Rafael Utrera Macías

En artículo precedente, nos hemos referido a cuestiones relativas a los hechos históricos de las luchas campesinas en tierras andaluzas para, seguidamente, comprobar qué procedimientos utilizó el cine español ante este tema, cuando la libertad de expresión estaba suprimida y la censura impedía jalear determinadas cuestiones tan imposibles de nombrar como de exhibir, y exponerlas bajo ópticas mínimamente diferentes a la ideología del régimen; del mismo modo, cómo ha desarrollado nuestra cinematografía tales cuestiones en tiempo y época posterior a la dictadura franquista. Vista ya la ejemplificación relativa a la minería, ofrecemos a continuación la problemática del campesinado, según la visión histórica, seguida de algunos títulos donde queda reflejada, en mayor o menor medida, dicha problemática.


Antecedentes históricos de las luchas del campesinado

Las ideas republicanas y socialistas, con toda una diversidad de valores y significaciones, comienzan a expandirse por Andalucía a lo largo del llamado sexenio revolucionario (1868-1874) por medio de la actuación de sociedades secretas, lectura pública en ateneos populares, entrega gratuita de periódicos (“La Discusión”, “El Pueblo”). Así surgen personalidades destacadas en el ámbito forense, en la prensa, en el liderazgo social: entre otros, Emilio Castelar, Nicolás Salmerón, Roque Barcia y Fermín Salvochea. Unos nuevos modos de expresión, un nuevo vocabulario se convertía en símbolo de novedosas actitudes y formas de pensamiento político: revolución social, huelga general, política burguesa, democracia y república, etc.

Ello no quiere decir que el pueblo llano, el campesinado de oficio, el minero de profesión, vivieran el adoctrinamiento emitido desde las élites rectoras; lo que queda claro es que los desheredados de la fortuna seguían con hambre y sin tierras. Y así se lo hacía saber en una época Rafael Pérez del Álamo, el veterinario de Loja, activista del movimiento revolucionario, o Sixto Cámara, desterrado en Andalucía, quien recorriendo haciendas y cortijos sembró inquietud y esperanza en labriegos, segadores y gañanes. La literatura se ha hecho eco numerosas veces de estas y otras situaciones semejantes; Galdós en sus “Episodios Nacionales” alude, oportunamente, a ellos y, no sin rabia, pero tampoco sin humor, escribe que aquellos revolucionarios (refiriéndose a sucesos en el sevillano pueblo de Arahal) no pedían libertad, ni desamortización, ni constituciones, sino “pan, pan, quizás en forma y condimento de gazpacho”; en efecto, los jornaleros de esa villa habían recibido al Duque de Osuna al grito de “queremos tierras”.


Del primer congreso anarquista a la I República

En 1872 se celebró en Córdoba el primer Congreso anarquista bajo el lema “La anarquía ha de ser la más alta expresión del orden”, aunque, paradójicamente, la violencia más exacerbada era la que traería finalmente la paz. La quema de cosechas y cortijos era procedimiento al uso y hasta publicaciones clandestinas explicaban cómo convertirse en incendiario. Con posterioridad, diversos sucesos dan noticia de tales actividades en distintas áreas geográficas, como señalaremos más adelante.

La República, que se proclamó en 1873, pretendió ser de tipo federal; estos términos, república, federalismo y socialismo eran nuevos hitos manejados tanto por la clase política como por la sindical e, incluso, por sectores activos de ilusionados campesinos. El principio federativo y la alternativa regionalista fueron opciones muy vigentes desde la fecha señalada. Numerosas ciudades se proclamaron cantones independientes, desde Sevilla a Algeciras, lo que se hizo, frecuentemente, con derramamiento de sangre.

Esta revolución regionalista conllevaba a la vez una revolución social. El notario Juan Díaz del Moral señaló que la prehistoria y la historia del movimiento obrero están separadas por el cantonalismo. Pero ambas revoluciones, en el ámbito republicano, fueron estrategias fallidas para propietarios y campesinos. Por eso, cada uno de ellos buscará métodos diferentes para encauzar sus intereses y conseguir resultados dentro de la nueva estructura de poder que, iniciada en 1874, se mantendrá, hasta 1898, basada en el bipartidismo.

Sin embargo, este procedimiento democrático resultará escasamente satisfactorio por cuanto el sistema de votaciones y la trampa en las urnas estaban hermanados con el fin de conservar el poder, tal como el caciquismo maneja, o, por el contrario, la creencia de que una sociedad injusta no conseguiría mejorarse con leyes emanadas de su propia injusticia, según lo entendía el espartaquismo agrario andaluz. Son emblemáticas en este contexto las figuras del cacique, profesional de la política y manipulador de la votación, y la del señorito, con su habitual carácter, fanfarrón y provocador, en sus feudos del casino o del cortijo.


Novela social y película con el campesinado como protagonista: La bodega (1929)

Novela de Blasco Ibáñez

Pertenece “La bodega” a la saga de novelas sociales escritas por Vicente Blasco Ibáñez en los primeros años del siglo XX compuestas por “La catedral”, “El intruso” y “La horda”, donde se hace evidente la frase del autor de que la novela de nuestro tiempo debe ser social. La influencia de Zola en determinados factores socio-narrativos del valenciano no quita un ápice de originalidad a su obra en el marco de nuestra literatura. Si el gran escritor francés elaboró una serie titulada “Los cuatro Evangelios”, donde el tercero rezaba “Contra el capitalismo”, dedicado al trabajo y focalizado desde el republicanismo y el socialismo, Blasco, por su parte, utilizó la tetralogía como arma intelectual lanzada contra el clericalismo, el capitalismo, el jesuitismo y tantos otros impedimentos conservadores que, según él, frenaban la puesta al día de un país y su necesaria modernización.

En “La bodega” tomaba como campo de acción el marco vitivinícola de Jerez de la Frontera, sus estructuras sociales marcadas por un añejo feudalismo y con fuerte presencia clerical. En efecto, esta población andaluza se convirtió en rehén a manos de miles de campesinos que, en 1891, tomaron materialmente la ciudad; la ideología que motivó los hechos es difícil de precisar, pero la justicia del momento condenó a Fermín Salvochea (en la novela aparece bajo el ficticio nombre de Fernando Salvatierra) a doce años de trabajos forzados; por estos y otros hechos similares, hizo lo propio con la sociedad secreta llamada La Mano Negra. Los historiadores atribuyen las causas antes a la represión acumulada durante siglos en el campesinado que a una verdadera actuación anarquista.


Película de Perojo

Benito Perojo realizó la versión cinematográfica de La bodega, en 1929, tanto en la modalidad muda como sonora. Simplificó el original y prefirió la aventura melodramática individualizada, encabezada por la familia Dupont con todas sus posesiones, antes que mantener el gran fresco social ofrecido por la novela y mostrar tanto al campesinado obediente como al insurrecto. Incluso hizo desaparecer la figura simbólica de Salvatierra. Ni el cine español del momento ni, mucho menos, el régimen dictatorial de Primo de Rivera, aún menos referido a Jerez, podían permitir un trasvase ideológico y social tal como el escritor valenciano había planteado.

Ello no impide que Perojo resuelva con profesionalidad y autoría secuencias donde su reconocido internacionalismo se hace sentir con composiciones de elocuencia retórica, tal como Román Gubern (autor de una excelente biografía del productor y director) reconoce, en escenas situadas en el interior de la bodega, “entre dos imponentes filas de barriles apilados, en un marco escenográfico opresor”, y donde Luis se transforma en Rafael tal como lo siente María Luz, bajo los efectos del vino, en el momento de ser tomada sexualmente por Dupont.

Lo llamativo es que una novela de marcados contenidos ideológicos y beligerante para con determinados sectores sociales derivara, más allá de cualquier tipo de justificación, por derroteros de género donde una cierta variante de la españolada se ofrece al tender hacia modalidades extrañas a nuestro cine o, al menos en ese momento, de escasa tradición en el mismo. Con La bodega se anticipa una especie de género cinematográfico mediante la cual se oculta un cine de denuncia social recurriendo a la fórmula del western, fenómeno que se evidenciará posteriormente en películas como La cólera del viento, La leyenda del alcalde de Zalamea, Amanecer en Puerta Oscura, etc.

Al margen de la asepsia sociopolítica y laboral utilizada por Perojo, su película no pudo ser estrenada en Jerez de la Frontera debido a la presión ejercida por los bodegueros locales.


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Agitaciones campesinas andaluzas. Narración cinematográfica de su historia (III). Novela social y película con el campesinado como protagonista: Tierra de rastrojos