Enrique Colmena

Se acaba 2003 y es hora de balances. En lo que se refiere al cine español, éste que ahora termina no puede considerarse un buen año. En cuanto a recaudación, la cuota de nuestro cine va a quedarse, como mucho, en un 12%, que al lado del 34% del cine francés en su país es como de chiste. Sí, claro, el cine norteamericano aprieta mucho, etcétera, pero tanto en el país galo como en Alemania e Italia las cuotas de sus respectivos cines (y en el caso del itálico tiene mérito, porque su cinematografía sigue en estado catatónico, con sus grandes y viejos creadores muertos o gagás, y los nuevos que no dan pie con bola) son muy superiores a la nuestra. Ha habido, es cierto, un notable éxito de taquilla, La gran aventura de Mortadelo y Filemón, la peculiar adaptación al cine del cómic de Ibáñez, perpetrada (y en este caso el verbo, en su participio, no es inocente...) por Javier Fesser, y algunos otros no han estado nada mal, como Días de fútbol (revisitando el universo cómico de otro gran éxito comercial de hace un año, El otro lado de la cama) y El oro de Moscú (influido por Berlanga pero que termina siendo más bien Mariano Ozores...), pero el resto del material hispano estrenado se ha comportado en taquilla tirando a regular, cuando no al desastre absoluto, y así no hay forma de que se arregle el estado comatoso de las arcas del cine español.

Y lo que es peor, al menos desde el punto de vista cultural y artístico: 2003 no ha sido un buen año para nuestras películas; la mejor de todas, la única que perdurará de veras cuando se cuente la historia de nuestro cine en este año, ha sido, sin duda, Te doy mis ojos, la madura, sugestiva, sutil obra cuasi maestra de Icíar Bollaín, que encara de forma meditada y nada fácil un gravísimo problema, el de la llamada “violencia de género” (por cierto, espantosa expresión), lejos del maniqueísmo tan caro al populismo descerebrado, y sin embargo tan firme, tan vigorosa, tan enhiesta.

Es cierto que ha habido otros títulos que no han carecido de interés, como la plausible adaptación al cine de Soldados de Salamina (aunque pegándole un cambio de sexo al protagonista que ríase usted de los transexuales...), de David Trueba, la bienintencionada Planta cuarta, de Antonio Mercero, la melancólica y cosmopolita Mi vida sin mí, de Isabel Coixet, la polémica y explosivamente sensual Carmen, de Vicente Aranda, o la biográfica y agradable Al sur de Granada, de Fernando Colomo, pero el conjunto ha distado mucho de poder considerarse como una buena cosecha. A ver si 2004, con los nuevos Almodóvar (La mala educación) y Amenábar (Mar adentro), entre otros, hace que el cine español levante cabeza…



Pie de foto: Laia Marull y Luis Tosar en una escena de Te doy mis ojos.