Enrique Colmena

La carrera de Bruce Willis parece adocenarse por momentos. El actor norteamericano (aunque nacido por casualidad en Alemania), llegado a la fama gracias a la serie televisiva de culto "Luz de luna", que revolucionó el medio, y a filmes como "Cita a ciegas", la última gran película de Blake Edwards, se convertiría más tarde en una megaestrella del cine de acción con la serie cinematográfica "Jungla de cristal", de la que lleva ya tres entregas; pero durante la década de los noventa supo alternar con habilidad ese tipo de cine aparatoso y de mero entretenimiento con intervenciones en filmes de más enjundia intelectual, como "12 monos" o "Pulp Fiction", o bien cargadas de sarcástico humor, como "El gran halcón" y "La muerte os sienta tan bien". Incluso dentro del género de acción se permitió distintas y enriquecedoras variantes, como la de ciencia-ficción en "El quinto elemento" o incluso en clave de post-western, en "El último hombre". Pero de un tiempo a esta parte parece como si su carrera languideciera en productos de poca ambición o de escasa originalidad. Ha intentado algunos saltos al vacío, como "El desayuno de los campeones", la excéntrica comedia de Alan Rudolph, que se saldó con un completo fracaso crítico y comercial, y ello parece haberle confinado en productos sosos en los que lucir musculatura y adrenalina, como "Lágrimas del sol", ahora en cartel, la enésima composición de Willis de honesto militar (o policía, para el caso da igual). Desde "El sexto sentido" el bueno de Bruce no ha vuelto a dar en el clavo, ni taquillero ni de reconciliación con la crítica, así que se impone un golpe de timón, si no quiere terminar como Sylvester Stallone, como una caricatura de sí mismo. Claro que el anuncio de la cuarta parte de "Jungla de cristal", para 2005, no es precisamente un indicio de que algo vaya a cambiar en la sesteante carrera del que fuera, hace años, una de las estrellas más versátiles de Hollywood.