Martín (Hache)

Adolfo Aristaráin vuelve por donde solía con esta Martín (Hache) que recuerda sus mejores obras, las magníficas Tiempo de revancha y Un lugar en el mundo, filmes al borde de la obra maestra, y afortunadamente lejos de su anterior empeño, La ley de la frontera, en un género, la aventura, donde se mueve bastante peor.

Pero la nueva película del argentino nos lo devuelve entero, en plena forma, conjugando lo que mejor sabe hacer: por decirlo con palabras de Vicente Aranda, filmar cine "con actores y paredes", sin ningún artificio, sólo con interiores e intérpretes desgranando sus excelentes diálogos, en una obra sobre el conflicto generacional, pero también sobre tantas otras cosas: las drogas, el sexo, la soledad, el amor, la honestidad, las ganas de vivir o de morir... la vida, en suma, en una película de extrema lucidez en la que sus personajes no son arquetipos sino seres vivos, en una obra que magnetiza con el simple y prodigioso poder de la palabra.

Extraordinario cuarteto protagonista, con el siempre exquisito Federico Luppi, que si hubiera nacido en Inglaterra se llamaría Laurence Olivier, pero también con un Eusebio Poncela verosímil en su complejo papel, una Cecilia Roth espléndida en su contradictoria composición e incluso un Juan Diego Botto que supera su habitual mediocridad al lado de estos monstruos.