Serie: Heridas

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Sobre la serie japonesa Mother (2010), original de Yuji Sakamoto, Atresmedia, a través de su productora Buendía Estudios, ha montado esta serie de 13 capítulos sobre la maternidad que, quizá, habría que decir en plural, maternidades, como intentaremos explicar después.

La historia se ambienta en España, en nuestro tiempo (con algunos excursos en forma de flashbacks que nos llevarán a la infancia de una de las protagonistas); geográficamente se ambienta de forma inicial en una localidad costera andaluza, de la que no se dice en ningún momento el nombre, pero que sabemos ha sido rodado en las poblaciones de Tarifa, en Cádiz, y el Cabo de Gata, en Almería. Allí conocemos a Manuela, una ornitóloga de treinta y tantos años, hija adoptada (aunque ella no lo sabe) por una familia bien de Madrid, tras tener que dejarla su madre verdadera al ser encarcelada por haber matado al marido, un maltratador de libro. Manuela tiene un difuso trauma tanto con ese abandono (cuyo origen ella desconoce, por así habérselo hecho prometer su madre real a su madre adoptiva) como por cierto suceso acontecido en su adolescencia con su padre putativo; el caso es que, aunque no ha cortado lazos con su familia de adopción, es reticente a mantenerlos y les da largas continuamente. En el pueblo en el que ejerce como ornitóloga conoce a Alba, una pequeña de 7 años de la que pronto se da cuenta de que está absolutamente abandonada por su madre, Carmen, que no le echa cuenta, más interesada en vivir la vida con su novio, un tipo infecto llamado Nacho. La pequeña Alba, un prodigio de sensibilidad, lanza de vez en cuando mensajes en botellas al mar, en cuyo interior se describe a sí misma y pide una madre “que la quiera”. Manuela, cuya relación con su(s) madre(es) ha sido traumática, por lo ya comentado, se siente enseguida muy cerca de esa niña olvidada por su madre y que malvive como puede, mal atendida, mal alimentada y con frecuencia vejada y humillada por la persona que con más cariño debería tratarla...

Como decíamos, la serie de Atresmedia, como su original japonesa (y las otras versiones existentes sobre la misma historia, como la turca Madre y la francesa Sauver Lisa), habla fundamentalmente de maternidades, así, en plural, pues varias son aquí las que se nos presentan como variantes de lo que habitualmente conocemos con tal palabra: maternidad natural pero renuente, como la que tiene Carmen con respecto a su hija Alba, a la que la progenitora ve como un continuo estorbo para vivir su vida como ella quiere, sin ninguna responsabilidad y todo el hedonismo; maternidad ilegalmente apropiada, aunque con plena aquiescencia de la niña, la que desarrolla Manuela con respecto a Alba, a la que llamará Paloma (y la cría se sentirá plenamente feliz con ese nombre, que significa también tener otra madre que le muestra su amor y no su sordo rencor); maternidad renunciada, la de Rocío, madre natural de Manuela, que renuncia a ella siendo consciente de que una presidiaria (aunque su crimen fuera matar al hideputa que la maltrataba continuamente...) nunca podrá dar una vida normal a su hija; y maternidad vicaria, la que encarna Olga, la madre adoptiva de Manuela, que la criará como sus hermanas, con igual cariño, aunque haya un grave problema en la familia que ella desconocía y que provocará la lógica desafección de su hija adoptada.

Todos esos modelos de madre aparecen en la serie, todos ellos como forma de presentar este drama con ribetes de thriller, o viceversa, en el que el meollo de la historia será la pregunta del millón: ¿es lícito, ya que no legal –que no lo es-, “rescatar” de un hogar infeliz a una niña –vale decir también un niño, por supuesto, aunque no sea el caso--, cuando ésta es manifiestamente infeliz, cuando la madre –o el padre...—evidencian una desidia absoluta por la cría, afectando con ello a su normal desarrollo, físico y psíquico, y a su futuro? Esa sería la premisa de la que parte la serie, y su resolución, sin entrar en “spoilers”, nos parece un tanto idílica, seguramente utópica: casi nunca, por no decir nunca, un “happy end” como éste resulte más falso, más imposible.

Por lo demás, la factura de la serie es correcta pero impersonal; Norberto López Amado, director de la mayor parte de los episodios, es un cineasta profesional pero no especialmente talentoso. Tampoco ayuda el alargamiento artificial de la serie, cuya historia se podría haber reducido en tres o cuatro capítulos sin que se perdiera la esencia de la misma; al contrario, habría ganado en claridad y sencillez, esas dos cualidades tan poco habituales en los audiovisuales actuales.

Habla la serie también de otros temas, además de las maternidades citadas, aunque siempre en un segundo plano y con mucha menor relevancia argumental: es el caso del maltrato doméstico, aquí representado por la forma en la que trata Nacho, el novio de Carmen, a ésta, un Nacho que, dicho sea de paso, funciona muy bien como el perfecto villano, y propiciará un final ciertamente un tanto extremoso.

Argumentalmente hablando, la serie confía demasiado en los azares y carambolas, ese recurso de los guionistas vagos y perezosos, aunque es cierto que, en su conjunto, la trama se deja ver con benevolencia. Los “cliffhangers” están generalmente bien traídos, dejando al espectador con ganas de más.  

Para nuestro gusto lo mejor está en la relación que se establece entre algunos de los personajes femeninos, como la conexión entre Alba/Paloma y Manuela, entre las que se ve que ha habido una química instantánea; también es muy interesante la que se terminará desarrollando entre Rocío y su hija natural, Manuela, primero renuente ésta a la que creyó madre desnaturalizada que la abandonó, y después hija absolutamente entregada cuando se entera del sacrificio sin nombre que supuso para aquella ese abandono, con alguna escena notable, como la hermosa nana que le canta, en voz baja, casi inaudible, la recuperada madre a la bienvenida hija; incluso entre la madre reticente a serlo, Carmen, y su hija Alba, habrá, tras el episodio inicial de la desaparición consentida de ésta, lo más parecido a una relación real de madre/hija, quizá porque el miedo a la pérdida de la hija puso en marcha el reloj maternal que, en el caso de la adulta, parecía haberse encasquillado a las cero horas.

Buen trabajo actoral en general, en especial el de Adriana Ugarte, una actriz con una rara capacidad para sufrir, y para transmitírnoslo tan sentidamente en pantalla; también María León consigue estar convincente en un personaje difícil, el de madre desnaturalizada que, sin embargo, intenta recuperar contra toda esperanza a la hija que creía perdida; también queremos destacar a Elisabet Gelabert, menos conocida que las protagonistas, que encarna el papel de Rocío, la madre que tuvo que sacrificarse como tal para preservar el futuro de su hija, un personaje al que ella dota de una extraordinaria a la par que callada ternura. Javier Collantes, como queda dicho, en el papel de Nacho, hace un villano de los buenos, de los de antes, sin sombra de bondad alguna. Hermosa música del sevillano Pablo Cervantes, muy acorde con el tema.


Heridas - by , Sep 06, 2023
2 / 5 stars
Maternidades