Enrique Colmena

El estreno de “Aprendiz de caballero” vuelve a traer a primera línea la figura (por decir algo...) de Hayden Christensen, al que la historia hizo el favor de ser el elegido para interpretar uno de los mitos del cine, el caballero jedi Anakin Skywalker y su "alter ego", el tenebroso Darth Vader, el archimalvado de la serie “Star Wars”, uno de esos personajes que todo el mundo, le guste o no el cine, conoce, como Charlot, Superman o Spock. Pero, ¡ay!, la talla de tan grandioso personaje no se acompañó con la del actor que tenía que ponerle cuerpo, rostro y voz, y este chico de aspecto desgarbado, este eterno adolescente ya sin embargo talludito, resultaba ser, en las dos partes de la saga en las que intervenía, “El ataque de los clones” y "La venganza de los Sith", un mal remedo del que se suponía personaje casi omnipotente, aquel jedi tentado por el Lado Oscuro de la Fuerza, abducido por ésta y, finalmente, su mayor profeta, su encarnación en carne mortal.
Porque al chico Christensen no se le puede negar cierta prestancia física: es alto, mono (en el sentido estético, no en el simiesco...), de rasgos agraciados, como se decía antiguamente, pero su prestancia como actor no se puede equiparar a esos dones naturales: en pantalla siempre parece que está interpretando un papel, que es lo peor que puede ocurrir a un actor; carece de lado oscuro (¡él, que tenía que ser el Lado Oscuro por excelencia!), no tiene trastienda alguna que pueda dar idea al espectador que hay más que lo que se ve, y el “summum” de su pose dramática es fruncir un poco las cejas, y pare usted de contar...
Por eso no es raro que su posterior trayectoria en el todavía llamado Séptimo Arte sea penosa. Y no es que empezara mal: nada menos que John Carpenter le dio su primera oportunidad en cine en su "En la boca del miedo", que aunque no era un filme mayor, sí que tenía la impronta de este cineasta irregular pero siempre estimulante. Le siguieron varios trabajos para televisión, en géneros tan dispares como el terror o la comedia romántica a lo Danielle Steel. Su siguiente título de interés en cine sería "Las vírgenes suicidas", el debú de Sofia Coppola en la dirección, filme en el que se codeó con algunos de los más interesantes jóvenes talentos del Hollywood del momento, desde Josh Harnett a Kirsten Dunst, aunque también con una notable pléyade de intérpretes veteranos, llámense Kathleen Turner, James Woods o Scott Glen; lo cierto es que, lamentamente,al pipiolo Hayden no se le pegó nada de tanta sabiduría como se concentró a su alrededor... Después, ya en vísperas del siglo XXI, este jovencito canadiense de obvios orígenes escandinavos volvería a la televisión para hacer varias series; en ese trance estaba cuando le tocó la lotería al fijarse George Lucas en él para el más sabroso personaje que el cine ha inventado en mucho tiempo, el joven Anakin Skywalker. La vida le cambió, aunque no sus limitadas dotes actorales, como demostraría en su meliflua intervención en dos capítulos de la serie; tras ello, el pimpollo canadiense pretendió hacer caja con su (me temo que efímera) fama, metiéndose de lleno en un cine de rabiosa comercialidad pero nula entidad cinematográfica, como fue el caso de la olvidable "Jumper".
Ahora, en este último filme que nos llega con él a la cabeza del reparto, esta suerte de "aggiornamento" tirando a lamentable del clásico boccacciano "El Decamerón", el título español lo dice todo: "Aprendiz de caballero". Vamos, si has interpretado al más importante de los personajes cinematográficos creados en los últimos cincuenta años, y ahora resulta que haces de "aprendiz de caballero", es como para pegarse un tiro... o dedicarse a otros menesteres para los que se esté mejor dotado, que es una solución menos cruenta y desde luego más sensata. Cualquier cosa antes que insistir en triunfar en una actividad que, como en el caso de la interpretación cinematográfica, a la larga no se triunfa sólo con el físico. Y si no, que se lo digan por ejemplo a Matthew McConaughey, del que se dijo, rozando la herejía, que iba a ser el sucesor de Paul Newman, y ahí está, haciendo mamarrachadas...
No sé si Christensen seguirá los penosos pasos del mentado Matthew; tiene todas las papeletas. Lo que sí parece claro es que nunca más tendrá un personaje bombón como el de Anakin Skywalker/Darth Vader, y que pasará a la Historia del Cine como el blandengue actor que puso su insuficiente jeta a uno de los más imponentes mitos de nuestra época.