Rafael Utrera Macías

En el vigésimo aniversario del fallecimiento de Manuel Summers Rivero me sigo preguntando: ¿fue un cineasta que dibujaba o un dibujante que hacía cine? La respuesta sea, acaso, la adecuada combinación de ambas cosas, separadas en su expresión externa aunque unidas en su original creación.


Algún currículum del artista se empeña en poner Huelva donde debe decir Sevilla, por cuanto su nacimiento (1935) y origen está vinculado al entorno de la sevillana Plaza de la Magdalena; de otra parte, su fallecimiento (1993), el 12 de junio, se altera en favor del 14, día que recibió sepultura en el hispalense cementerio de San Fernando.


Hechas estas precisiones, es obvio señalar que su trabajo fundamental lo desarrolló en Madrid, aunque siempre estuvo vivencial y sentimentalmente vinculado a Andalucía. En efecto, Sevilla y Huelva, capitales y provincias, fueron no sólo lugares habituales de su entorno familiar sino, en algún caso, escenario significativo de sus películas.


Las viñetas cómicas desde las que semanalmente este autor le tomaba el pulso a la actualidad nacional, en “La Codorniz”, “Mundo Hispánico”, “Pueblo” y “Abc”, mostraban una concepción del mundo y de la vida paralela a la ofrecida por el humor visual mostrado en sus películas.


El sevillano oteaba el horizonte inmediato de la humanidad y entresacaba aquello que hiciera no sólo reír sino también pensar a su lector; ni el rencor ni el odio entraban en los esquemas de un humor que prefería orientarse hacia el lado optimista de la vida aunque sin perder de vista cuantos defectos son propios del hombre.


Los inicios cinematográficos de Manolo Summers estuvieron en aquel Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas convertido poco después en Escuela Oficial de Cinematografía, dependiente de un  Ministerio de Información y Turismo gobernado por el ministro Manuel Fraga Iribarne y una Dirección General guiada por José María García Escudero. Allí realizó el entonces estudiante prácticas de fin de curso que bajo los títulos El muertín y El viejecito, mostraban claramente cuáles eran los centros de interés humano, artístico y expresivo de este andaluz con tan peculiar sentido de la vida y del humor. Los resultados cinematográficos de la política ministerial dieron como fruto un movimiento bautizado como "Nuevo Cine Español", el cual, a día de hoy, es cuestionado antes por motivos políticos que cinematográficos.


Uno de sus primeros y más significativos títulos, Del rosa al amarillo (1963), era la primera obra del recién titulado Summers. La adecuada combinación de calidad y popularidad se dieron la mano en un film que se convertiría en paradigma de la comedia cinematográfica española. La significación de los colores como expresión de dos etapas extremas del amor, el adolescente y el senil, servían como carta de presentación de un nuevo director que ya ese mismo año triunfaba, al obtener la Concha de Plata, en el Festival de San Sebastián.


Su siguiente trabajo, La niña de luto (1964), es uno de los títulos que anticipan el luego denominado "cine andaluz"; ofreció en él, desde el realismo testimonial, la incidencia de los lutos rigurosos sobre las muchachas casaderas. El planteamiento dramático que García Lorca hizo de un tema semejante en La casa de Bernarda Alba, este otro andaluz risueño lo ofrecía desde el tono habitual de la comedia para analizar un hecho socio-cultural fuertemente arraigado en aquellas sociedades rurales. En lo que a  interpretación se refiere, Alfredo Landa actúa aquí en su vertiente semidramática, anticipando ya al personaje de su siguiente etapa del que tanto provecho sacaron Garci o Camus. Por el contrario, en El juego de la oca (1964) abordó la intimidad del matrimonio para someterlo a la tensión del adulterio y terminarlo con un final que remitía a la primitiva situación.


El espectáculo, el fútbol, el boxeo, los toros los eligió Summers para, bajo el simbólico título de Juguetes rotos (1966), construir un ejemplar "docudrama" sobre la vejez, la soledad y el apartamiento social de quienes, en otro tiempo, fueron famosos: Gilbert, Uzcudun, Gorostiza, Villalta, Pacorro…; prosigue su línea anunciada en su práctica El viejecito y en su episodio ...al amarillo, para denunciar la manifiesta injusticia que permite morir olvidados a quienes fueron ídolos de multitudes.


A partir de aquí, tres temáticas bien distintas discurren por la filmografía summersiana: la relación adolescencia y sexo tal como desarrolló en los títulos Adiós, cigüeña, adiós (1971), El niño es nuestro (1973), Ya soy mujer (1975), Mi primer pecado (1977), El sexo ataca (1979); el retrato de situaciones jocosas filmadas con cámara oculta tal como planteó en la serie To er mundo e güeno (1981); la comedia musical apoyada en la interpretación del grupo formado, entre otros, por su hijo, cuyo título más elocuente es Sufre mamón (1987).


Como bisagras de estos apartados, Summers realizó algunos films  que compartían peculiaridades de ambos; encajarían en tales segmentos películas como Urtáin, el rey de la selva... o así (1969), Ángeles gordos (1980) y La Biblia en pasta (1984). El segundo título constituye una tierna mirada hacia el mundo interno y externo de los obesos para mostrar tanto la felicidad como el complejo, en singular producción rodada en Estados Unidos con actores norteamericanos.


Con relativa frecuencia el director de cine Manolo Summers se convirtió en ocasional actor tanto en películas propias como ajenas. Sus interpretaciones encajaban dentro de la línea humorística que fue "marca de la casa", con papeles generalmente desenfadados y libres de aristas dramáticas. Aunque la hormona se vista de seda, No firmes más letras, cielo, Mi mujer es muy decente, dentro de lo que cabe, junto a otras producciones de temática semejante dirigidas por Julio Diamante, Angelino Fons, Fernando Merino, etc.


Del mismo modo, Summers fue habitual inventor de argumentos y guionista profesional en películas ajenas como Cebo para una adolescente (F. Lara Polop), Mi mujer es muy decente, dentro de lo que cabe (A. Drove), Amor casi libre (F. Merino), etc. A su vez, por medio de su productora “Paraguas”, coprodujo películas de Chumy Chúmez (Dios bendiga cada rincón de esta casa  y ¿Pero no vas a cambiar nunca, Margarita?) o de Jorge Grau (Coto de caza).


Una serie producida por la sociedad Recelero en 1991 y emitida por Televisión Española en 1992, llevó el nombre de Cine por un tubo. Se componía de estos nueve títulos de 30 minutos de duración cada uno: Piston City, Locky 5, La niña de los frailes, El vendehuesos, Tarzán en el cementerio civil de elefantes, El espíritu del precio justo, La ninfómana, La voz vacilante de Hollywood y Que me quiten lo chupao. Dirigidos por el cineasta sevillano, los créditos enunciaban: “Un film de Summers”.


Cada uno de ellos estuvo presentado por un invitado, cineasta, actor, crítico, dibujante: José Luis Borau, Jorge Grau, Inocencio Arias, Vicente Antonio Pineda, Alfredo Landa, Joaquín Prat, Luis García Berlanga, Antonio Resines y Chumy-Chúmez. Unos y otros destacaron la personalidad del director, la capacidad para construir el gag, la facilidad para inventar tipos singulares. Grau definió a Summers como “gamberro, poeta y ultrasur”, al tiempo que lo emparentaba con los escritores “anarquistas de derechas”,  autores ellos del humor “codornicesco”.


La autoría de los guiones  correspondió en su mayoría a Summers; alguno se  escribió en colaboración con Chumy Chúmez  (Que me quiten lo chupao) y de otros son autores Mario Coll (Piston City), Roxy Martínez de Burgos (El espíritu del precio justo) y Federico Volpini (Tarzán en el cementerio civil de elefantes).


El equipo técnico repetía en la mayor parte de los casos, como corresponde a una serie. Por su parte, el artístico recurría, con frecuencia, a actores secundarios y no profesionales; interpretaron, a tenor de lo que es actuar en un juego de amigos, Chumy Chúmez, Inocencio Arias, Ángel Muñoz “Reverendo” (autor de la música y banda sonora), León Klimovsky, además de los hermanos Summers (Guillermo y Tomás). Por su parte, los hijos de Manuel intervinieron en ayudantías de dirección y tareas semejantes.


La serie estaba planteada como una parodia, como una imitación burlesca de los géneros y subgéneros más significativos de la Historia del Cine. Entronca así con el humor desarrollado en las obras de escritores como Tono, Miguel Mihura o Enrique Jardiel Poncela y en películas como ¡Yo quiero que me lleven a Hollywood! (1932) y Falso noticiario (1933), de Edgar Neville; también con la serie Una de...: Una de miedo (1934), Una de fieras (1934), Una de ladrones (1935), así como con el film Tres eran tres (1954), una y otro dirigidos por Eduardo García Maroto; en este último se combinaron tres episodios, Una de monstruos, Una de indios y Una de pandereta, donde se parodiaban los géneros comúnmente conocidos como “terror”, “oeste” y “españolada”.


En este sentido, Summers amplió la oferta a muy diversas variantes donde se combinaban los géneros clásicos con los más actuales y modernos: oeste, boxeo, españolada, necrofilia, aventuras (de Tarzán), poder ultrasensorial ligado a concursos de televisión, sexo, musical y terror.


En conjunto, la serie se servía de unas estructuras preestablecidas pertenecientes al paradigma de cada género o subgénero; sobre ellas se inyectaba la dosis de comicidad necesaria para convertir el resultado en una modalidad distorsionada donde el gag transforma y da nuevo valor a la primitiva y originaria situación. Obviamente, este resultado procede de tres fuentes principales: el humor verbal, el visual y la oportuna combinación de ambos.


El chiste verbal se servía del juego de palabras, de la descontextualización del término, de otras formas retóricas semejantes. El chiste visual se componía mediante la manipulación de la imagen, con el tipo de montaje más oportuno, con la formulación iconográfica más conveniente. Lo verbal más lo visual permitía combinar los elementos paródicos y obtener un alto grado de caricaturización tanto sobre la situación como sobre el personaje.


La tarea del espectador comienza situándose en el reconocimiento de los elementos tipificados y arquetípicos procedentes del género correspondiente para, seguidamente, reconocer la traslación semántica (de la palabra o de la imagen) efectuada mediante la parodia.


En 1992, cuando el cáncer se cebaba ya con las entrañas artísticas de Manolo Summers, él mismo pudo ser pasivo espectador ante su “cine por un tubo (catódico)”. Por entonces, tuvimos ocasión de nombrarle Socio de Honor de la "Asociación de Escritores Cinematográficos de Andalucía" (Asecán).


Tras su muerte, recibió un merecido homenaje en el XIX Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, y su sobrino, el periodista sevillano Zacarías Cotán, publicó un libro a él dedicado con el subtítulo “cineasta del humor”.


Entre los obituarios escritos por compañeros, seleccionamos un párrafo firmado por su colega y amigo Basilio Martín Patino que dice así: “He conocido a pocos hombres de su genio, con una humanidad más generosamente noble, más bueno, desde su sonrosado aire de colegial díscolo y sentimental. De él se subrayará sobre todo la ternura con que dibujaba poéticamente a sus niños perplejos, a lo Truffaut o a lo Vigo; su atractivo de muchacho grande que coleccionaba cromos, o carrozas fúnebres, y juguetes de hojalata. Tengo la impresión de que le desbordaba la vida y quería vivirla a manos llenas, eternamente rebelde ante lo incongruente. Y se enmascaraba de francotirador insolidario en el papel de lobo al que se le veía la patita bonachona bajo el disfraz”. El País. 14, junio, 1993.


Desde el ámbito universitario reivindicamos en su día un estudio científico que pusiera en  valor, mediante riguroso análisis, la compleja personalidad de Summers y, al tiempo, su plural universo artístico manifestado bajo tantas facetas creativas. Hoy, todavía, no es tarde.


Manolo tiene plaza en su querida población onubense de Lepe y calle, con su nombre, en Arcos de la Frontera. La solicitud al ayuntamiento hispalense, a poco de su fallecimiento, de incluirle en el viario sevillano tuvo la mala suerte de acabar en error burocrático; por contra, todo un barrio de la capital pudo engalanarse con cualificados nombres de artistas y cineastas andaluces. El aniversario que justifica este artículo sería buen momento para subsanar el olvido.


Pie de foto: imagen de La niña de luto, película dirigida por Manuel Summers.