La cólera del viento

Seguramente el espagueti-western más extraño que imaginarse pueda, además con todos sus avíos de coproducción entre hispanos e italianos, más protagonistas de cartón-piedra, como reclamaba el subgénero, fue esta pintoresca película, La cólera del viento, nada menos que el universo del (antiguamente) género por antonomasia, trasladado a la Andalucía del siglo XIX, un polvorín entre el latifundismo, la miseria del jornalero y el anarquismo por aquel entonces emergente.

Con tales mimbres, Mario Camus, un autor menos celebrado de lo preciso, confeccionó una curiosísima denuncia social sobre la situación del campo andaluz de entonces, pero también de ahora, un zurriagazo tan impensable en una época en que, recuérdese, aún vivía Franco y su ominoso régimen no daba todavía muestras de languidecer, como ocurriría tras la muerte de Carrero Blanco.

Más que interesante filme, a pesar de los petardos protagonistas, un Terence Hill pre-Le llamaban Trinidad, y Maria Grazia Buccella, que aunque trabajó con Monicelli y Comencini, se especializó en un cierto tipo de cine criptoerótico, aprovechando su imponente físico. Por supuesto, en el aspecto interpretativo lo mejor fue el gran Fernando Rey.