Pelicula:

No suele ser buen síntoma que un director retome un éxito del pasado para volver a traerlo a la palestra. Suele ocurrir eso cuando el cineasta está escasito de ideas o bien últimamente no le van demasiado bien las cosas. Parece que la idea de Danny Boyle de recuperar los personajes de su iniciática Trainspotting (a la que ciertamente debe su entrada en el Nirvana de los directores célebres; sin ella estaría haciendo todavía chorradas como Tumba abierta…) puede deberse a algunos fiascos recientes como 127 horas (2010) o Trance (2013), si bien es cierto que su anterior empeño, Steve Jobs (2015), tenía empaque y entidad. También se puede atribuir esta nueva vuelta de tuerca a un tema ya tocado al hecho de que el novelista autor del original literario, Irvine Welsh, haya publicado una segunda parte de aquella Trainspotting, titulada Porno, título que Boyle ha preferido enmascarar tras este T2 Traispotting (que parece una segunda parte alternativa al genuino T2, Terminator 2. El Juicio Final), dado que lo de Porno puede sonar a otra cosa.

El caso es que Welsh, más el antiguo guionista boyleano, John Hodge (cuya colaboración cesó tras la castaña de La playa, aunque se retomó dos décadas después con la citada Trance), más el propio director, vuelven sobre sus pasos para recuperar a aquella panda de droguetas/gamberros/delincuentes/golfos (táchese lo que no proceda; mejor no tache nada: procede todo), un subproducto de la brutal etapa thatcheriana y su política neoliberal, que dejó a la intemperie a las clases menos desfavorecidas y propició que los niños de los años ochenta fueran los criminales de los años noventa, gran jugada, baronesa…

Pero lo cierto es que poco nos dicen estas nuevas historias de los cuatro “angelitos”, cada uno encanallado en lo suyo; el que mejor está (dentro de lo que cabe…) es Renton, el protagonista y traidor a sus ¿amigos?, a los que esquilmó el botín de 16.000 libras conseguido en su última fechoría; emigrado a Holanda, ha mantenido lo más parecido a una vida normal, hasta que los nuevos embates de la globalización lo dejan con una mano delante y otra detrás y vuelve a sus orígenes, quizá con la secreta intención de reeditar sus crímenes, aunque se topa, además de con algunos de sus amigos, con el amargo fantasma de su familia, de su madre muerta de pena por el hijo crápula, de su padre viejo y a la espera de la muerte; Spud, quizá el más infeliz de todos, a fuer de ser víctima de un “caballo” que no lo deja descabalgar, ha tirado la toalla con su familia, harto de intentar ser algo parecido a una persona corriente; el rubio de bote Simon tiene un sórdido negocio de chantaje sexual, para el que utiliza a una novia búlgara, soñando juntos con montar un floreciente burdel (¡planazo!); el temible Begbie, encerrado en la cárcel desde hace casi dos décadas, consigue que lo hieran para poder fugarse del hospital. Todos ellos confluirán con sus recuerdos, también con sus vidas (por llamarlas de alguna forma…) actuales.

T2 Trainspotting, cinematográficamente hablando, es irreprochable, estilosa, vanguardista, exquisita… tantos adjetivos positivos, y sin embargo, como película no alcanza el mínimo necesario para ser calificada como buena. Y ello reside, como casi siempre en cine, en que la historia que se nos cuenta mayormente se nos da una higa. Lo que en la primera (que debió ser única…) parte era novedad, relato de una generación perdida, encenagada en el infierno de las drogas, del pequeño latrocinio y de la gamberrada en grado superlativo, rodada con un ritmo y un estilo novedoso y atractivo, aquí es manierismo, una película flamígera y excesiva en todo, donde un cineasta que domina como pocos la narrativa audiovisual parece gozar con su montaje fragmentado, con sus planos congelados, con sus insertos de aquel tiempo pasado que, desde luego, tampoco fue mejor.

Así las cosas, el bostezo es el acompañante inevitable de la visión del nuevo filme de Boyle. Hay cosas de interés, claro está, como el personaje de la novia búlgara de Simon, quizá el más clarividente de todos, el que más claro tiene esta historia que se resume en el dicho que se cita varias veces en el filme, “primero surge la oportunidad, luego la traición”. La traición, entonces, en los tiempos del Brexit, como ya fue el tema central, a la postre también tema final del Trainspotting de los tiempos producto del atroz thatcherismo.

Ewan McGregor, ya con su estatus de estrella de Hollywood que le ha permitido estar incluso en la saga de Star Wars, vuelve a su origen como actor, quizá agradecido al personaje que le lanzó a la fama (antes de Trainspotting no lo conocían ni en su casa a la hora de comer…), aunque ciertamente no le aportará rédito artístico alguno a su carrera. De los demás, me quedo con un Ewen Bremner cuyo personajes es, de nuevo, es el más desvalido, el más digno de compasión de esta panda de tarados; también con el rol que compone Robert Carlyle, siempre tan seguro, y que aquí modulará en su relación con su familia al percatarse de cuánto daño puede hacer a los que realmente ama, a los únicos que ama. La revelación es Anjela Nedyalkova, actriz búlgara de todavía corta carrera, que resulta lo más fresco y convincente de la historia, también lo más verdadero.


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117'

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T2 Trainspotting - by , Feb 25, 2017
1 / 5 stars
La traición en los tiempos del Brexit