Enrique Colmena

Ni tampoco, desde luego, el personaje central de la novela de Gonzalo Torrente Ballester, La saga/fuga de J.B. El estreno de Jason Bourne nos permite hablar de las curiosas coincidencias (también algunas diferencias) entre las dos sagas de espías más rentables y prolíficas (una más que la otra, pero todo se andará…) del cine de los últimos cincuenta años.

Empecemos por el principio, que será lo mejor: no deja de ser curioso que este Jason Bourne comparta iniciales con James Bond, el agente secreto (imaginario) más famoso del mundo; pero es que no sólo comparte iniciales, sino incluso varias letras: del nombre de pila (por decirlo a la católica manera) Jason comparte tres letras con James, y del apellido, Bourne otras tres con Bond, que ya es casualidad… El espía británico lucha generalmente contra oscuras entidades dedicadas al Mal, o bien contra personajes al estilo Mad Doctor, que quieren merendarse el mundo sin tener que tomar después sal de frutas; pero también, en los últimos años, se las está teniendo tiesas con su propia organización, el MI6 que dirige con mano de hierro el (o la) M de turno (la mejor, para mi gusto, la estupenda Judi Dench; el actual, Ralph Fiennes, no es que sea malo, pero le falta trastienda, poso, sustancia). El espía norteamericano, por su parte, tiene como archienemigo precisamente a su organización, la CIA, o la Compañía, como es conocida así en plan coloquial, pero también, de rebote, ha de cuidarse de los malos de turno y defender a la Humanidad (o a los Estados Unidos, que para ellos es lo mismo…).

Por supuesto, ambos tienen unas cualidades para la lucha que colindan con la taumaturgia: nada más que les falta volar, qué tíos… Siempre suelen enrollarse con mujeres de cuerpos rotundos, hasta el punto de que entre los tópicos de la serie 007 está el de las “chicas Bond”; eso sí, en los últimos años esas chicas se han apartado parcialmente de la fórmula “mujer-que-quita-el-hipo”, para acercarse más al concepto “girl-next-door”, la chica de la puerta de al lado, subrayando así la normalidad de la fémina de turno de la serie, más allá de las anteriores de hechuras de modelo: sería el caso de Léa Seydoux, Sophie Marceau o Gemma Arterton, ante todo actrices. En el caso de Jason, el agente de la CIA al que le borraron la memoria, también se puede hablar con propiedad del concepto “chicas Bourne”; a la manera del último Bond, aquí también se deja de lado el antiguo concepto de “mujer-bombón” para sustituirlo por el de mujer corriente: ahí están Franka Potente, Julia Stiles, Alicia Vikander, hermosas pero que se corresponden con criterios de normalidad, no con cuerpos de misses.

Por cierto que sería curioso ver alguna vez un personaje femenino similar a Bond o a Bourne, y ver si entonces también se creaba la figura del “chico-X” (siendo X el nombre de la agente secreta de marras, claro). Sería ciertamente un avance en la igualdad de sexos. Hubo un intento en los años noventa con Memoria letal, con Geena Davis (por cierto, con amnesia inducida también en la espía protagonista, qué casualidad...), pero no funcionó en taquilla ni tampoco aportó gran cosa al cine.

Si tenemos que ver quien copió a quien, habrá que convenir en que fue Robert Ludlum el que se inspiró (digámoslo así) en la serie James Bond creada por Ian Fleming en 1953 en su novela Casino Royale, dado que la primera obra de Ludlum sobre el espía norteamericano fue El caso Bourne (The Bourne identity), publicado en 1980, cuando el fenómeno de masas de 007 era ya toda una realidad.

Entre las diferencias de ambos agentes estaría, por supuesto, la nacionalidad, británica la de Bond, yanqui la de Bourne, si bien en estas cosas ya se sabe que los agentes barren para su país y se suponen lo defienden a ultranza, aunque ya sabemos que muchas, quizá demasiadas veces, a quienes defienden es a sus jefes y a sus espurios intereses personales o políticos.

Queda dicho que uno está más integrado (James), aunque últimamente ha tenido sus más y sus menos con sus boss, y el otro, Jason, va por libre o es directamente archienemigo de los que lo formaron y dotaron de las mejores capacidades para la lucha, física o mental.

Eso sí, Bourne, no comparte el gusto exquisito de Bond en el vestuario, y con frecuencia el yanqui va de vaqueros (iba a decir de Carrefour; digamos de Walmart, que viene a ser su equivalente en USA). Ah, y en materia de bebidas, desconocemos que bebe Bourne aparte de agua del grifo. En eso diríamos que Bond le gana de calle: un Martini seco; agitado, no mezclado…

Pie de foto: Matt Damon y Julia Stiles en una escena de Jason Bourne.