Pelicula:

A veces (no muchas, afortunadamente) el crítico tiene que envainársela. Cuando vimos, en el cambio de siglo, los dos episodios cinematográficos de la serie Los ángeles de Charlie (el primero homónimo, el segundo con el estrambote de Al límite) dijimos algunas cosas poco amables sobre el director McG.


Ahora, con esta cuarta parte de la saga Terminator, habrá que decir que este cineasta de minimalista nombre artístico tiene cierto talento que no habíamos descubierto. Se le conocía en su faceta de autor de videoclips de toda laya, y ya se sabe que en ese tipo de productos prevalece lo visual, generalmente con predominio de la impostación, la artificiosidad y el manierismo. Sin embargo, este Terminator Salvation tiene otro tono, aparte del evidente de film de acción (que lo es, y a toda máquina): hay un estilo que no existía en la tercera (y tan morigerada) parte, Terminator 3. La rebelión de las máquinas.


Ya en la primera secuencia, cuando Connor despega en un helicóptero y éste cae, hay un primer detalle de imprevista calidad: la escena está filmada desde dentro del aparato, confiriendo con ello un inusitado verismo al momento (da igual que, of course, esté trucado: lo importante es la sensación de verosimilitud y la fuerza que una perspectiva tal aporta a la secuencia). Más adelante McG resolverá con pericia algunas escenas complicadas como el ataque del Terminator gigante o la huida del antagonista que terminará siendo coprotagonista, resuelta con un tono oscuro, lóbrego, digno de la historia postapocalíptica que realmente es.


Porque Terminator Salvation nos lleva a ese momento histórico (la desigual lucha de máquinas contra hombres, ya avanzado el siglo XXI) que en las tres partes anteriores era siempre una referencia temporal futura, de la que veíamos destellos fugaces, que nos hacía imaginar cómo sería desarrollar en una película los acontecimientos devastadores de ese porvenir postnuclear, de esa antiutopía imaginada por James Cameron cuando no tenía ni idea de que pasaría a la posterioridad por otro “blockbuster”, Titanic. Ese infierno tan temido ha llegado ya con este film, y ahora John Connor (que resulta no ser el líder indiscutido de la Resistencia, aunque sí uno de sus generales más aventajados y carismáticos) tendrá que vérselas con una legión de terminators de todos los colores y tamaños (mi favorito es el de talla “king size”, un monstruo desopilante, una impactante chatarra ambulante, aunque también las fascinantes “motos-terminator”).


Hay un elemento sutilmente nuevo en esta cuarta entrega: aquí el Terminator que habitualmente encarnaba el papel protagonista o coprotagonista (antes interpretado por Arnold Schwarzenegger, que aquí aparece como un ectoplasma gracias a la infografía) deja su sitio a otro androide, sólo que en este caso su origen es bien distinto: si en los otros segmentos de la saga siempre era una máquina recubierta de polímeros que le asemejaban a un ser humano, aquí será un hombre, un ajusticiado por crímenes horribles, el que done su cuerpo a la ciencia y se convierta, sin saberlo, en un “cyborg”, mitad humano, mitad máquina; cuando Skynet, la todopoderosa red de inteligencia artificial, intente persuadirle, como en La Odisea, con sus cantos de sirena, el personaje habrá de decidir qué es más importante en su organismo, en su vida, si el corazón que riega la parte biológica de su cuerpo, o el chip de silicio que domina las entrañas de su armazón de acero; estamos entonces ante el envés del robot, una máquina nacida del útero de una mujer, no de la cabeza de un ingeniero.


Porque hay en Terminator Salvation, como en las dos primeras entregas (la tercera estaba, lamentablemente, ayuna de ello), un aliento humanista que la redime de tanta parafernalia de intensa acción, por lo demás inevitable en un armatoste como éste, que ha costado alrededor de 200 millones de dólares, que hay que recuperar so peligro de bancarrota. No hay que escandalizarse, por tanto, de que cohabiten en un mismo film la pincelada artística, el tono humanista y el toque a rebato a los consumidores compulsivos de palomitas para reventar taquillas (los que, por cierto, en este caso, han mostrado una reacción bastante endeble: igual no hay Terminator 5).


Algunas consideraciones finales: una, que no hace falta el mascarón de proa del bueno de Schwarzzie para hacer otro episodio de la saga, aunque aquí pasean una reproducción virtual y rejuvenecida, en pelota picada, en plan fetiche. Dos, que el personaje de John Connor, fundamental en la saga, por fin es interpretado por alguien que se merece un bombón como éste: Christian Bale, bragado en la saga de Batman y en filmes oscuros donde los haya como American Psycho, es un protagonista de rompe y rasga, a años luz de las muñequitas (Edward Furlong, primero, Nick Stahl, después) que le pusieron cara en los dos episodios anteriores; tres, atención al actor Sam Worthington, el mentado envés del robot, un australiano que combina con poderío virtudes tales como virilidad y sensibilidad, que pueden parecer antitéticas pero no tienen por qué serlo.


(11-06-2009)


 


Terminator Salvation - by , Sep 01, 2022
3 / 5 stars
El envés del robot