Perversidad

Fritz Lang fue una de las aportaciones más sólidas que el cine europeo hizo al norteamericano. Junto a él, hombres como Billy Wilder, Ernst Lubitsch, Otto Preminger, Josef Von Sternberg o Erich Von Stroheim, por sólo citar algunos, constituyeron lo más importante, lo más granado del cine yanqui de los años treinta a los cincuenta, precisamente las décadas doradas de Hollywood. Lang, de tendencia izquierdista, tuvo que emigrar de Alemania, su país de adopción (él era austríaco, de Viena concretamente), cuando el fantasma del nazismo pasó a ser una ominosa realidad. En Estados Unidos hizo casi toda su carrera desde entonces, y dio al mundo varias obras magistrales, como Furia, El ministerio del miedo, Los sobornados y Deseos humanos, entre otras.

Perversidad es una nueva versión del clásico de Jean Renoir La golfa; se puede decir sin disparatar que este “remake” supera a la (por otro lado) notable película del cineasta francés. Cuanta la historia (tantas veces narrada, siempre nueva, cuando se hace con talento) de un hombre apacible enredado en los manejos de una turbia mujer, que le impulsará por caminos hasta entonces desconocidos para él.

El clásico mito definido, entre otros, por Pierre Louys en La mujer y el pelele tiene aquí un sobresaliente resultado: el hombre será un muñeco en las manos de la “vamp”, pero lo importante será el espléndido cuadro de situaciones, la forma sutil de introducir a este pobre infeliz en la espiral de la violencia, la maestría de Lang.

(24-10-2009)