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La saga de Star Wars lleva camino, si no lo es ya, de ser la franquicia más rentable de la Historia del Cine. Cuando se escriben estas líneas, entre las siete entregas de la línea principal han recaudado en todo el mundo, sólo en cines, en torno a 6.380 millones de dólares USA (en cifras de la IMDb), de los que el último capítulo, Star Wars. El despertar de la fuerza, ha ingresado él solito algo más de 2.000 millones. Parece claro que Disney, la nueva propietaria desde hace varios años de la franquicia, no iba a dejar escapar un negocio tan rentable. Claro que es complicado hacer un capítulo anual, así que, con buen criterio, los ejecutivos de la Casa del Ratón han debido pensar que Star Wars, como casi todas las sagas, ofrece la posibilidad de extraer temas, o personajes, o asuntos, que puedan tener un tratamiento al margen de la columna vertebral de la serie. Es lo que en términos audiovisuales (y no solo audiovisuales) se llama un “spin off”.

Claro que lo que tenía toda la pinta de una maniobra comercial, y, por ello, susceptible de ser una castaña que aspirara sólo a continuar exprimiendo la ubre de Star Wars, se desvela con este primer “spin off” (no consideraremos como tal La aventura de los Ewoks y otros subproductos menores de la primera época) una historia plausible y que encaja razonablemente dentro del esquema general de la franquicia, con una línea argumental que, aunque recuerda a personajes anteriores, tiene autonomía propia.

La historia se sitúa en un tiempo anterior, aunque próximo, a los sucesos que se nos narraron en la primigenia La guerra de las galaxias (1977), el episodio cuarto (aunque rodado el primero: los galimatías de George Lucas), al que años más tarde, cuando la franquicia era ya un negocio de miles de millones de dólares, se le añadió el subtítulo de Una nueva esperanza. En ese contexto conoceremos la historia de un científico al que el Imperio recluta a la fuerza para construir el arma definitiva, la Estrella de la Muerte, que deberá acabar con la resistencia rebelde. El científico consiente, ya que sabe que si no es él, será otro el que lo haga, pero se guarda un as en la bocamanga. Su hija consigue escapar y se une a la rebelión. Entre tanto, la resistencia envía a un espía a acabar con la vida del científico, al que consideran la figura clave para terminar la Estrella de la Muerte; por azares del destino, el espía que ha de acabar con la vida del científico y la hija de este habrán de colaborar juntos, aunque hay secretos entre ellos no desvelados…

En La guerra de las galaxias. Una nueva esperanza, se nos narraba, entre otras cuestiones, la destrucción de la Estrella de la Muerte. En este “spin off” lo que se nos cuenta es cómo la resistencia llegó a hacerse con los planos de esa letal arma. La historia es, como decimos, plausible, los personajes, casi todos interesantes; nos quedamos sobre todo con el de Jyn Erso, la hija del científico que supuestamente ha traicionado a la causa; también es apreciable el rol de Cassian, un espía de la resistencia con órdenes de matar, pero al que el pulso le tiembla (piedad, esa rara ave) cuando tiene que ejecutar ese mandato; sobre todos ellos me quedo con el villano Orson (¿puede haber un nombre de pila más cinéfilo?) Krennic, el nuevo malo, un tipo sin los poderes sobrenaturales de Darth Vader pero con toda su mala leche, un ambicioso sin escrúpulos que busca medrar, trepar, alcanzar la cima del Poder (vamos, nada que ver con la realidad de la vida…). Los tres intérpretes respectivos son Felicity Jones, que se está convirtiendo en una de las más interesantes actrices de su generación; Diego Luna, que va cada vez a más en el cine USA; y Ben Mendelsohn, uno de los actores que mejor hace de villano en los tiempos actuales.

Entre los secundarios me quedo con dos veteranos, Forest Whitaker y, sobre todo, el siempre estupendo Mads Mikkelsen. Darth Vader ha requerido de hasta tres actores: dos de ellos, Spencer Wilding y Daniel Naprous, le prestan el físico, y el gran James Earl Jones su característica voz cavernosa. Pero lo que es un prodigio es la aparición casi ectoplásmica de un Peter Cushing cuyos rasgos faciales se han digitalizado sobre el rostro de Guy Henry, y de una Carrie Fisher a la que presta cuerpo (que no rostro rejuvenecido, convenientemente digitalizado también) Ingvild Deila: maravillas de la técnica… Eso sí, los personajes orientales, Baze Malbus y, sobre todo, Chirrut Imwe, son un pegote bastante infumable. Este último, sobre todo, parece la reencarnación en un solo rol del maestro Po y el aventurero Caine de la serie televisiva Kung Fu.

Gareth Edwards, el director, tenía créditos dispares, la postapocalíptica Monsters (2010), un filme indie que le reportó un buen número de premios y le puso en el mercado, y Godzilla (2014), lamentable armatoste al servicio de la industria más ramplona. Aquí cumple correctamente su función, dirigir a un numerosísimo ejército de técnicos e intérpretes, y encima de todo que el resultado sea razonable y a ratos incluso emocione; ciertamente, no se le puede pedir más…



Rogue One. Una historia de Star Wars - by , Dec 26, 2016
3 / 5 stars
Coherente, plausible “spin off”