A month in Thailand

En los últimos años nos han llegado algunas muestras del cine rumano que hablan de una pujante cinematografía, con títulos poderosísimos como La muerte del señor Lazarescu, de Cristian Mungiu, y 4 meses, 3 semanas, 2 días, de Cristi Puiu. Pero este A month in Thailand nos recuerda que no todo el monte es orégano ni es oro todo lo que reluce, ni… bueno, podríamos estar diciendo refranes, proverbios o dichos españoles de este jaez, y todos le encajarían bien. Esta comedia romántica no tiene, ni de lejos, la calidad, la capacidad creativa, el derroche de talento que tenían los dos títulos citados.

Y es que no basta para hacer buen cine copiar (mal) a los maestros. Aquí Paul Negoescu lo intenta, jugando con secuencias de cierta duración, haciendo que sus personajes hablen y hablen, pero el conjunto no tiene nada que ver con sus originales.

Un chico con novia ya asentada, en la mismísima Nochevieja, justo con las doce campanadas, da en cortar con ella porque aquella mañana le ha parecido ver en un supermercado a una antigua novia con la que cortó hace algunos años. A partir de entonces, durante toda esa madrugada del primer día del año, el joven intentará conectar con aquella ex, hasta conseguir encontrarla.

Filme romántico en la medida en la que se habla de amor, y de desamor, sin embargo es también un drama en tanto en cuanto el protagonista es un saco de dudas; la mera sospecha de haber visto a la ex la toma como un signo de algo, y a partir de ahí lo que parecía una relación rondando la perfección se va al garete, de una forma no muy distinta a la que él mismo propició con su ex que ahora quiere que sea su nueva fiancée, como dicen los franceses, tan redichos ellos.

Pero en la mayor parte del metraje se nos da una higa las dudas del protagonista, su deambular con sus amigos por varias discotecas y salas de fiesta en esa primera madrugada del año, las conversaciones de besugos entre los miembros de este grupito de amigos. Sólo algunos momentos, como el abrupto diálogo con la ex, cuando finalmente la encuentra, alza el vuelo y tiene entidad por sí mismo, confirmando que el argumento daba materia para un cortometraje o, como mucho, un mediometraje, pero no para casi hora y media de plúmbeo largometraje.