Loreak (Flores)

Jon Garaño y Jose Maria Goenaga son dos cineastas vascos que vienen colaborando juntos desde su largometraje de ficción 80 egunean (2010). Aunque insertas plenamente en la realidad vasca actual, sus historias son plenamente universales, podrían ocurrir en cualquier sitio. Quiere decirse que no es el suyo un cine identitario; sus historias son dramas sobre la condición humana, relatos de la locura cotidiana (por decirlo con Bukowski), dramas urbanos con personajes corrientes y molientes.

Una mujer de mediana edad, casada y sin hijos, empieza a recibir todas las semanas un ramo de flores sin tarjeta; al principio cree que es su marido quien lo hace, pero este lo niega y se mosquea un poco. No sabe la mujer que el remitente es un compañero de trabajo que jamás le mostró ningún tipo de confianza o trato especial. Cuando el hombre muere en accidente y los ramos dejan de llegar, la mujer ata cabos…

Tiene Loreak una serenidad como de cine nórdico, como de película sueca, o noruega, donde los grandes dramas se cuentan “sotto voce”, de forma callada, sin levantar la voz. El guion, hábilmente trenzado por los dos directores y Aitor Arregi, presenta un juego de situaciones con flores como presente anónimo, donde la atracción, la devoción, quizá el amor, se plasma en envíos semanales de las “loreak” (flores, en euskera) del título, y donde la muerte del amante desconocido será correspondida también con otras flores anónimas.

Película hermosa y serena, nos confirma que en Garoño y Goenaga hay dos cineastas valiosos que tienen buena mano para el cine, saben cómo contar historias que llegan, con independencia de dónde se sitúen: porque su territorio, el de sus personajes, es el territorio del alma, donde todo (y nada) es posible.

Entre los intérpretes me quedo con las dos protagonistas, Nagore Aramburu e Itziar Ituño, ambas desarboladas por situaciones que no entienden, a las que encaran desde la emoción callada, la búsqueda de una respuesta, finalmente la aceptación de la realidad.

Cuentan los autores que la génesis del film procede de la historia que cantaba Cecilia en su canción Un ramito de violetas; es cierto, aunque es evidente que el desarrollo de la película hace mucho más complejo el relato ceciliano, enriqueciéndolo con perspectivas inesperadas.

(29-05-2017)