Enrique Colmena

Hago gracia al lector español del chiste que da pie al título de este artículo. Para el no español habrá que contarlo: érase un tullido que visitaba el Monasterio de Lourdes con la no tan secreta esperanza de ser curado por un milagro de la Virgen del lugar. Pero, por uno de esos azares en los que es experta la chistelogía hispana, el pobre infeliz termina encontrándose en un aprieto considerable, cayendo cuesta abajo con su silla de ruedas y con toda la pinta de partirse la cabeza al despeñarse por semejante rampa. Es entonces cuando el pobre inválido implora aquello de “Virgencita, déjame por lo menos como estaba…”.
Seguramente el chiste no es políticamente correcto, lo que se me da una higa. Pero vamos a lo que vamos: parece muy apropiado que el Giraldillo de Oro del Sevilla Festival de Cine Europeo de 2009 haya sido para “Lourdes”, el filme de Jessica Hausner, teniendo en cuenta que, como el del chiste, el certamen sevillano parecía abogar por quedarse “por lo menos como estaba”, a la vista de cómo está actuando la guadaña de la crisis en todas las cuestiones económicas, y no digamos en las culturales, tanto en España como “abroad”, como dicen los anglosajones. Así las cosas, el flamante SEFF (acrónimo que han estrenado este año, con las siglas del certamen en inglés: qué cosmopolitas, y qué gilopollas somos…) ha optado por salvar los muebles, lo que, dicho sea de paso, no deja de tener su lógica.
Entonces no es raro que la Sección Oficial haya sido más bien corrientita, si bien habría que tener en cuenta también el hecho de que la cosecha anual europea no haya sido precisamente espléndida, y además lo más granado ya se lo han llevado los festivales grandes, llámense Cannes, Berlín, Venecia o San Sebastián. De esta forma, lo más interesante de la Sección Oficial fue la magnífica “Nada personal”, de Urszula Antoniak, cineasta polaco-holandesa que se estrena en pantalla grande con este notabilísimo melodrama sobre sentimientos apenas esbozados, pero tan hermosos, tan cinematográficamente puros. A distancia de esta joya hubo cosas interesantes, como “Fish tank”, relato sobre una familia disfuncional, con una Lolita sociópata con más peligro que una piraña en un bidé, o “In the loop”, con el inconfundible sello de la BBC, aunque esté dirigido por un tipo, Armando Iannucci, que más que escocés (que es lo que es) parece siciliano de los que están diciendo todo el día eso de “mamma mia”, con florilegio de dedos; pero no, resulta que tanto el paisaje como el paisanaje es inequívocamente anglosajón, con una recua de politicastros de un lado y otro del charco, y las trampas, zancadillas y puñaladas que entre todos ellos se dan, en clave de corrosiva comedia, para conseguir sus fines, que no son otros que iniciar una invasión (con su correspondiente justificación, más falsa que Judas), o no iniciarla. También tuvo su interés “44 inch chest”, no tanto por la temática (a la que pusieron de chupa de dómine algunos compañeros de la crítica: ay, colegas, no podemos confundir lo que dicen los actores con lo que piensan los autores, cuándo nos vamos a enterar…) como por el recital interpretativo de cuatro viejos actores de la escena británica, con un espléndido John Hurt a la cabeza.
El resto de la Sección Oficial estuvo compuesto mayormente por mediocridades, cuando no fueron directamente boñigas de vaca, como la húngara “Transmission”, que muy apropiadamente se llevó uno de los premios gordos en el fallo (en su doble sentido…) del Jurado. La hispano-noruega “La joven de las naranjas” no le anduvo a la zaga, aunque ésta iba de historia romántica con toda la pinta de estar subvencionada por el Patronato de Turismo de Sevilla, por aquello de las postalitas de la ciudad que constituyen buena parte de los escenarios del filme.
Mejores cosas pudieron verse en las secciones paralelas del certamen, como “Un profeta”, de Jacques Audiard, vigoroso relato carcelario sobre cómo medrar en semejante sitio; “La cinta blanca”, de Haneke; “Buscando a Eric”, de Loach, o cómo el director proletario por excelencia demuestra no sólo que sabe reír, sino que hasta cree en los ectoplasmas… aunque siempre dentro del materialismo dialéctico, claro, no vaya a ser que San Carlos Marx lo excomulgue… y “Les herbes folles”, lo último de Resnais, aunque para mi gusto no está a la altura de su anterior y magnífico empeño, “Coeurs”.
La presencia de actores populares, de Colin Farrell a Paz Vega, de Ben Kingsley a Christopher Lee, de Sergi López a John Hurt, ha dotado al certamen del toque de glamour que todo festival que se precie (de este tipo, se entiende: a otros que apuestan por un cine más culturalmente exquisito no les hace falta, e incluso les sobraría) debe tener. En cuanto a las retrospectivas y homenajes, el de Fernando Trueba ha sonado a excesivo; y es que la carrera del madrileño se desinfla a ojos vista, confirmando que su talento es más bien limitado. El tributo a Nicholas Roeg confirmó que fue un adelantado a su tiempo, pero también que su cine ha envejecido casi tanto como él, ya un venerable anciano.
En resumidas cuentas, la edición de 2009 del SEFF ha pretendido, creo que con éxito, mantener la línea de anteriores certámenes, aunque la Sección Oficial, que debiera ser el buque insignia del festival, se quedó poco menos que en desvencijada fragata.