Pelicula:

Vaya por delante que a quien esto escribe no le seduce en absoluto el mundo del boxeo, con su épica de perdedores, su olor a sudor y linimento y sus dos hombres (ahora también dos mujeres: los tiempos cambian) aporreándose a modo entre doce cuerdas. Quede dicho esto porque probablemente así se entienda mejor la excelente impresión que me ha causado este espléndido (y van ya tantos) nuevo filme de Clint Eastwood, una historia de redención, sí, la de un hombre castigado por su hija al silencio más atroz, pero sobre todo una historia de amor: de amor blanco, añado, tan casto y puro que podríamos hablar quizá más de amor paterno-filial que de amor entre hombre y mujer. Porque quizá la aspirante a boxeadora que, a regañadientes, toma bajo su férula el viejo entrenador no sea sino la forma de reencontrarse éste con la hija que, tantos años atrás, le hizo la cruz.


También es cierto que el escenario boxístico es casi un paisaje, aunque habrá que reconocer algunos apuntes de interés, como ese "en el boxeo todo va al revés" que repite, y argumenta tan convincentemente, el personaje de Morgan Freeman. Pero al final lo importante es esa relación casi de padre e hija, o tal vez de amantes sin sexo, que entablan el viejo entrenador y la joven desarraigada, que sólo se siente a gusto calzándose los guantes de ocho onzas (¿o eran seis?) y con una rival a la que tumbar: hay gente para todo, es cierto.


La trama está llevada tan sutilmente hacia el melodrama final que Eastwood desarbola al espectador cuando lo introduce en el callejón final, aparentemente sin salida, tan cercano al actualísimo de Ramón Sampedro. Es en ese momento donde el dolorido entrenador, el torturado padre negado tantas veces por su hija por no se sabe qué crimen (ni falta que hace saberlo, por supuesto), tendrá que dar el paso decisivo, la muestra de amor más absoluto, porque conlleva la negación de uno mismo, la perdición propia. Insolentemente clásica, extraordinariamente realista en ambientes y personajes, Million dollar baby es otro paso más en la escalada de Eastwood al Olimpo de los cineastas mayores, si es que no está en ese paraíso hace tanto tiempo ya.


Que yo recuerde, es la primera vez que el duro Clint llora en pantalla, y esas lágrimas en un hombre al que jamás se le humedecieron los ojos en el cine son las más turbadoras que uno recuerda en mucho tiempo. Toda la película es ejemplar, pero desde el accidente de la chica alcanza el rango de magistral, con escenas a cuál más intensa: la lectura de los versos de Yeats en gaélico a la chica; la tensa controversia de la tetrapléjica con su interesada familia; aquella en la que Eastwood consuma su supremo acto de amor sin sexo; el último plano, bellísimo en su tácito significado... todo es prodigioso, de una sutileza purísima.


Supongo que Hilary Swank conseguirá su segundo Oscar, tras el de Boys don't cry, no sólo porque está sobrecogedora en su papel de impedida, sino porque compone tan atinadamente el personaje de chica que se sabe a sí misma un cero a la izquierda; Freeman debería obtener, de una vez por todas, el Oscar que se le ha negado reiteradamente, gracias a la excepcional "performance" del viejo boxeador tuerto que finalmente consiguió hacer su combate número ciento diez; y qué decir del gran Eastwood: tal vez este año sea el suyo, no sólo como director, que es de una obviedad evidente, sino también como el entero, impenetrable, calladamente lírico actor que es, el único quizá con facultades para hacer un personaje como éste, un viejo manager de boxeo capaz de leer a Yeats en gaélico y, proféticamente, recitar a su amada los hermosos versos, llenos de melancolía, de La isla del lago: Innisfree: me levantaré y partiré ahora, partiré hacia Innisfree, y construiré allí una pequeña cabaña, hecha de arcilla y zarzas...



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132'

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Million dollar baby - by , Mar 12, 2019
5 / 5 stars
Me levantaré y partiré