Pelicula: La génesis de este filme es larga como un brazo: en 1968 Mel Brooks, hasta entonces eficiente "gagman" televisivo, debutó en la dirección cinematográfica con un producto superbarato (su costo no llegó al millón de dólares, al cambio unos 800.000 euros), "Los productores", que en su momento no se llegó a estrenar en España (lo haría años más tarde, al calor del éxito de "El jovencito Frankenstein", posterior y más sonado triunfo del director). Aquel filme pasó sin pena ni gloria, pero años más tarde, ya en la década de los noventa, fue retomada la idea por el propio Brooks, que en aquellos años había perdido ya el favor del público y de la crítica, convirtiéndolo en un exitoso musical de Broadway. Ese musical es el que ahora se ha convertido en filme, completando un círculo cuanto menos curioso: de paupérrima comedia a musical costeado y, en cierta forma, encontrando su sentido en esta disparatada película, cuya mayor virtud es, por supuesto, precisamente el descontrolado exceso que la anima: pícaro productor de Broadway que dejaría en pañales a Rinconete y Cortadillo se alía con contable honesto pero deseoso de salir de su gris oficio, para montar la obra más mala jamás puesta en escena y, así, gracias a añagazas contables, enriquecerse; la obra resulta ser un musical pronazi que los memos convierten en una bufonada que, muy a su pesar, triunfa contra todo pronóstico, poniendo al productor y a su cómplice contable a los pies de los caballos... Como se ve, un disparate tras otro, pero en ese continuo exceso y, sobre todo, en el humor irreverente de los años sesenta (que sigue siendo el que cultiva Mel Brooks, fajado en guiones descacharrantes como los del serial televisivo "El superagente 86"), es donde están sus mejores bazas. Hay escenas divertidísimas, como todas en las que aparece Uma Thurman haciendo de improbable sueca, en un estereotipo de la rubia, tonta y buenorra que resulta muy divertido; las escenas con Will Ferrell son algo menos jocosas, aunque hay que reconocerle a este comicastro siempre pasado de rosca que su papel (el nazi recauchutado en comediógrafo) es ideal para sus disparates. Lane y Broderick bordan sus personajes, siempre al borde de (o entrando de lleno en) la histeria, si bien es verdad que Broderick baila como un pato flaco, y Lane como un pato gordo, valga la diferencia...
En resumen, un filme que no pasará a ninguna Historia del Cine, pero que ciertamente cumple holgadamente sus premisas: divertir a base de un argumento disparatado, una estrafalaria puesta en escena (de la coreógrafa Susan Stroman, a la que no se le nota nada su bisoñez en la dirección cinematográfica), unos personajes que ponen en la picota a toda la fauna broadwayana (esa escena en la casa del director, con un grupo de locazas directamente inspirados en los cantantes de Village People...) y un resultado que, si bien no aspira a dejar ninguna huella en el espectador, al menos le hace pasar un rato muy entretenido. Tampoco es mala cosecha: todo no va a ser David Lynch ni cine social...

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135'

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Los productores - by , Apr 02, 2006
2 / 5 stars
El don del exceso