Enrique Colmena

La ceremonia de los Oscar, un tanto morigerada por aquello de la recentísima huelga de guionistas, que dejó a Hollywood y a las televisiones USA sin lápices creativos, ha confirmado que, si hoy día hay talento en el cine, es fundamentalmente en Europa, a pesar de lo que nos gusta autoflagelarnos a los europeos (en eso el resto de los habitantes del Viejo Continente son como los españoles, que nos pirramos por el masoquismo…). Porque aunque la película ganadora, “No es país para viejos”, sea de producción puramente norteamericana, lo cierto es que se trata de un tipo de cine que allende “el Charco” vende poco, y que tiene su mejor mercado precisamente aquende, a este lado de la mar oceana. Porque Joel y Ethan Coen son, probablemente, los cineastas norteamericanos más europeos (sí, ya lo sé, con permiso de Woody Allen, entre los de hogaño, y de Stanley Kubrick, entre los de antaño), y su “No es país…”, al margen de los paisajes desérticos de Texas, podría ambientarse perfectamente en Europa, por ejemplo en el desierto de Almería, y la historia no chirriaría en absoluto.
Pero sigamos con los premios: es obvio que el Oscar para Bardem (por cierto, le podríamos llamar a partir de ahora “Oscar Bardem”…), merecidísimo, es puramente europeo, y la composición interpretativa del actor español es de clara escuela celtibérica antes que yanqui; quizá por eso haya sorprendido tanto en aquellos lares… Ha habido más premios para europeos: el inglés Daniel Day-Lewis ganó el de Mejor Actor Protagonista, y acumula de esta forma ya dos Oscar en el salón de su casa (o en la repisa del w.c., que también podría ser…), viendo reconocido así su intenso trabajo en “Pozos de ambición” con otra estatuilla, como ya consiguió la primera en 1990 por “Mi pie izquierdo”. Lo cierto es que el premio para Day-Lewis estaba más o menos cantado, o descontado, como dicen los analistas bursátiles; el que no estaba ni cantado, ni descontado, ni figuraba en quiniela alguna, e incluso se le hubiera resistido a Rappel, era el de la francesa Marion Cotillard por su (espléndida, es cierto) recreación de la atormentada Edith Piaf en “La vida en rosa”, dándose por hecho que sería para la veterana Julie Christie por “Lejos de ella”. Pero es que resulta que Tilda Swinton, ganadora del Oscar a la Mejor Actriz de Reparto por “Michael Clayton”, también es europea, inglesa por más señas.
Pero es que incluso entre los Oscar “de pedrea” (para entendernos, aquellos de carácter técnico, que no son los correspondientes a Película, Director, Guión, Actor y Actriz Protagonista y de Reparto) también los europeos hemos “mojado” cantidad: los italianos Dante Ferretti y Francesca LoSchiavo han conseguido el de Mejor Dirección Artística por “Sweeney Todd. El diabólico barbero de la calle Fleet” (visualmente muy europea, aunque de producción USA); el francés Didier Lavergne el de Mejor Maquillaje por “La vida en rosa”; el italiano Dario Marinelli se alzó con el premio a la Mejor Banda Sonora Original; y el irlandés Glen Hansard y la checa Markéta Irglová obtuvieron el galardón a la Mejor Canción Original.
Así que el baño ha sido total: Europa ha sido la auténtica ganadora, por goleada, de los Oscar de la edición número ochenta de los Premios de la Academia. Así que, ¿quién dijo que en este continente tan viejo (y a veces tan senil…) se había acabado el talento?