Pelicula:

CINE EN SALAS


Como el lector avisado sabe, el cine argentino (en puridad, todo el país) está en este 2024 en una situación muy difícil: el nuevo gobierno del “libertario” (con perdón de los libertarios auténticos...) Javier Milei se ha propuesto reducir el estado a la mínima expresión, y en esa tesitura, la cultura suele llevar las de perder siempre. Una noticia que se conoció este pasado mes de marzo iba en esa línea: el gobierno recortaba drásticamente la financiación del cine argentino, empezando por el ente que lo vertebra, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA, equivalente al español ICAA), al que la fuerte reducción de su presupuesto ha dejado en una situación más que precaria.

Puan es quizá una de las últimas películas argentinas que se han podido hacer de forma más o menos normal, aunque para ello el cine del hermoso país sudamericano haya tenido que captar la coproducción de hasta cuatro países más, tres europeos (Italia, Alemania y Francia; extrañamente, no España, uno de sus socios habituales, por obvias razones idiomáticas y culturales) y uno latinoamericano, Brasil. Así que habrá que celebrarlo, porque, como en aquella vieja copla que cantaba Antonio Molina, “el futuro es muy oscuro, el futuro es muy oscuro” para el cine argentino.

La película se ambienta en nuestros días, en la ciudad porteña, y esencialmente en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, una facultad conocida popularmente con el nombre de Puan, justamente el nombre de la calle en la que se encuentra ubicada, en una suerte de metonimia asumida plenamente por la ciudadanía bonaerense. En las primeras escenas vemos como el muy maduro catedrático Caselli, jefe del departamento de Filosofía, cae fulminado por un ataque al corazón mientras hacía “jogging” (¿había necesidad, miarma, con esa edad?). Hay luto en Puan, pero también se abre un proceso sucesorio, donde parece que el mejor colocado es su antiguo alumno y profesor destacado de la facultad, Marcelo Pena (el apellido me parece que no es casual...), un hombre casado, padre de un niño como de 10 años, un niño, Manolo, de lo más juicioso; Marcelo es el típico docente que ha encontrado “la posturita” y se encuentra bien dando sus clases, ejerciendo sus pluriempleos (como el de enseñar filosofía a una señora de 85 años, que ya tiene mérito: el suyo y el de la señora...). El fallecimiento de su mentor y maestro le hace dudar si dar el salto a la cátedra vacante; en esas está cuando llega, procedente de Alemania, donde da clases, Rafael Sujarchuk, de su misma promoción, brillante, guapo, con don de palabra y de lenguas, y enseguida se mete en el bolsillo a todos, profesores y alumnos; a Marcelo este Sujarchuk de apellido como eslavo (aunque hable como Bioy Casares...) de siempre le ha caído gordo, entre otras cosas porque ya en su juventud siempre era el listillo de la clase, el líder natural dado al postureo. Sujarchuk se postula para el cargo de catedrático, así que Marcelo, ahora sí, quiere serlo él también...

Lo curioso de este Puan, y lo decimos ya, es que cinematográficamente no es precisamente ninguna maravilla: de ritmo narrativo anda regular, con varios baches que nos hacen pensar si a los mandos había alguien; el guion tampoco es para darle un Oscar, con problemas de unidad temática, resultando más bien una dispersión de temas, desde los más familiares, como la (tópica) desatención del prota hacia su hijo, no por desamor, sino por problemas de agenda (más bien por “no” llevar una agenda...), hasta la relación con su alumna octogenaria, que da lugar a una escena (la del cumple de la anciana, con nuestro profesor vestido de filósofo romano...) que ciertamente produce vergüenza ajena; pasando por otras muchas microhistorias que tampoco ayudan mucho. Los directores, María Alché y Benjamín Naishtat (de este último vimos no hace mucho su decepcionante Rojo, mucho mejor en su premisa teórica que en su endeble plasmación fílmica), también guionistas, parecen haber hecho la guerra cada uno por su cuenta, y no hay un discurso unitario sino más bien flashes, fogonazos, que no llevan a ninguna parte. Incluso la línea argumental central, la pugna por la cátedra que finalmente se dilucidará ante el oportuno tribunal académico, entre Marcelo y Sujarchuk, está poco desarrollada, como sin fuerza, cuando era evidente que tenía muchas posibilidades en esta comedia negra que a ratos es nigérrima.

Pero, hétenos aquí que, a nuestro juicio, Puan se salva por dos cosas: una, por su constante alusión a filósofos de toda laya, desde Hobbes a Heidegger, desde Spinoza a Parménides, desde Sócrates a Heráclito. Pero es que la cosa no se queda en la mera alusión, sino que los profesores que aparecen en pantalla en sus clases (el propio Marcelo, pero también Sujarchuk) hablan profusamente del pensamiento de esos filósofos, de sus tesis, de cómo se oponen unas con otras, de cómo todo ello puede servirnos en la actualidad en nuestras vidas. Es tan raro que las palabras “filosofía” o “filósofo” se mencionen en un film, que uno como este, en el que no solo se cita una sino decenas de veces, y encima de todo se habla del pensamiento de muchas de las mejores cabezas de esta disciplina mayor (el saber por antonomasia, por supuesto, el que se pregunta sobre el propio ser humano, sobre nuestra inmanente esencia), ya nos gana por goleada; si encima de todo fuera una buena película, es que le hacíamos la ola...

Hay otro tema que también redime este film que, sin ello y sin su temática filosófica sería un producto mediocre: intermitentemente, como si fuera un Guadiana que pugna por salir de vez en cuando a la superficie, la película está salpicada por pequeños detalles que dan una idea de la profunda ruina económica, pero me temo que también social, de la República Argentina, desde alumnos sindicalistas que interrumpen una clase (con el consentimiento de nuestro Marcelo...) para dar su pequeño mítin sobre los graves problemas de los estudiantes, a las varias veces en las que los profesores se preguntan entre sí, como con miedo, si han cobrado ya, siempre con respuesta negativa, señal de que allí, a lo que se ve, los salarios (al menos los de la administración pública) distan mucho de ser puntuales, o la alusión al hecho de cobrar en dólares como un incentivo para aceptar alguna tarea, dada la hiperinflación del país, en el que el peso se deprecia día a día sin remisión. Pequeños detalles todos ellos, pero que tendrán su traca final, ya a todo trapo, cuando se comunica, ante la perplejidad de todos, que la Facultad ha sido cerrada por orden gubernativa por falta de recursos para poder pagar a los profesores y para el normal desenvolvimiento de las clases (esto es ficticio, creemos, aunque con el gobierno de Milei y su jibarización del estado habrá que decir: por favor, no deis ideas...), lo que devendrá en una serie de movilizaciones por parte de toda la comunidad académica, como ponerse a dar las clases en medio de una avenida, con el correspondiente choque con la Policía. Esa Argentina real y en bancarrota que pugna por sacar la cabeza en medio de la trama de Puan, nos parece otro de los atractivos de este film que, sin ello y sin su temática y contenidos filosóficos, nos parecería un producto bastante mediocre. Pero, a veces, solo algunas veces, hay elementos ajenos a lo estrictamente cinematográfico que son capaces de salvar una película...

Los intérpretes, como es legendario en el cine argentino, están muy bien: Marcelo Subiotto compone un profesor adocenado que habrá de espabilarse para dejar de ser el hombre que va por la vida por inercia, al que la vida lo lleva en volandas en vez de ser él quien, moderadamente, intente conducirla. Leonardo Sbaraglia encarna muy atinadamente a este profesor emigrado a Alemania, con un complejo de superioridad que no se recata en disimular, siempre con sonrisas paternalistas para todos mientras hace fatuo alarde de las diversas lenguas en las que se maneja y de su verbo florido de cualidades embelesadoras. Atención al pequeño Gaspar Offenhenden, de apellido como de Stuttgart, pero más porteño que el mate; este niño parece que se ha comido un viejo: lo que sabe... Si no se malogra, nos parece que puede ser uno de los grandes actores argentinos del futuro.

(04-04-2024)


Puan - by , Apr 05, 2024
3 / 5 stars
Hobbes, Heidegger, Spinoza, Parménides...