Enrique Colmena

Lejos de nombres indiscutibles del humor o la comedia americana, como Groucho Marx y Woody Allen, o incluso el muy inferior Jerry Lewis (por más que éste tuviera en tiempos una legión de fans, que hoy lo tienen manifiestamente olvidado), los cómicos del cine norteamericano actual parecen beber, antes que en esos maestros, en colegas de interés tan relativo, por decir algo, como Bob Hope o Danny Kaye, de humor casposo y casi siempre ramplón. El número uno, por caché y fama, de la generación actual de cómicos es, lógicamente, Jim Carrey, quien cuando está en su faceta de humor resulta tan insoportable como es evidente en "Ace Ventura" o "Un loco a domicilio", aunque por fortuna tiene una vena dramática ("El show de Truman", "Man on the Moon") que le redime parcialmente. Pero otros actorzuelos de menor enjundia no tienen siquiera esa estimulante parte trágica, y se dedican a manufacturar, una tras otra, comedias de dudoso gusto, como hace Rob Schneider en filmes como "¡Este cuerpo no es el mío!" o "Estoy hecho un animal", en el que saca partido cómico (más o menos...) a su rudo, por no decir feo aspecto. Otro que incluso le supera en admiradores en Estados Unidos (afortunadamente no en España, donde sus películas pasan sin pena ni gloria) es Adam Sandler, con títulos de tanto relumbrón (perdón por la ironía...) como "El aguador" o "Un papá genial". Ambos comicastros, Scheider y Sandler, coinciden ahora en "50 primeras citas", en cartel, a vueltas con el tema de la pérdida de la memoria inmediata, que "Memento" elevó a la categoría de absoluta obra de arte y este filme reduce a la de memez más absoluta: bueno, pues ya tienen algo en común...