Enrique Colmena

Ya sabe el lector de CRITICALIA que en esta web, remedando a Terencio, nada audiovisual nos es ajeno, así que no te extrañes que hoy no hablemos de cine, ni siquiera de ficción en televisión, sino de programas de otro corte; resumámoslo en la palabra debate. Si eres español y tienes más de cincuenta años no hará falta que te diga que es lo que fue La clave; si no eres español o no llegas a esa edad, no estará de más que te lo diga, aunque es posible que lo conozcas por referencias.

La clave fue un programa de debate que comenzó a emitirse en Televisión Española (TVE) a partir de 1976, constituyéndose enseguida en un referente del entonces hard boiled momento político, en plena Transición, al principio bajo la égida de un presidente del gobierno, Carlos Arias Navarro, que fue albacea de Franco (muerto unos meses antes), pero a la vez se postulaba como supuesto reformador para que, como se decía en aquellos tiempos por parte de los prohombres del régimen, después de Franco actuaran las instituciones. Pronto se vio que Arias no podía ser hombre de cambio alguno, así que el Rey se sacó de la chistera a Adolfo Suárez, en principio tan hombre del régimen como Arias Navarro (fue nada menos que secretario general del Movimiento, el partido único del franquismo), pero que supo ver por donde iban los tiros y lo que le pedía el monarca, y maniobró desde dentro del régimen para acabar con él, tarea ingrata, delicada y a la postre peligrosísima, por el que ciertamente tiene un lugar destacadísimo en la Historia de España.

El caso es que, antes con Arias y después con Suárez, La clave fue un lugar de debate libre para gente de alto nivel. Cada viernes, por la noche, la ciudadanía sabía que a través del segundo canal de TVE tenía acceso a escuchar opiniones de muy diverso origen sobre temas candentes que interesaban sobremanera; previamente se emitía una película “ad hoc”, relacionada con el asunto en cuestión, siendo generalmente filmes de muy elevado nivel de calidad; después, los contertulios debatían sobre el tema que los había llevado allí, moderados por el director y presentador del programa, José Luis Balbín, él mismo la imagen de marca del espacio, siempre con su impenitente pipa en la boca (entonces aún no había llegado la prohibición de fumar en espacios públicos cerrados).

Con diversos parones, en algunos casos provocados por la censura, que aún entonces se mantenía, explícita o implícita, en TVE, La clave se mantuvo como un foro de primerísimo orden en la España de la época, una España que asistía, al tiempo como protagonista y como espectadora, a uno de los cambios políticos más extraordinarios que se hayan producido en la Historia, no sólo en la de nuestro país, sino en la del universo mundo. Porque aquel cambio de régimen supuso pasar de una dictadura con todos sus avíos, con todo atado y bien atado, a una democracia plena (vale, tiene sus deficiencias, pero le da dos millones de vueltas al franquismo), con su parlamento elegido por sufragio universal libre, directo y secreto, y posteriormente con su Constitución, parida desde el consenso, esa palabra que ahora extraña tanto pero que nos permitió cerrar (quizá no definitivamente, por lo que se ve ahora) la época de los enfrentamientos entre hermanos.

La clave duró hasta 1985, paradójicamente en el contexto de la primera legislatura del gobierno socialista de Felipe González, tras enconarse las posiciones de Balbín (entonces jefe de informativos de TVE, aunque mantenía la dirección y presentación de su programa de debate) y el director general de la televisión pública, José María Calviño.

Durante aquellos nueve años, con sus interrupciones, La clave fue lo más parecido a una gran televisión de calidad que los españoles creíamos merecer. Años más tarde, con la llegada de las cadenas privadas, pensamos, ilusos de nosotros, que llegaría también la variedad, la diversidad, una explosión de opciones diferentes. Aunque La clave hizo su reaparición en una de esas televisiones privadas, Antena 3, desde 1990 a 1993, lo cierto es que pronto se vio que su tiempo había pasado.

Lamentablemente, lo que en general nos trajeron aquellas nuevas cadenas privadas, y las que después inundaron el mando a distancia a través de la Televisión Digital Terrestre, la TDT (que suena como el DDT, aquel insecticida letal, o como el TNT, el explosivo también tela de peligroso), fue basura muy pulcramente empaquetada (a veces ni eso), y con el tiempo aquel programa señero de la noche de los viernes, La clave, donde sesudos varones y féminas con curricula con overbooking debatían con tino sobre temas de alta enjundia, fue sustituido por otro igualmente seguido fielmente por millones de espectadores en ese mismo día de la semana, llamado Sálvame Deluxe, en este caso en TeleCinco, cadena cabecera del grupo Mediaset España, a la sazón propiedad de ese empresario y político italiano que atiende por el nombre de Silvio Berlusconi, de pavoroso pasado, bien conocido de todos.

Sé que los lectores españoles me ahorrarían la explicación sobre qué cosa es (qué bien viene en este caso la expresión…) Sálvame Deluxe. Pero, ya que habrá que decir algo para los lectores de fuera de nuestro país, digamos que es un programa supuestamente de debate, o de tertulia, donde un señor llamado Jorge Javier Vázquez, como presentador, modera el supuesto coloquio de una serie de colaboradores habituales de ínfimo nivel que hablan sobre eso tan vacuo que se denomina crónica social, pero que en román paladino no es sino el cotilleo de toda la vida de Dios, el marujeo, las habladurías de patio de vecinos, el correveidile de siempre, los chismes de portería.

Miguel Boyer, que fuera poderoso ministro de Economía y Hacienda en el primer gabinete del entonces omnipotente Felipe González, cuando se destapó su romance con Isabel Preysler, dijo que España era un país de porteras. Quizá  ésa sea la explicación para que aquel programa espléndido que fuera La clave, aquel espacio que supuso una instrucción acelerada en política para una masa social, la española, que estaba pez en aquellos asuntos por mor de la mordaza tenazmente mantenida hasta entonces por el franquismo, fuera sustituida, con los años, por este cubo de la basura con colorines, por este fake, por este engañabobos que, ¡voto al chápiro escarlata!, ha merecido hasta un Premio Ondas para el mentado Jorge Javier Vázquez, momento a partir del cual el prestigio de los susodichos premios de la cadena Ser pasaron a cotizar como bono basura.

¿Qué ha ocurrido en este país para que hayamos pasado sin solución de continuidad de gozar de la excelencia a hozar en la pocilga? ¿Qué nos ha pasado para que prefiramos ahora la revenía hamburguesa con cartílagos al caviar del Volga? He ahí un misterio digno de indagación, al que podría dedicarse el CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas, para los lectores abroad), porque me temo que ni siquiera el mismísimo Sherlock de Holmes & Watson. Madrid days sabría dar con la solución de este enigma (ni tampoco, qué diantres, al de por qué a José Luis Garci se le ocurrió hacer semejante disparate…).

Pie de foto: José Luis Balbín y su inseparable pipa, alma de La clave.