Rafael Utrera Macías

El guion en “Nuestro cine”


Antes de que La tía Tula se proyectara en el Festival de San Sebastián, la revista “Nuestro Cine” publicó su guion en los números 25 y 26, correspondientes a diciembre de 1963 y enero de 1964. Una entradilla titulada “Unamuno al cine”, advertía de que la adaptación era “muy personal” al tiempo que garantizaba la calidad literaria del guion. La ficha técnica y artística acompañaba una nota introductoria donde se advertía de la integridad del original literario, de la duración excesiva del primer montaje, ya efectuado, así como de las secuencias que, sin duda, desaparecerían (con el común acuerdo de director y productoras); y ello, al margen de la posible intervención de la censura. En consecuencia, la publicación de este texto lo convierte en documento fiel de lo que Picazo pretendió hacer y, al tiempo, de cómo las diversas circunstancias, internas y externas, afectarían al conjunto de la narración.


La comparación del guion íntegro con la película estrenada permitió comprobar que las diferencias afectaban tanto a lo sustancial como a lo secundario. Entre las primeras, la supresión, en el centro femenino, de la entrega de comestibles a las novias que deberán comulgar en su casamiento; en el mismo lugar, la meditación por parte de las catequistas sobre los valores de la castidad y de la caridad. La despedida en la estación es el final de la película por lo que se suprime la escena del cementerio donde las amigas, en el día de los santos, acompañan a Tula, dado que el cuñado y la familia no han podido venir. Entre las segundas, el paseo de Ramiro por su antigua calle, la casa de Jovita con referencias al ajuar, las diversas canciones cantadas por el grupo femenino, la conversación en la confitería de Emilio entre su madre y Ramiro, escenas domésticas de escaso significado porque el contexto las aclara; se aliviaba la planificación de algunas secuencias por lo que el diálogo podía desaparecer sin que afectara al sentido principal.


Su lectura ya evidenciaba que Picazo no había hecho una “adaptación” al uso; por el contrario, manejaba una forma distanciada respecto del texto literario, organizaba la estructura y la relación entre personajes de forma bien distinta y trasladaba la acción desde principios del siglo XX a la época contemporánea, los años 60.



Estreno en el Festival de San Sebastián


La presentación de La tía Tula en el Festival de San Sebastián (1964) supuso el estreno público de esta ópera prima y cuya clasificación por parte de la comisión ministerial había sido de “1ª A. Interés especial”. La crítica acreditada en el mismo pudo conocer la solvencia del film y publicar seguidamente tanto sus personales opiniones como las entrevistas solicitadas al director.


“Film Ideal” había desplazado a la capital donostiarra a cuatro críticos; dos “clásicos”, Félix Martialay y Juan Cobos, y dos “modernos”, Ricardo Buceta y Luis Cortés. El número 147 (1 de Julio. 1964) estuvo dedicado al conjunto del festival y a algunas de sus diversas secciones. La referencia a La tía Tula sólo aparecía en el cuadro de calificaciones de películas exhibidas; Martialay y Cobos la calificaron con 3 (sobre 5), Buceta con 4 y Cortés con 0. En el ejemplar siguiente, número 148 (15 de Julio. 1964), bajo el titular “Miguel Picazo dice”, Martialay y Buceta entrevistan largamente al director y firma la crítica éste último. En la conversación, tras ponerse de manifiesto los comienzos cinematográficos del cineasta, se abordan los temas relativos al film tanto en su faceta de adaptación literaria como de organización narrativa y carácter de las interpretaciones. Los críticos ejercen como tales y hacen ver cómo ha derivado la admiración del escritor hacia su personaje principal, Tula, por un manifiesto sentido crítico del cineasta para con el suyo; del mismo modo, se ha procedido a una “desromantización” de las relaciones personales entre Ramiro y Tula que conlleva una “desidealización” total. Desde ciertos postulados culturales o idealistas se niega la “carga espiritual” que tiene el amor y, del mismo modo, desde fundamentos católicos, a la famosa escena del confesionario, se le pone en duda la falta de proyección (“aleteo”) sobrenatural. Finalmente, en cuanto a cuestiones técnicas, se la acusa de evidente “falsedad de diálogos” y de escasa capacidad para manejar los exteriores.


La crítica de Buceta, tras una introducción al carácter del nuevo cine y al valor de los guiones, asegura que La tía Tula contiene todos los problemas del cine español que, en síntesis, equivale a la manipulación que el director hace de “las realidades” con las que se encuentra. Respecto a la relación entre los dos personajes principales, asegura no producirse reacción alguna ya que se comportan como “dos cuerpos incomunicables”; por ello, el conflicto “Tula-Rodrigo” (sic; debe decir Tula-Ramiro), sobre el que Picazo quiere hacer pivotar su película, no funciona, por más que el procedimiento elegido en numerosas escenas sea precisamente el plano-secuencia.


De la misma manera, su modo de “alejamiento de lo real” deviene cuando lo literario se expresa mediante un montaje a base de planos alternados entre Tula y su cuñado en los que se incluyen los subjetivos de Ramiro. Esta continuada exigencia del crítico sobre la necesidad de constatar y filmar “lo real”, le permite enumerar los distintos “condicionamientos” que dirigen la vida de esta mujer y, tras ello, concluir que “el resultado es pérdida inútil de tiempo” por pretender pasar esos aspectos como entidades propias. Aspectos positivos reconocidos por el crítico son el “enorme valor testimonial” del film, por cuanto permite “contemplar lo real en toda su complejidad” y, consecuentemente, poder considerarla un “testimonio fidelísimo de nuestro país… subdesarrollado”. Sobre 5, el crítico la califica con 4 (obra importante)


Gortari en “Film ideal” o las cosas en su sitio


Con posterioridad, “Film Ideal”, en su número 154 (15 octubre. 1964), pública nueva crítica, a raíz de su estreno comercial, firmada en esta ocasión por Carlos Gortari, además de calificar la película en su cuadro habitual. A este respecto, el citado panel (se vota entre 0 y 5) ofrece algunas curiosidades: Arroita, G.S. de Erice, Rubio le dan 0 (cero); Labat y Leirós: 1; Martialay (le baja un punto respecto a su calificación precedente) y J.A. Molina: 2; Cobos, Redondo, Martínez y Palá: 3; Gortari, Buceta, y V. Molina: 4.

Gortari enjuicia el film desde su contrastada capacidad crítica y su riguroso criterio cultural sin que sea ajeno a su dictamen la presencia de un evidente cristianismo progresista y una afectiva sensibilidad para la obra de un amigo y un maestro. Rotundamente afirma que esta Tula es “de aquí y de ahora”, por cuanto Picazo ha tomado a Unamuno con rigor y vigencia desde nuestra específica circunstancia. “El film es humanamente más rico, aunque sea ideológicamente más corto”, sentencia con acierto. Y en cuanto al personaje femenino, el recorrido vital empieza en “sus crímenes espirituales” y acaba en la “toma de conciencia de su suicidio moral”. Y es que las conductas por las que se rige Tula remiten a un entramado social “de sexto mandamiento” cuando “el auténtico cristianismo es distinto”. Por más que el crítico no reconozca la existencia de grandes descubrimientos formales, asegura que marca una efeméride en nuestra cinematografía; y tras evaluarlo como “serio, honesto, imperfecto y conmovedor film” no se equivocó en sostener que era “una película para la historia del cine español”.



"Nuestro cine".


Monleón: de la entrevista a la crítica


Tras la publicación del guion, “Nuestro cine” en su número 31 (Julio. 1964) ofrece una entrevista de José Monleón con Miguel Picazo. En ella se pone de manifiesto el posicionamiento del realizador frente a la obra unamuniana, es decir, la pérdida de la “idealización” en favor de la “actualización” así como los avatares sufridos por la película en sus dos montajes lo que supuso una pérdida de cuarenta minutos; además, se precisan diversas circunstancias en relación a su narrativa y se valora la prioridad de una secuencia sobre otra para mejor entendimiento de los hechos en sus causas y consecuencias.


Y en el mismo número, el propio Monleón, en crónica del Festival donostiarra, incluye comentario crítico donde se precisan sus valores teniendo en cuenta diferentes cuestiones: película premiada en el certamen, “ópera prima”, adaptación literaria, diferencias entre personajes principales según relato escrito o filmado, etc. En cuanto a la temática propiamente dicha, el comentarista establece las pertinentes comparaciones entre la concepción unamuniana de la mujer con su especificación concreta de las conductas de Tula, y el desplazamiento vital respecto a su condición de cuñada y tía en el preciso contexto de una pequeña capital de provincia. De otra parte, señala la moderación empleada por los guionistas a fin de no haber caído en el retrato de un ser monstruoso vinculado al peor de los esperpentos.


La serie de datos marginales y discontinuos establecen el entramado del film lo cual le acerca a las nuevas narrativas que el cine europeo está utilizando entonces. Monleón, que ha publicado el guion y lo conoce en detalle, lamenta que ciertos factores existentes entre Tula y sus condicionantes vitales, se hayan perdido en la pantalla. A pesar de ello, se reconoce que la dirección de Picazo es de “las mejores del cine español”, como se alaba igualmente la interpretación y el uso del sonido directo. Es el deseo del comentarista que, como en este caso, el cine español surja de nuestros propios contextos históricos.


Víctor Erice: personal comentario crítico


En el número 34 de “Nuestro cine” (Octubre. 1964), Víctor Erice, crítico de la publicación, argumenta una serie de deliberaciones cuyo punto de partida es el de un espectador que ha visto la versión completa de la película y ahora vuelve a considerarla en el metraje de su estreno comercial. Tras considerar el tipo de adaptación llevado a cabo, abandonando la estructura cíclica para centrarse en la relación interpersonal, se señala el contraste entre el mito de la virgen madre y el de la represión sexual. Y es que Tula vive su “sueño”, afirma el comentarista, no en la esfera de la afirmación del “yo” sino en el terror del “otro”; precisamente, es este miedo el que le impide romper su soledad e integrarse en una nueva dimensión; la mujer es víctima de su propio orgullo, de su idea inhumana de la virtud. Y tras señalar Erice que el film se ha convertido en la más significativa e importante de las producciones nacionales de ese año, la adscribe a “hecho cultural” en virtud de la seriedad de sus planteamientos, de la madurez del director, de la manifiesta calidad estética.


Dos visiones contrapuestas: de Pérez Lozano en “Cinestudio” a Alfonso Guerra en “Cuadernos de formación cinematográfica”


José María Pérez Lozano fue un crítico cinematográfico cuya catolicidad quedaba antepuesta a cualquier otra consideración. Uno de sus libros se tituló “Un católico va al cine” y la denominación de la revista “Film Ideal”, de la que fue fundador, se basaba en las teorías religiosas sobre el cine emanadas de la encíclica “Miranda Prorsus” según criterios del pontífice Pio XII. Cuando esta publicación modificó sus planteamientos, Pérez Lozano fundó “Cinestudio”, en cuya primera etapa se mantuvieron los postulados de su antecesora. El número correspondiente a septiembre de 1964 aportaba sus consideraciones sobre la estrenada película de Picazo. El comentario denunciaba una visión “triste, pequeña, raquítica” de la novela, además de mantener “una crueldad crítica innecesaria”; y en su condición de católico militante, señalaba el olvido de “algunas de las corrientes intelectuales del cristianismo moderno”.


Muy al contrario, en la efímera revista “Cuadernos de formación cinematográfica” (Número 1. 1965), Alfonso Guerra, miembro del Cine Club Universitario de Sevilla, al tiempo, aspirante a ingresar en la “EOC” (posteriormente fundador del grupo teatral “Esperpento” y, ya en democracia, Vicepresidente del gobierno español), publicaba el artículo “La tía Tula. Un homenaje a Unamuno”. Tras señalar la efeméride del centenario unamuniano, entiende que el cine es la expresión idónea del arte contemporáneo y, por ello, la que ha permitido “cristalizar” la obra de tan discutido autor. Picazo ha conseguido una película tan “reflexiva” como “científicamente organizada”. A partir de aquí, el cronista elucubra sobre las circunstancias y contextos en los que se mueve la condición femenina española donde el conservadurismo familiar, educativo y religioso inciden negativamente en su formación. La situación social de “soltera” se explicita en función de diversas escenas (precisadas por el comentarista) y del lúcido planteamiento con el que guionistas y director han organizado la estructura general del film a la que han contribuido los artistas (especialmente, Carballeira) y técnicos (Pérez Olea, Baena) por él mencionados. Permítasenos discrepar en un punto de las afirmaciones del crítico: conocido el distanciamiento que Don Miguel siempre mantuvo para con el cine (y no sólo con el cine), dudamos de que se sintiera “honrado” con ella como de considerarla “fielmente interpretada” por sus autores.


Pie de foto: Aurora Bautista y Carlos Estrada, protagonistas de La tía Tula, en la portada de la revista “Film Ideal”.