Pelicula:

Se puede hablar con toda seguridad de la existencia de una notable generación de directores surcoreanos cuyo cine afortunadamente nos está llegando, confirmando con ello el talento de esta pléyade de cineastas de ojos rasgados. Así, conocemos ya el cine admirable de Park Chan-wook, autor de las estupendas Old boy (2003) y La doncella (The handmaiden) (2016), además del excurso USA Stoker (2013), también espléndida pero que el público yanqui no supo apreciar; o de Bong Joon-ho, con filmes tan interesantes como The host (2006) y Snowpiercer (2013); menos aprecio tenemos por Hong Sang-soo, cuyo En otro país (2012) suscitó, a nuestro parecer, excesivos elogios, pero que mejoró claramente con su posterior y estimulante Ahora sí, antes no (2015).

Ahora nos llega Train to Busan, formidable revisitación del cine zombi, hecho con las claves y el “look” del cine surcoreano. Su director, Yeon Sang-ho (cuyo nombre debemos empezar a memorizar), se confirma como otro de los nuevos y excelentes directores de esta nacionalidad. Hasta ahora su corta filmografía se componía de películas de animación, “cartoons” dirigidos indubitablemente a adultos; con Train to Busan salta al cine de imagen real, y lo hace como continuación a su anterior filme, Seoul Station (2016), que planteaba, en dibujos animados, la situación previa a lo que se nos narra en esta película; así, el “cartoon” se ambienta en la Estación de Seúl del título, donde surge una plaga de zombies que asolarán a los pasajeros…

No parece en absoluto que Train to Busan sea la primera película de imagen real de Yeon. El cine de animación, del que procede, tiene sus códigos, sus rutinas, que no van precisamente en la misma línea del cine con intérpretes de carne y hueso y paisajes reales. Sin embargo, Yeon se muestra como un cineasta con todas las tablas del mundo, planteando su historia con un “crescendo” de tensión que termina siendo absolutamente insoportable.

Corea del Sur, hoy. Un alto ejecutivo del sector financiero, que apenas dedica tiempo a su hijita, tan absorbido como está en su trabajo, lleva a su pequeña a ver a su madre a la ciudad de Busan. Pero en el tren de alta velocidad en el que viajan empiezan a suceder extraños sucesos. Se cuela en el mismo una chica aquejada de una extraña enfermedad que pronto hará que se convierta en un monstruo sediento de sangre, contagiando su virus a cuantos muerde, estableciéndose un trágico efecto dominó del que el protagonista, su hija, y un pequeño grupo de supervivientes, habrán de intentar escapar…

El cine (y la televisión; recordemos, por ejemplo, The walking dead) sobre zombies ha consolidado ya una serie de constantes que generalmente se mantienen en todos los filmes que se hacen sobre el tema. Queremos decir que ya es difícil ser originales en historias de este jaez. Yeon, con buen criterio, opta por no ser original en el argumento propiamente dicho, sino en la forma de expresarlo. Así, la historia de los zombies sedientos de sangre y el casi inmediato contagio de su feroz enfermedad se mantiene, pero donde Yeon se diferencia del resto es, en primer lugar, en dotar a su película de un endiablado ritmo que no permite prácticamente el descanso en el espectador, angustiado constantemente por la aparición de una plaga como de langosta, que no da respiro al grupo de supervivientes; en segundo lugar, el director juega la baza de la creatividad del puro cine, con momentos absolutamente inolvidables, como la larga alfombra de zombies rabiosos agarrados a la cola del tren, ya casi al final del filme, o la bellísima elipsis (que no hubiera despreciado el mismísimo Bresson) del postrer sacrificio de uno de los roles centrales (cuya identidad no destriparemos, para no incurrir en “spoiler”), dada con la mera sombra del personaje; en tercer lugar, Yeon no hace sólo una peli de acción y terror, sino que insufla una carga de profundidad evidente, al hacer que los personajes positivos actúen de forma solidaria en contra del egoísmo del Malo de turno (para la ocasión el CEO de la mismísima empresa ferroviaria que transporta a los vivos aterrorizados y a los muertos deseosos de merendárselos) y a sus inevitables adláteres. Solidaridad contra egoísmo, es un mensaje que prístinamente nos hace llegar el guionista y director, mensaje que, por supuesto, es extrapolable a la vida en general, no sólo cuando nos persigan los zombies (esto parece, al menos por ahora, algo improbable…).

No quedan ahí los mensajes que transmite Train to Busan: la necesidad de no sacrificar metafóricamente a los hijos en el ara del trabajo (ni siquiera con la excusa de “es por ellos”), la capacidad de autoinmolación por un bien mayor, la execrable postura inhumana de las grandes corporaciones… mucha tela que cortar, no sólo zombies rabiosos, en esta película que, de todas formas, se recordará sobre todo por la asfixiante forma en la que lleva al público en volandas hacia un final, de alguna forma también simbólico, en el que la vocecilla del ser más humano, más íntegro, más honesto de cuantos pueblan la película, con sus apenas seis o siete años, salvará lo que queda por salvar de ese desastroso viaje.

Gran película Train to Busan. Lástima que, dado su tema, no pueda ser degustada por todos; sin duda las personas con estómago delicado no conviene asistan a este festín de higadillos con contenido (el contenido es el de la película, no de los higadillos, que tienen el suyo propio…), a esta prodigiosa narración de ritmo frenético tan bien urdida, a esta pequeña maravilla que nos hace esperar con ganas el siguiente empeño, sea en imagen real o en dibujos animados, de Yeon Sang-ho.

Entre los intérpretes nos quedamos con la matizada composición del joven pero ya prestigioso Gong Yoo, que tendrá que evolucionar desde su inicial papel de hombre enteramente entregado a su trabajo hasta el del padre que se dará cuenta a lo largo de este viaje iniciático de lo que realmente es valioso, la familia, la sangre, lo amado, pero también la generosidad sin ambages para con el desvalido; la pequeña Kim Soo-an tiene una rara capacidad para transmitir emociones, un poco a la manera en la que lo hacía Haley Joel Osment en El sexto sentido. Kim Eui-sung compone un malo integral, uno de los villanos más asquerosamente repugnantes (a pesar de su costoso traje, quizá de Armani) que el cine ha dado en los últimos tiempos.


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118'

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Train to Busan - by , Jan 06, 2017
4 / 5 stars
Angustiosa