad, en busca de un barco tan apropiadamente llamado “Mañana”…


(24-10-2006)


 


Hijos de los hombres - by , Oct 15, 2023
4 / 5 stars
Una nueva esperanza